Love in the Office

CAPITULO SIETE

Mark llegó a la oficina de Ian por la tarde, decidido a hablar con él una vez más. Esta vez no lo haría de manera tan directa, pero sabía que tenía que hacerlo. La preocupación lo había estado rondando todo el día, y las palabras que Ian le había dicho esa mañana seguían retumbando en su cabeza. Mark no podía dejarlo seguir por ese camino sin al menos hacer otro intento.

Al entrar a la oficina, Ian estaba en su escritorio, mirando distraídamente el teléfono, como si estuviera evitando tomar alguna decisión importante. Al ver a Mark, levantó la vista, pero su expresión no cambió. Sabía que su amigo vendría por segunda vez, pero no estaba seguro de si quería escuchar lo que tenía que decir.

—Ian, tenemos que hablar —dijo Mark con una voz más suave, pero cargada de preocupación.

Ian levantó una ceja y se reclinó en su silla, cruzando los brazos.

—¿Otra vez, Mark? —preguntó, con un tono que denotaba cansancio, aunque sin una pizca de hostilidad.

Mark no dio paso atrás. Se acercó al escritorio de Ian, mirando su rostro con una mezcla de comprensión y frustración.

—Lo que estás haciendo no tiene sentido. No me refiero solo a los negocios, Ian. Te estoy hablando de ti. Esto, lo que estás haciendo, es algo que cambiará toda tu vida, y no veo cómo puedes estar tan seguro. Caroline... no es ella el problema, sabes que lo respeto, pero esto es más grande que eso. Es tu vida, tus decisiones, y parece que estás dispuesto a ignorar todo lo que realmente importa solo para jugar este juego.

Ian suspiró, levantándose de su silla y dirigiéndose a la ventana. Miró la ciudad, pero no parecía estar viéndola realmente. Sabía que Mark estaba preocupado por él, pero la presión que sentía por la situación era mayor que cualquier duda que pudiera surgir.

—No entiendo por qué esto sigue siendo un tema, Mark. Lo que estoy haciendo es lo mejor para todos, y tú lo sabes. Es lo que se espera de mí, y no puedo fallar ahora. —Su voz sonó más firme de lo que se sentía en realidad.

Mark observó en silencio por un momento, antes de hablar de nuevo.

—¿Lo que se espera de ti? ¿O lo que realmente quieres hacer? Porque hay una diferencia, Ian. Una gran diferencia. Todos los días te veo dudar, aunque no lo digas. No quiero que llegues a un punto en el que tengas que mirar atrás y arrepentirte de no haber hecho las cosas a tu manera.

Ian se giró lentamente hacia él, y por un momento sus ojos se encontraron, como si estuvieran midiendo el peso de las palabras de Mark.

—No hay tiempo para arrepentimientos, Mark. Solo hay tiempo para seguir adelante.

Mark se quedó mirando a Ian por un largo momento, con la sensación de que no había nada que pudiera decir para cambiar su decisión. Sin embargo, no quería irse sin al menos intentar hacerlo reflexionar un poco más.

—Entonces, espero que, cuando llegue el momento, no tengas que arrepentirte. Solo quiero que lo pienses bien, Ian.

Con esas palabras, Mark salió de la oficina, dejando a Ian solo con sus pensamientos, aunque nada parecía haberse aclarado para él.

Al parecer, la tortura no había acabado para Sara. Cada vez que pensaba que podía superar la situación, algo nuevo la hacía volver a la cruda realidad. Esa tarde, mientras intentaba concentrarse en su trabajo, el sonido del ascensor abriéndose interrumpió sus pensamientos. Caroline apareció con su paso elegante, irradiando confianza. Sara levantó la vista justo a tiempo para verla entrar en la oficina.

Caroline caminó directamente hacia el escritorio de Sara, con una sonrisa amable pero segura. Al llegar, extendió la mano de manera cordial.

—Hola, soy Caroline Blake —dijo, presentándose con una voz suave pero firme. Después de un breve silencio, añadió con una sonrisa encantadora: —Tú debes de ser Sara Wilson. Ian me ha hablado muy bien de ti.

Sara, tomada por sorpresa, se levantó rápidamente, intentando ocultar el nudo que sentía en su garganta. Aunque trató de mantener la compostura, no podía evitar sentirse pequeña frente a la presencia de Caroline. Aceptó el apretón de mano con cortesía.

—El gusto es mío, señorita Blake —respondió con una voz profesional, aunque las palabras sonaban vacías incluso para ella misma.

Caroline asintió, como si todo fuera perfectamente natural, y se giró hacia la oficina de Ian.

—Ian me está esperando. Tenemos algunos detalles que revisar antes del almuerzo —dijo con tono ligero y despreocupado antes de caminar hacia la puerta.

Sara la observó alejarse, su paso elegante y seguro, mientras el sonido de sus tacones resonaba en el pasillo.

Caroline ingresó a la oficina de Ian con ese porte elegante que la caracterizaba, su andar seguro y confiado llenando el espacio como si todo a su alrededor estuviera diseñado para ella. Sara observó desde su escritorio cómo la puerta se cerraba tras la prometida de Ian, sintiendo un nudo en el estómago que se apretaba cada vez más.

La escena había sido demasiado para ella. Caroline no solo era impecable en su apariencia, sino que también parecía tener una conexión natural con Ian, algo que Sara nunca había tenido el valor de imaginar para sí misma. Era como si ese mundo en el que ambos habitaban fuera inaccesible para alguien como ella.



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En el texto hay: amor dulzura embarazo

Editado: 29.12.2024

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