La rutina en el piso 40 de Smith Enterprises era tan precisa como un reloj suizo. El sonido constante de teclados y teléfonos creaba una atmósfera de productividad que nadie se atrevía a interrumpir. Ian Smith, sentado en su elegante oficina, revisaba con detenimiento una propuesta de contrato. Afuera, Sara Wilson, su secretaria, estaba inmersa en la organización de documentos y en responder correos, todo desde su escritorio ubicado estratégicamente frente a la puerta de Ian.
De pronto, el teléfono de Sara sonó, su tono claro destacándose sobre el murmullo habitual. Ella respondió al primer timbre, con la profesionalidad que siempre la caracterizaba.
—Smith Enterprises, Sara Wilson al habla. ¿En qué puedo ayudarle?
Del otro lado de la línea, un cliente habló con premura, explicando un problema que parecía urgente. Sara escuchó con atención, tomando notas rápidas en su agenda.
—Entendido, señor. Permítame un momento; le comunicaré con el señor Smith.
Con movimientos precisos, Sara puso la llamada en espera y utilizó el intercomunicador para informar a su jefe.
—Señor Smith, tiene una llamada del cliente del proyecto GreenTech. ¿Desea que lo conecte?
Dentro de su oficina, Ian levantó la vista de los papeles, ajustando ligeramente el nudo de su corbata antes de responder.
—Conéctelo, señorita Wilson. Gracias.
Con un clic, Sara transfirió la llamada y regresó a sus tareas, pero no pudo evitar escuchar de fondo la voz firme y autoritaria de Ian, que se proyectaba incluso a través de la puerta cerrada.
Unos minutos más tarde, mientras Ian seguía inmerso en su conversación, el sonido del ascensor al abrirse llamó la atención de Sara. Mark Roberts, el director de ventas y amigo cercano de Ian, apareció con su acostumbrada sonrisa despreocupada.
—¡Sara! —saludó con entusiasmo, inclinándose ligeramente sobre su escritorio—. ¿Está Ian ocupado?
—En una llamada importante, señor Roberts. —respondió ella sin levantar la mirada de los documentos que revisaba.
Mark dejó escapar un leve suspiro dramático.
—¿Cuándo no está ocupado? Bueno, esperaré mi turno.
Sara apenas esbozó una sonrisa antes de volver a concentrarse en su trabajo. Mark, mientras tanto, se quedó junto a la puerta de la oficina de Ian, mirando con curiosidad el interior a través de las paredes de cristal.
Cuando Ian terminó la llamada, abrió la puerta y encontró a Mark esperando con impaciencia.
—¿Qué pasa ahora, Mark? —preguntó Ian con una mezcla de resignación y humor.
Mark entró sin invitación, dejándose caer en una de las sillas frente al escritorio de Ian.
—Solo quería asegurarme de que estés listo para la reunión con GreenTech. He escuchado que son más exigentes de lo habitual.
Ian cruzó los brazos, apoyándose contra el respaldo de su silla.
—Sara ya preparó todos los documentos. Estamos listos.
Mark lanzó una mirada hacia la puerta, donde Sara seguía trabajando con la misma concentración.
—Esa mujer es un milagro. No sé cómo logras que todo funcione tan bien con ella. Si fuera mi secretaria, ya habría perdido la paciencia conmigo.
Ian negó con la cabeza, aunque un atisbo de sonrisa cruzó su rostro.
—Sara es eficiente y profesional, algo que tú podrías aprender.
Mark rió entre dientes.
—Seguro. Pero admítelo, tienes suerte de tenerla.
Ian no respondió, pero la mirada que lanzó hacia la puerta pareció decir más de lo que sus palabras podían expresar.
El reloj marcaba las 3:00 p.m. cuando Ian Smith salió de su oficina con una carpeta bien organizada en las manos. A su lado, Sara Wilson caminaba en silencio, sosteniendo un bloc de notas y una pluma, lista para registrar cualquier detalle importante que surgiera en la reunión.
La sala de juntas, ubicada en el mismo piso, tenía paredes de cristal que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Al entrar, Ian saludó brevemente al equipo de GreenTech, compuesto por cuatro personas que ya estaban sentadas al otro lado de la mesa. Sara se sentó en una silla cercana, en silencio, tomando su lugar para no interferir, únicamente para tomar notas.
Mark Roberts, el director de ventas, ya estaba presente y revisaba algunos documentos.
—Parece que estamos listos para comenzar. —comentó Mark, levantando la vista cuando Ian entró.
Ian asintió cortésmente, pero no hizo comentarios.
—Comencemos. —dijo simplemente, y se dirigió al líder del grupo de GreenTech, Richard Blake, quien sostenía una carpeta llena de documentos.
—Gracias por tomarse el tiempo, señor Blake. Estamos aquí para responder cualquier inquietud que puedan tener y asegurarnos de que todo esté claro. —dijo Ian, comenzando con el propósito de la reunión.
La reunión comenzó sin más demora. Richard y su equipo expusieron sus preocupaciones sobre los plazos de entrega y las especificaciones del contrato. Ian, como líder, fue quien respondió a cada una de las preguntas con gran precisión y control, utilizando los documentos que había preparado.
Mientras Ian manejaba la conversación, Sara permaneció en silencio, sentada en su silla, enfocada en escribir todo lo que se discutía. Su única función era registrar los detalles y asegurarse de que no se pasara por alto ningún aspecto importante. No intervenía, no hacía comentarios, y no interrumpía. Solo tomaba notas con atención.
Cuando surgieron dudas más técnicas sobre los plazos, Ian continuó manejando la situación, respondiendo con claridad y proporcionando explicaciones detalladas. En ningún momento Sara participó activamente, solo escribió lo que se decía.
La reunión continuó durante casi una hora. Al final, Richard Blake cerró su carpeta.
—Creo que hemos cubierto todos los puntos clave. Estamos satisfechos con las respuestas, pero necesitamos tiempo para revisar los ajustes antes de tomar una decisión final.
—Entendido. —respondió Ian de inmediato, con tono firme—. Si necesitan cualquier otra aclaración, no duden en contactarnos.