†love of enemies†

Capitulo 4

La tormenta se había desatado antes de lo previsto. Las gotas gruesas golpeaban el parabrisas con furia mientras Stefany conducía por el camino de tierra, sin rumbo fijo, con las manos temblando sobre el volante. Podía escuchar aún el eco de la cachetada, el murmullo de los parroquianos del bar, y los ojos... esos malditos ojos de Mauro Duarte, mirándola como si ya la tuviera entre sus manos.

—¡Idiota! —gritó apretando el volante—. ¿Cómo se atreve?

Pero no era sólo furia lo que hervía en su pecho. Había algo más. Algo que dolía.

Lo odiaba. Lo odiaba por tener ese poder. Por haberla hecho temblar sin tocarla. Por conocer a su amiga. Por saber quién era y jugar con su apellido como si pesara más que su propio nombre.

Stefany Villalba. Siempre tan segura. Siempre tan decidida.

Y ahora, acorralada emocionalmente por un hombre que no debía significar nada.

Días después, volvió.

Entró al bar como si no hubiera pasado nada. El mismo vestido blanco, ajustado, mojado por la llovizna. El mismo fuego en los ojos. Solo que esta vez, no iba a retroceder.

—¿Sola, otra vez? —la voz de Mauro bajó por las escaleras como una serpiente—. Me preguntaba cuándo volverías.

—No vengo a jugar, Duarte —respondió sin mirarlo, pero su corazón retumbaba contra el pecho.

Él se acercó, tranquilo, seguro, como quien ya conoce el final de una partida.

—¿No? Porque yo creo que sí. Vos y yo, Stefany, estamos jugando desde el primer cruce.

Ella se giró bruscamente, a centímetros de él.

—No tengo tiempo para tus provocaciones.

—Claro que lo tenés. De hecho —se inclinó con una media sonrisa—, estás aquí porque querés perderlo conmigo.

Silencio.

Stefany apretó los labios. Mauro la miró, con esa calma letal que precede a la explosión. Ella sabía que estaba jugando con fuego. Pero algo dentro de ella quería quemarse. O al menos, entender por qué el enemigo sabía exactamente qué parte suya dolía.

—¿Por qué odias tanto a mi familia? —preguntó.

—Porque lo tuve todo... y me lo arrebataron —se sentó, cruzando una pierna con lentitud—. Porque lo que un día pudo ser mío, la vida me lo quitó... o tal vez fui yo mismo —la miró fijamente—. ¿Nunca te pasó?

Stefany no respondió.

—Lo que quiero y no puedo tener —dijo Mauro, como si leyera su alma—. Lo que necesito y la vida me niega. Lo que tengo... pero no me pertenece.

Ella dio un paso atrás. El aire parecía más denso. Algo en esa confesión la tocó, como si ese dolor, aunque disfrazado de amenaza, hablara su mismo idioma.

—No soy una pieza en tu tablero, Duarte —dijo con voz baja.

—No, claro que no. Sos la reina. Pero hasta las reinas caen, Stefany... y a veces, lo hacen por el rey equivocado.

Ella lo miró. Lo miró como si esa última frase la hubiese tocado donde nadie había llegado.

Y sin decir una palabra más, se marchó, dejando el eco de sus tacones resonando como un disparo lento.

Mauro la siguió con la mirada, con una sonrisa tan oscura como su whisky.

—Te dije que caería —murmuró para sí—. Pero tal vez... ya lo hice yo primero.



#5169 en Otros
#1672 en Joven Adulto

En el texto hay: ranchos peleas, emociones y mas, nitanbueno

Editado: 28.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.