Capítulo 2
El otoño en Seúl había comenzado a desplegarse con una suavidad dorada. Las hojas de los árboles en el campus universitario caían lentamente, creando un escenario casi perfecto para las tardes frescas que Gabriel había comenzado a disfrutar. Era su segunda semana en la ciudad, y ya se sentía más cómodo, aunque aún había muchas cosas que lo desconcertaban de su nueva vida.
Desde el encuentro en la cafetería, Gabriel y Jihoon se veían con más frecuencia. A veces Jihoon lo ayudaba a encontrar aulas, otras veces simplemente compartían un café. Lo que más sorprendía a Gabriel era la facilidad con la que se llevaba con Jihoon, como si lo conociera desde hacía mucho tiempo. Pero también estaba esa sensación extraña que no podía ignorar: cada vez que Jihoon estaba cerca, el corazón de Gabriel se aceleraba.
Una tarde, mientras salían de la biblioteca, Jihoon le propuso algo inesperado.
—¿Te gustaría conocer más de Seúl este fin de semana? Puedo llevarte a algunos lugares interesantes que no salen en las guías turísticas —sugirió Jihoon, mirando a Gabriel con una sonrisa.
—¡Eso suena genial! —respondió Gabriel, sin poder ocultar su entusiasmo. En realidad, cualquier excusa para pasar más tiempo con Jihoon era bien recibida.
Así, el sábado llegó más rápido de lo esperado. Gabriel se preparó con nerviosismo, sin saber exactamente por qué se sentía tan inquieto. Era solo una salida con un amigo, se repetía a sí mismo, aunque en el fondo sabía que no era solo eso.
Jihoon lo esperó frente a la entrada de la residencia. Vestía ropa informal, pero con ese estilo despreocupado que siempre parecía encajarle perfectamente. Al verlo, Gabriel sintió un nudo en el estómago, pero sonrió, tratando de calmar sus propios pensamientos.
—¿Listo para la aventura? —preguntó Jihoon, con una sonrisa que parecía iluminar el ambiente.
—¡Listo! —respondió Gabriel, sintiendo el nerviosismo desaparecer momentáneamente.
Empezaron su recorrido en un pequeño mercado local, donde Jihoon le mostró algunos de sus platos coreanos favoritos. Gabriel, emocionado, probó tteokbokki y mandu mientras Jihoon le explicaba las tradiciones detrás de cada comida. La tarde continuó con un paseo por las estrechas calles del barrio de Bukchon, un lugar lleno de casas tradicionales coreanas, o hanoks, que contrastaban con la modernidad de la ciudad.
Mientras caminaban, Gabriel no podía evitar fijarse en los pequeños detalles: cómo Jihoon inclinaba ligeramente la cabeza al escuchar con atención, cómo sus ojos se iluminaban cuando hablaba de algo que le apasionaba. Y cada vez que sus miradas se cruzaban, Gabriel sentía una electricidad inexplicable. Algo que no había sentido antes por nadie más.
Finalmente, llegaron a un mirador desde donde se veía toda la ciudad. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Jihoon se detuvo junto a una barandilla y suspiró profundamente.
—Es uno de mis lugares favoritos —dijo, observando el horizonte—. Vengo aquí cuando necesito pensar.
Gabriel se acercó y se apoyó junto a él, en silencio, absorbiendo la paz del momento. Después de unos segundos, Jihoon giró hacia él, con una expresión más seria.
—Debe ser difícil estar tan lejos de casa —comentó Jihoon suavemente—. Me imagino que no siempre es fácil adaptarse.
Gabriel asintió, agradecido por la empatía en su voz. —Sí, lo es. A veces me siento perdido, como si no perteneciera. Pero... últimamente me siento mejor. Conocer a alguien como tú ha hecho todo más fácil.
Jihoon sonrió, pero había algo más en su expresión, algo que Gabriel no podía descifrar del todo. Por un momento, el silencio entre ellos se volvió pesado, cargado de una tensión que ninguno de los dos mencionaba. Gabriel sentía el impulso de decir algo, cualquier cosa, pero las palabras parecían atascadas en su garganta.
Finalmente, Jihoon fue el que rompió el silencio.
—Sabes, Gabriel... —comenzó, pero se detuvo por un segundo, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Desde que te conocí, me he dado cuenta de algo. Siento que hay algo en ti, algo que... me atrae de una manera que no había sentido antes.
El corazón de Gabriel dio un vuelco. Las palabras de Jihoon resonaron en su cabeza, como si estuvieran confirmando algo que había estado intentando ignorar. ¿Era posible que Jihoon sintiera lo mismo que él? Pero antes de que pudiera responder, Jihoon agregó rápidamente:
—Perdón si eso suena raro. Quizás solo estoy imaginando cosas.
Gabriel respiró hondo, intentando reunir el valor para responder. —No, no suena raro. En realidad... yo también me he sentido así desde que te conocí.
Jihoon lo miró, claramente sorprendido por la confesión de Gabriel. Durante unos segundos, ambos quedaron atrapados en ese momento, sin saber qué decir o hacer. Pero las palabras, aunque pocas, ya habían cambiado todo. La verdad, aunque tenue, había salido a la luz.
—Supongo que esto cambia las cosas, ¿no? —dijo Jihoon finalmente, con una sonrisa nerviosa.
Gabriel asintió lentamente. —Sí, pero no de una mala manera.
Jihoon lo miró fijamente, y Gabriel sintió una conexión más profunda que nunca. El viento sopló suavemente a su alrededor, pero en ese momento, el mundo pareció detenerse para ambos. Y aunque ninguno sabía exactamente lo que significaba lo que acababan de confesar, sabían que, de alguna manera, su relación estaba destinada a ser algo más que una simple amistad.
El sol se había puesto completamente cuando comenzaron a caminar de regreso, pero en sus corazones, una luz nueva comenzaba a brillar.