3 días después
Estoy en el bar decidida a interceptar al tal Mauro Duarte y poner sobre la mesa la propuesta de comprarle las tierras.
—Hola — el panzón de la barra me mira con la ceja levantada—. ¿Está el dueño?
—No - su tono es indiferente, miro hacia la parte de atrás, pero corre la cortina - si no quieres problemas es mejor que te vayas y no vuelvas - giro mi cabeza hacia la puerta
- ¿Está resentido? - gruñe limpiando la barra - dile que Stefany Villalba quiere verlo
- Te lo diré por última vez, niña, el jefe no está disponible para perras
—¿Yo, perra?—me señalo a mí misma y asiente. - Le preguntaste a tu compañero qué le pasó la vez que me habló de esa forma
—Mira, niña, no me das miedo, lárgate y no busques problemas - nos miramos fijamente, estiró mi brazo y empujó dos vasos al piso
—Qué pena —me tapó la boca con las manos—, un accidente
- Maldita perra, no me pagan lo suficiente para lidiar con tu culo - suspira mirando el piso - Liz, ven a limpiar - grita golpeando la barra, sale una joven muy bonita - apúrate inútil
—No hace falta tratarla de esa forma - levantó la voz, llamando la atención de todos—. Déjalo, cariño, el panzón lo juntará
- ¿Cómo me llamaste? - gruñe moviéndose hacia mí
—panzón - repito con una sonrisa—, un panzón con olor a basura.
—Te romperé ese lindo rostro que tienes - me cruzo de brazos esperando que salga de la barra—. Me voy a divertir
— listo, inténtalo — el panzón lanza un golpe que esquivo, pero un hombre de unos dos metros lo toma por el cuello alejándolo de mí.
El panzón se ciega e intenta atacarlo, pero el morocho lo golpea, haciendo que pegue su cabeza contra la barra
- A las mujeres no se les golpea - lo tira contra la pared limpiándose las manos, se gira hacia mí y prácticamente me saca un cuerpo entero.
- Stefany Villalba, ¿dónde vas, hay problemas siempre?
—No sé a qué se refiere - me cruzo de brazos y se deja caer en una de las banquetas de la barra
- ¿Querías verme? - levanto la ceja y niego, mirando hacia el otro
—Quiero ver a Mauro Duarte - señaló al otro hombre que me mira con una sonrisa
- Mucho gusto - se cruza de brazos - soy Mauro Duarte
—No, es él - el otro niega y lo señala—. Contigo hice el trato
—No, Stefany —se levanta - conmigo lo hiciste, pero usé a mi abogado como intermediario - giro mi cabeza hacia la puerta y me doy cuenta de que no hay absolutamente nadie en el bar
—Un gusto, soy Federico Roel, el abogado del señor Duarte - tomó su mano algo confundida.
—En este momento estoy confundida y muy preocupada por su salud mental—, el abogado sonríe y se aleja
- Digamos que no me agrada la gente —su mirada está fija en mi.
Mientras yo intento no mirar demasiado esos ojos que parecen un huracán— ¿Para qué soy bueno, Stefany?
—Para mentir y engañar seguro - suelta una carcajada seca
- bueno, eso me ayuda un poco con los negocios - tomo mi bolso
- No, de hecho es perjudicial, hace que la gente con la que haces los negocios no confíe en ti
— Puede ser - se levanta y camina hacia las escaleras —Vamos a mi oficina - debería irme, pero la curiosidad ya me ganó.
Lo sigo mirando cada pequeño detalle. Cuando entramos a su oficina, me llega un olor a cigarro impresionante
—Qué mal huele este lugar - me tapó la nariz y le hace señas a su abogado que abra las ventanas
- toma asiento - niego y solo me quedo parada entre las dos sillas - bien, ¿qué es tan importante que no puedas dejar de buscarme?
—Quiero comprarte las tierras de la laguna - él mira hacia su abogado que se encoge de hombros
- Verás, pequeña, esas tierras no están a la venta y menos para tu familia
—Quite esa parte de pequeña - pongo mis manos en su escritorio—. Todo tiene su precio
—Eso no
—Dígame algo que quiera a cambio de las tierras— sonríe mordiendo su labio inferior
- Bien — me mira de arriba abajo y como si el escritorio tuviera corriente, saco mis manos y retrocedo unos pasos — Dime, Stefany, estás dispuesta a ser el pago por esas tierras
—Definitivamente, es un inestable - giro hacia la puerta, pero algo me detiene—. ¿Qué quieres decir con ser el pago? —se levanta
- Ya sabes tu cuerpo por las tierras - camino hacia él con tranquilidad, levanto la mano y le doy una cachetada
- No se conformó con tener a mi amiga como una cualquiera, aquí ahora también quiere que yo sea su puta personal - gruño a centímetros de su cara - es un animal maldito, desgraciado
Salgo como una fiera del bar cuando el viento que trae una tormenta me detiene.
—¿Ahora qué hago?—pasó mi mano por mi pelo y suspiró—. Debe haber otra forma.
Mauro Duarte
- Es una mujer muy agresiva - mi amigo y abogado se sienta en el sillón - ¿ Quieres que haga algo?
—Es toda una fierecilla - asiente y no puedo evitar reír—. Viste cómo me golpeó
- Se controló - dice mirando la puerta—. ¿Viste lo que le hizo a uno de tus hombres?—asiento sirviendo dos tragos—. Esa mujer tiene su carácter
—Me encanta —extiendo el vaso y lo toma - ¿Crees que se lo pensará?
—Ya te respondió - señala mi mejilla y me giro para mirarme al espejo, mi cara quedó un poquito marcada—. Stefany Villalba no te tiene miedo
— Tampoco debería tenerlo - me dejó caer en mi silla—. Esa mujer puede matarme y seguirá respirando —aunque todavía no lo sepa
- Como ella dijo, estás mal de la cabeza.
Tomo de mi vaso, tengo en mi cabeza sus ojos, su boca, su voz y su cuerpo tatuados. —Caerá, ya lo verás
- Creo que tienes por primera vez en tu vida un digno oponente que puedo apostar, que puede ponerte a sus pies
—No lo dudes - gruño cerrando mis ojos—. Stefany Villalba consigue lo que quiere
- ¿Le dejarás el camino fácil?
- jamás, desde ese día la tengo clavada y voy a comprobar si también es igual de fiera en la cama.
—Estás loco, amigo mío — asiento sirviendo más whisky—. Tengo que irme a preparar lo que me encargaste
—Asegúrate de que Villalba fracase - asiente—. Los quiero ver destruidos
- eso incluye a Stefany. ¿Lo tienes claro?
—No será una Villalba por mucho tiempo, de eso me encargo yo.
—Como tú digas, viejo amigo - se termina su trago y sale silbando.