Sara no pudo evitar girar la cabeza, y en ese instante, vio a Ian Smith, no muy lejos de donde estaban. Él estaba con un grupo de hombres, probablemente colegas de la empresa. Aunque no era fácil pasar desapercibido, Ian parecía estar disfrutando de la noche, mucho más relajado que en la oficina.
—¿Qué hace aquí? —preguntó Sara, sorprendida.—Parece que también tiene derecho a divertirse, ¿no? —rió Claire—. ¿Por qué no vas a saludarlo? Seguro que nunca te ha visto en modo "relax".
Sara sintió un nudo en el estómago. No le gustaba la idea de acercarse a Ian fuera del contexto profesional. Sabía que las reglas de la oficina y las expectativas que él tenía sobre ella eran diferentes fuera de ese entorno. Aún así, Claire estaba observando con demasiada curiosidad, así que decidió mirar una vez más a Ian, esta vez con más atención.
Al instante, sus ojos se cruzaron, pero, para su sorpresa, Ian no hizo ningún gesto. No sonrió ni levantó la mano en saludo. De hecho, ni siquiera pareció darse cuenta de que Sara lo había mirado. Siguió conversando con sus amigos, totalmente inmerso en su grupo, como si nada hubiera pasado.
El resto de la noche en el antro transcurrió sin grandes sorpresas. Sara intentó relajarse y disfrutar del ambiente, pero no podía evitar que sus pensamientos regresaran una y otra vez a Ian. ¿Por qué no le prestó atención? Sabía que él la había visto, ¿pero por qué había decidido ignorarla tan deliberadamente? Al principio, pensó que tal vez estaba demasiado metido en su grupo de amigos para notar nada más, pero la incomodidad creció a medida que el tiempo pasaba.
Cuando finalmente regresó a casa, el apartamento que compartía con Claire estaba en silencio. La oscuridad de la noche parecía acentuar sus pensamientos. Se sentó en el sofá, mirando al frente sin realmente ver nada, mientras pensaba en la interacción con Ian.
Tal vez fue solo un malentendido, pensó, o quizás simplemente no quería que se diera ninguna interpretación equivocada de su actitud. Pero lo que realmente la molestaba era que, a pesar de estar tan cerca de ella, Ian había mantenido una distancia tan clara, una distancia que parecía reflejar también la que había entre ellos en la oficina.
¿Por qué debería importarme tanto? se cuestionó Sara, sintiendo una mezcla de frustración y desconcierto. Era su jefe, y sabía que las relaciones laborales no debían cruzar ciertas líneas. Sin embargo, había algo en la forma en que Ian siempre la observaba que le daba la sensación de que él la veía de una manera distinta, aunque nunca lo demostraba abiertamente.