CAPITULO NUEVE

El día siguiente, Sara llegó a la oficina con una sensación pesada en el pecho. Aunque intentaba convencerse de que nada había cambiado, la verdad era que la salida de Ian con su prometida la tarde anterior la había dejado un poco desanimada. Trató de distraerse reorganizando los documentos en su escritorio, pero su mente volvía constantemente a la misma escena: Ian saliendo temprano, su voz formal informándole que no lo esperara, y ese destello en su mirada que rara vez mostraba en el trabajo.

Cuando el reloj marcó las ocho y treinta, la puerta del ascensor se abrió, y Ian apareció, impecable como siempre. Traje oscuro, pasos firmes y una mirada serena, pero Sara, que había aprendido a observar los pequeños detalles, notó algo diferente. Parecía particularmente relajado, casi... contento.

—Buenos días, señor Smith —lo saludó con tono formal, escondiendo la punzada que sentía en su interior.

Ian se detuvo frente a su escritorio y la miró por un momento antes de responder.

—Buenos días, señorita Wilson. ¿Todo está en orden?

Sara asintió, revisando rápidamente la agenda.

—Sí, señor. Su primera reunión es a las nueve con el equipo de ventas. Después tiene un almuerzo programado con el señor Jones .

Ian asintió, pero en lugar de entrar a su oficina como solía hacerlo, se inclinó ligeramente hacia ella, bajando el tono de su voz.

—Gracias por encargarte de todo ayer. Espero que no haya sido muy complicado.

Ese pequeño gesto, esa muestra de consideración, tomó a Sara por sorpresa. Se esforzó por mantener la compostura.

—No fue ningún problema, señor Smith —respondió, evitando mirarlo directamente mientras volvía la vista a la pantalla de su computadora.

Ian pareció satisfecho con su respuesta y finalmente se dirigió a su despacho. Pero antes de cerrar la puerta, lanzó un último vistazo hacia ella, como si quisiera asegurarse de algo.

Cuando Sara quedó sola, dejó escapar un pequeño suspiro, apoyando los codos sobre el escritorio y masajeándose las sienes.

"¿Por qué me afecta tanto? Él tiene una vida. Una prometida, además. Esto no debería importarme."

"Claro que me importa. Más de lo que debería."

El resto de la mañana transcurrió lentamente. Sara intentó concentrarse en su trabajo, pero su mente volvía constantemente a la tarde anterior. Imaginaba a Ian con su prometida, quizás cenando en algún restaurante elegante o paseando por las calles de Nueva York. La idea la hacía sentir un vacío en el pecho que no podía ignorar.

A media mañana, Mark llegó a la oficina de Ian con una carpeta en la mano. Al pasar por el escritorio de Sara, la miró y le dedicó un breve saludo, algo que ya era costumbre entre ellos.

—Hola, Sara, ¿todo bien? —dijo Mark, sonriendo levemente mientras se acercaba a la puerta de Ian.

—Hola, señor Roberts. Todo en orden, gracias. —respondió Sara, volviendo a concentrarse en su trabajo.

Mark asintió y luego se dirigió a la oficina de Ian, entrando con una sonrisa burlona, claramente listo para hacer una broma. Se detuvo frente al escritorio y sin rodeos, lanzó su primera pregunta.

—¿Y cómo te fue ayer? —preguntó Mark, cruzado de brazos y con una sonrisa maliciosa.

Ian le dirigió una mirada cansada a Mark, notando el tono burlón en su voz, pero decidió responder sin dejarse llevar por la provocación. Se reclinó en su silla, se frotó la sien y, con un suspiro, habló finalmente.

—Fue una tarde agradable.

—¿Agradable? —Mark rió entre dientes—. Eso suena demasiado formal. Vamos, Ian, dame algo más. ¿La señorita perfecta está cumpliendo con las expectativas?

—¿La señorita perfecta? —repitió Ian, entre risas, mirando a Mark con una expresión divertida—. Si ella supiera que la llamas así, te va a partir las bolas.

—No le digas, que estoy seguro que termina matándome —dijo Mark entre risas, refiriéndose a Caroline.

Mark, con sus bromas, era capaz de alegrarle el día a cualquiera. No por nada era su mejor amigo. Aunque sus bromas a veces sacaban de quicio a Ian.