El reloj en la pared marcaba las 5:30 p.m. y la sala de juntas ya estaba vacía. Ian había regresado a su oficina, donde continuaba revisando algunos documentos de la reunión. Mientras tanto, Sara se encontraba fuera, en su escritorio, organizando las notas que había tomado durante la tarde.
La luz tenue del atardecer se colaba por la ventana de su pequeño espacio, creando una atmósfera tranquila. Aunque su jornada de trabajo había terminado, ella no se apresuraba a irse. Se tomaba su tiempo, asegurándose de que todos los archivos estuvieran correctamente archivados y que no quedara nada pendiente para el lunes.
Cuando terminó, guardó su bloc de notas en un cajón, se levantó lentamente y echó un vistazo a su alrededor. Todo estaba en orden.
El edificio comenzaba a vaciarse, los empleados de otros departamentos ya se retiraban, y solo quedaban unos pocos trabajando hasta tarde. Sara cogió su bolso y salió de su escritorio, dirigiéndose hacia la salida.
Al pasar frente a la oficina de Ian, vio que la luz aún estaba encendida. Sin embargo, no quería interrumpirlo. Era común que él trabajara hasta tarde para asegurarse de que todo estuviera bajo control antes del fin de semana.
Sara decidió que no haría comentarios ni se detendría. Había sido una semana productiva, pero lo único que quería era llegar a su apartamento y disfrutar de un merecido descanso. Aunque su trabajo con Ian siempre requería concentración y dedicación, sentía una satisfacción al terminar la semana sabiendo que había cumplido con su rol de manera impecable.
A medida que salió del edificio, la brisa fresca de la tarde la recibió. El cielo estaba despejado, y las luces de la ciudad comenzaban a brillar en la distancia. Era el tipo de noche tranquila que Sara apreciaba, lejos de las demandas de la oficina. El fin de semana se acercaba, y ella sabía que sería el momento perfecto para relajarse y desconectar.
Sin prisas, caminó hacia el transporte público, disfrutando del poco tiempo de paz antes de la llegada de una nueva semana de trabajo.
Sara llegó a su apartamento a las 7 de la tarde, después de un día largo de trabajo. El aire fresco de la noche la recibió cuando abrió la puerta, y al entrar, vio a Claire, su amiga, sentada en el sofá con una taza de té en las manos.
—¿Ya de vuelta? —preguntó Claire, mirando a Sara con una sonrisa al verla entrar.
—Sí, por fin. —Sara dejó su bolso sobre la mesa y se quitó los zapatos, aliviada de estar en casa. La jornada había sido larga, pero finalmente podía relajarse.
—¿Todo bien? —Claire le preguntó, observando que Sara parecía un poco cansada, aunque no era algo raro en ella.
Sara suspiró mientras se dirigía a la cocina.
—Sí, solo un día más. Las reuniones, los informes, ya sabes cómo es todo. —dijo, comenzando a sacar algunos ingredientes para preparar algo ligero para cenar.
—Lo sé. A veces me pregunto cómo logras manejar todo eso sin volverte loca. —respondió Claire, con un tono de preocupación. —Te he visto mucho más tensa últimamente.
Sara sonrió, aunque un poco agotada.
—El trabajo es el trabajo. A veces es más fácil seguir el ritmo que detenerse a pensar si realmente lo disfruto o no. —dijo mientras cortaba las verduras, mirando a Claire.
Claire se levantó del sofá y se acercó a la barra de la cocina.
—Sara, tienes que hacer una pausa de vez en cuando. No puedes vivir solo para cumplir con los plazos. Tienes que hacer algo que te haga sentir bien fuera de todo eso. No te olvides de ti misma.
Sara la miró, pensativa, mientras preparaba la cena.
—Supongo que tienes razón, pero a veces se me olvida. Es más fácil seguir haciendo que detenerse a pensar en lo que realmente quiero hacer.
Claire se recostó en la barra, observando a su amiga.
—¿Qué tal si este fin de semana no piensas en nada relacionado con el trabajo? Podríamos hacer algo divertido, solo nosotras, sin preocupaciones. Podríamos salir a pasear por el parque o ver alguna película que hayas estado queriendo ver.
Sara levantó una ceja, sorprendida por la sugerencia, pero al mismo tiempo sintió una pequeña chispa de emoción.
—Tal vez... Tal vez podría intentarlo. Hace mucho que no salgo a caminar sin un objetivo. O simplemente no hago nada por un rato.
Claire sonrió, sabiendo que había logrado convencerla.
—Eso suena perfecto. Este fin de semana será nuestro. Solo relajación y diversión, nada de estrés.
Después de la cena, se sentaron juntas en el sofá, disfrutando de una copa de vino y dejando que la conversación fluyera sin un rumbo fijo. Hablaron de cosas que no tenían nada que ver con el trabajo: las últimas noticias del cine, los libros que Claire quería leer, un par de planes de viaje que ambas habían soñado hacer en algún momento.
A medida que avanzaba la noche, Sara se sintió más relajada. La compañía de Claire la hacía olvidar, aunque fuera por unas horas, las preocupaciones de la oficina. Mientras su amiga reía por una anécdota de su última exposición de arte, Sara se dio cuenta de cuánto había echado de menos esos momentos, en los que nada importaba más que disfrutar del presente.