Love in the Office

CAPITULO UNO

Sara Wilson estaba completamente concentrada en el informe que debía entregar a su jefe antes de la reunión de la tarde. El sonido constante de las teclas y las conversaciones dispersas a su alrededor no lograban interrumpir su concentración. Cada cifra, cada detalle, debía ser perfecto. En Smith Enterprises, la perfección era la norma, y Sara se enorgullecía de ser una de las mejores secretarias, pero cuando se trataba de Ian Smith, su jefe, la presión aumentaba. Sabía que él no toleraba errores.

De repente, escuchó unos pasos firmes acercándose. Eran inconfundibles. Aunque no los hubiera visto, reconocería esos pasos en cualquier parte del mundo. Ian Smith. La manera en que caminaba con seguridad, el eco de sus zapatos resonando en el pasillo de la oficina. Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo, pero rápidamente lo controló. No podía permitirse mostrar debilidad, no frente a él.

Los pasos se detuvieron junto a su escritorio. Sin levantar la vista, Sara continuó mirando su pantalla, pretendiendo que estaba completamente absorta en su trabajo. Sin embargo, pudo sentir su mirada fija sobre ella, esa mirada intensa que siempre la hacía sentirse un poco incómoda, pero que también tenía algo hipnótico. Finalmente, levantó la vista.

—Señorita Wilson.

—¿Sí, señor Smith? —respondió, intentando sonar tranquila, aunque no podía evitar un leve nerviosismo.

—¿Tiene listos los informes para la reunión de la tarde? —preguntó Ian, sin mostrar ninguna expresión que indicara interés personal. Su tono fue directo, neutral, como si simplemente verificara algo en su lista de tareas.

Sara asintió con firmeza. Sabía que era un simple requerimiento de trabajo, nada más.

—Sí, señor Smith. Están casi listos. El equipo de marketing aún está en reunión, pero los tendré preparados en cuanto lleguen.

Ian asintió brevemente, sin responder mucho. Se quedó unos segundos en silencio, observándola por un momento, antes de dar un paso atrás y seguir su camino hacia su oficina.

—Bien. —fue lo único que dijo, antes de alejarse sin añadir nada más.

Sara, aunque no era la primera vez que Ian mostraba una actitud distante, no dejó de sentir cierta incomodidad al ver lo breve y desinteresado de su interacción. Pero se forzó a concentrarse de nuevo en el trabajo. No había tiempo para distraerse con pensamientos innecesarios.

El equipo de marketing llegó a las 2:30 p.m., justo como estaba previsto. Sara les entregó los informes y se retiró discretamente a su escritorio para continuar con su trabajo. Aunque podía escuchar algunas voces a través de la puerta de la sala de reuniones, se mantuvo enfocada en lo que debía hacer. No era su lugar meterse en las discusiones sobre estrategias.

A las 3:00 p.m., la reunión comenzó. Sara permaneció en su puesto, revisando algunos detalles del archivo de clientes. Ian estaba al mando, como siempre. Su voz resonaba por el pasillo con autoridad, pero no había nada que la hiciera pensar que esta vez fuera diferente. Las conversaciones fluían como siempre, sin cambios significativos.

A las 4:30 p.m., cuando la reunión terminó, Ian salió de la sala con su expresión habitual. Sus pasos resonaron mientras se dirigía hacia su oficina. Sara estaba organizando unos papeles cuando él pasó junto a ella. Por un momento, sus miradas se cruzaron, pero Ian no hizo más que asintir levemente y continuar su camino. Ella, por su parte, permaneció en silencio, sin esperar nada más.

A diferencia de otras ocasiones, esta vez Ian no se detuvo a hacer ningún comentario sobre los informes. Ni una palabra, ni un gesto que indicara reconocimiento. Simplemente siguió su camino, sin mirar atrás. Sara no pudo evitar sentirse un poco desconcertada por la brevedad del intercambio, pero rápidamente se recuperó. No había necesidad de que todo fuera un asunto personal.

El día continuó sin mayores incidentes. Sara organizó la agenda para la próxima semana y revisó algunos documentos para el siguiente proyecto. Las horas pasaban sin problemas hasta que, alrededor de las 5:30 p.m., comenzó a recoger sus cosas para irse.

Mientras guardaba sus pertenencias, miró brevemente hacia la puerta de la oficina de Ian. En ese momento, escuchó un sonido: la puerta se abrió, y él apareció en el umbral.

—¿Todo en orden, señorita Wilson? —preguntó Ian, con su voz firme y distante, como siempre.

—Sí, todo está listo, señor Smith. —respondió ella, manteniendo el mismo tono calmado.

—Bien. —dijo él, y sin esperar más, volvió a entrar en su oficina y cerró la puerta.

Sara terminó de recoger sus cosas y, tras una rápida mirada hacia la oficina de su jefe, se dirigió a la salida. No había nada que indicara que ese día había algo diferente. A pesar de la interacción breve, no había señales de que Ian estuviera mostrando más interés en ella. Era solo otro día más.



#5650 en Novela romántica
#1496 en Chick lit

En el texto hay: amor dulzura embarazo

Editado: 29.12.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.