Capítulo 3
Los días después de aquella tarde en el mirador fueron un torbellino de emociones para Gabriel. A pesar de la aparente tranquilidad que él y Jihoon mostraban en el exterior, ambos sabían que algo entre ellos había cambiado. Lo que antes eran conversaciones ligeras y bromas inocentes ahora estaban cargadas de un nerviosismo palpable, de miradas que duraban más de lo habitual y silencios incómodos que ninguno sabía cómo llenar.
Gabriel intentaba concentrarse en sus clases, pero no podía dejar de pensar en Jihoon. Cada vez que repasaba aquel momento en el mirador, sentía una mezcla de miedo y emoción. Por un lado, le aterraba lo que podría significar dar un paso más allá de la amistad; pero por otro, no podía ignorar lo que sentía. Jihoon le hacía sentir vivo, conectado, y más él mismo que nunca antes.
Sin embargo, con esos sentimientos vinieron las dudas. Gabriel había leído sobre cómo la sociedad coreana, en general, no era tan abierta respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo. Aunque era más aceptada entre los jóvenes, todavía existía mucho estigma y prejuicio. ¿Y si Jihoon estaba confundido? ¿Y si todo lo que había pasado era solo un malentendido? Esos pensamientos lo mantuvieron despierto más de una noche.
Un día, después de clases, Gabriel decidió que necesitaba hablar con alguien. Afortunadamente, había hecho un par de amigos en el grupo de intercambio, y sabía que podía confiar en ellos. Se encontró con Alex, un chico británico que estaba en el mismo programa, en una cafetería cerca del campus.
—¿Cómo te va en Corea hasta ahora? —preguntó Alex, dando un sorbo a su café.
—Bien, supongo —respondió Gabriel, un tanto distraído.
—No suenas muy convencido. ¿Pasa algo?
Gabriel suspiró, dudando por un momento si debía compartir lo que estaba ocurriendo. Pero finalmente decidió que no podía seguir guardando todo para sí mismo.
—Es complicado. Hay alguien... un amigo, bueno, más que un amigo, creo. No sé. Se llama Jihoon. Hemos estado pasando mucho tiempo juntos y, hace unos días, confesamos que sentimos algo el uno por el otro.
Alex levantó las cejas, claramente sorprendido. —¿En serio? ¡Eso es genial! Pero... no suenas tan emocionado como deberías. ¿Qué es lo que te preocupa?
Gabriel tomó un sorbo de su propio café, tratando de ordenar sus pensamientos. —No sé si esto es algo que pueda funcionar. En mi cabeza, siento que todo está en contra. Jihoon es coreano, y no estoy seguro de cómo maneja estos temas. Además, no sé si yo estoy listo para algo más. Nunca había sentido algo así por alguien.
Alex asintió, comprensivo. —Entiendo que todo parezca complicado ahora, pero si sientes algo real, no deberías reprimirlo. A veces, las relaciones inesperadas son las que más nos hacen crecer. Y en cuanto a Jihoon, ¿por qué no hablas con él? Averigua qué siente realmente, qué espera. No tiene sentido adivinar lo que piensa.
Las palabras de Alex resonaron en la mente de Gabriel. Quizás tenía razón. Quizás estaba dejando que el miedo lo dominara y no le estaba dando a Jihoon la oportunidad de expresar lo que realmente sentía. Decidió que, esa misma noche, tendría que hablar con él. Necesitaban aclarar lo que estaba ocurriendo entre ellos.
Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Gabriel decidió enviarle un mensaje a Jihoon para verse. No tenía un plan claro, solo sabía que necesitaba hablar con él. Quedaron de encontrarse en un pequeño parque cerca del campus, un lugar tranquilo donde podrían hablar sin interrupciones.
Cuando llegó, Jihoon ya estaba ahí, sentado en un banco bajo un árbol cuyas hojas naranjas caían lentamente al suelo. Parecía tranquilo, pero al verlo, Gabriel sintió el mismo nerviosismo que lo había estado acompañando desde su última conversación profunda.
—Gracias por venir —dijo Gabriel al sentarse junto a él.
Jihoon lo miró y sonrió levemente. —Claro, no hay problema. ¿Estás bien?
Gabriel asintió, aunque su corazón estaba acelerado. No quería dar vueltas. Necesitaba ser honesto, no solo con Jihoon, sino también consigo mismo.
—He estado pensando mucho en lo que hablamos la otra vez, en el mirador —comenzó Gabriel, mirando sus manos, nervioso—. Lo que dijimos, lo que sentimos... me ha tenido un poco confundido. No porque no me guste lo que está pasando, sino porque no sé si estamos listos para esto.
Jihoon lo escuchaba con atención, sin interrumpirlo, aunque sus ojos reflejaban cierta preocupación.
—Sé que vivimos en mundos diferentes. Yo vengo de un lugar donde, aunque todavía hay prejuicios, las cosas son un poco más abiertas. Pero aquí... no sé cómo funcionan las cosas. No quiero hacerte pasar por algo que no estás preparado para enfrentar —continuó Gabriel, sintiendo que cada palabra era una liberación, pero también una carga.
Jihoon guardó silencio por unos momentos, mirando al suelo antes de levantar la vista hacia Gabriel.
—Entiendo por qué te sientes así. Y sí, Corea puede ser complicada en cuanto a estos temas. Pero… no es algo de lo que no haya pensado antes. Lo que siento por ti es real, Gabriel. No estoy confundido. Sé que no será fácil, pero tampoco quiero negar lo que me pasa por miedo a lo que otros puedan pensar —dijo Jihoon, su voz tranquila pero firme.
Las palabras de Jihoon cayeron como una manta de alivio sobre Gabriel. A pesar de todas las dudas y miedos, Jihoon estaba siendo sincero. Lo que compartían no era una fantasía pasajera, al menos no para él.
—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Gabriel, todavía inseguro, pero con la esperanza creciendo en su interior.
Jihoon lo miró con una sonrisa cálida. —Lo que queramos hacer. No tenemos que apresurarnos. Podemos ir despacio, ver cómo se sienten las cosas. Pero lo que sea que decidamos, quiero que lo hagamos juntos.
En ese momento, Gabriel supo que, aunque las dudas seguirían existiendo y los desafíos no desaparecerían de la noche a la mañana, no estaba solo en esto. Tenía a Jihoon, y eso era lo que realmente importaba.