Sara permaneció en silencio por unos segundos, incapaz de procesar completamente lo que Ian había dicho. Había una intensidad en sus palabras que no podía ignorar.
—Señor Smith, no entiendo a qué se refiere —dijo finalmente, tratando de mantener la compostura.
Ian se pasó una mano por el cabello, claramente incómodo.
—No es algo que debamos discutir ahora, señorita Wilson. Tenemos un día ocupado por delante.
Sara asintió, aunque su mente seguía dando vueltas a lo ocurrido. La forma en la que Ian enfrentaba a Harry, y ahora este comentario ambiguo, la hacía cuestionarse si su jefe sentía algo más que simple preocupación profesional.
Más tarde, en la siguiente reunión con los socios, Harry volvió a hacer acto de presencia. Esta vez, parecía decidido a incomodar a Ian.
—Sara, ¿puedo robarte un momento después de la reunión para hablar de un proyecto que creo que podría interesarte? —preguntó Harry con una sonrisa.
Antes de que Sara pudiera responder, Ian intervino de nuevo, su tono cortante.
—Cualquier asunto relacionado con Sara debe pasar por mí primero. Ella trabaja exclusivamente bajo mis instrucciones.
Harry soltó una risa ligera, levantando las manos en señal de paz.
—Relájate, Ian. Solo intento ser amable. No hace falta que seas tan protector.
Ian no respondió, pero la tensión en la sala era palpable. Sara bajó la mirada, sintiendo que todos los ojos estaban sobre ellos.
Al terminar la reunión, Ian pidió a Sara que lo acompañara de vuelta al hotel. Durante el trayecto en el auto, el silencio entre ellos era pesado. Finalmente, Sara se armó de valor para hablar.
—Señor Smith, con todo respeto, creo que su reacción hacia el señor Coleman está siendo exagerada. Sé cómo manejar este tipo de situaciones.
Ian la miró de reojo, su mandíbula apretada.
—No estoy exagerando. Simplemente no quiero que te veas envuelta en algo que no es profesional.
—¿O hay algo más? —preguntó Sara, sintiendo que había algo que Ian no estaba diciendo.
Él detuvo la mirada en ella por un momento, como si estuviera debatiéndose internamente.
—Sara... —empezó, pero justo en ese momento llegaron al hotel. Ian salió rápidamente del auto, dejando la frase incompleta.
Sara lo siguió hasta el ascensor, el silencio nuevamente instalándose entre ellos. Cuando las puertas se cerraron, Sara no pudo evitar preguntar:
—¿Por qué le molesta tanto lo que el señor Coleman hace o dice?
Ian giró hacia ella, sus ojos más intensos que nunca.
—Porque no me gusta cómo te mira. Porque... —se interrumpió, respirando profundamente—. Porque no soporto la idea de que alguien como él piense que puede tener tu atención.
Sara sintió un vuelco en el corazón. Era la primera vez que Ian hablaba con tanta franqueza.
—Señor Smith... Ian... —dijo, sin saber cómo responder.
Sara se quedó mirándolo, su corazón latiendo con fuerza. Ian, normalmente tan controlado, ahora mostraba una vulnerabilidad que la dejaba desconcertada.
—¿Ian? —repitió en un tono más suave, rompiendo el silencio.
Él desvió la mirada, como si estuviera luchando consigo mismo. Finalmente, dio un paso hacia ella, cerrando la distancia entre ambos.
—Sara, lo que voy a decir puede no ser apropiado... pero ya no puedo evitarlo.
Ella contuvo la respiración. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, Ian continuó:
—No soporto la forma en que Harry te mira porque... porque me doy cuenta de que yo mismo no dejo de mirarte.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire. Sara sintió que el mundo a su alrededor desaparecía.
—¿Qué está diciendo, Ian? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Él dejó escapar un suspiro, bajando la mirada por un instante antes de volver a encontrar sus ojos.
—Estoy diciendo que, a pesar de todo, de lo que es correcto y profesional, no puedo evitarlo. Eres más que mi secretaria, Sara. Siempre lo has sido.
Sara no sabía qué responder. Parte de ella había deseado escuchar esas palabras, pero otra parte sabía lo complicado que esto sería.
—Ian, yo... no sé qué decir —murmuró, su voz temblando.
Él asintió lentamente, dando un paso atrás.
—No tienes que decir nada ahora. Solo necesitaba que lo supieras.
La tensión entre ellos era abrumadora, pero antes de que pudiera responder, el timbre del ascensor sono. Un grupo de personas entró, rompiendo el momento. Ian se apartó y mantuvo la mirada fija al frente, mientras Sara intentaba calmar las emociones que la inundaban.
Cuando finalmemente el asesor llegó al piso de Sara, se despidieron con una breve mirada.
—Descansa, Sara. Hablaremos de esto más adelante, si lo deseas.
Ella asintió, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
Esa noche, Sara apenas pudo dormir. Las palabras de Ian resonaban una y otra vez en su mente. Todo lo que había intentado ignorar, todo lo que había reprimido, ahora estaba allí, frente a ella, imposible de ignorar.
Por la mañana, cuando se encontraron en el lobby para dirigirse a la última reunión, Ian parecía tranquilo, como si nada hubiera pasado. Pero Sara podía sentir la tensión en el aire, como si cada mirada entre ellos llevar
a un peso que ambos intentaban ocultar.
Esa mañana, mientras se dirigían al salón donde se llevaría a cabo la última reunión, Sara decidió que no podía guardar silencio por más tiempo. Ian caminaba a su lado, su postura tranquila, pero ella sabía que lo ocurrido la noche anterior no era algo que pudieran ignorar.
—Señor Smith —dijo finalmente, su tono formal para marcar distancia.
Él se detuvo y la miró con curiosidad.
—Sara, por favor, puedes llamarme Ian cuando estamos fuera de la oficina.
Ella respiró hondo, buscando el valor para decir lo que tenía en mente.
—Está bien... Ian. Anoche, lo que dijo… no puedo ignorarlo, pero tampoco puedo dejar de recordar algo muy importante.