†love of enemies†

Capitulo 7

Stefany

El sol ya está alto, pero en el rancho todavía se respira ceniza. No queda nada de la cosecha… ni rastro. Óscar no ha salido del despacho desde anoche, y papá camina en círculos como si pudiera revertir la desgracia con su desesperación.

Yo, en cambio, tengo el nombre clavado en la lengua como una espina: Mauro Duarte.

No tengo pruebas, pero lo siento en el cuerpo. En la forma en que el viento sopla distinto, en el eco de la risa que escuché esa noche, como si la sombra de ese malnacido se hubiera colado en mi habitación para burlarse de mi miedo.

Así que me subo a la camioneta sin decir nada y conduzco directo al infierno. Al bar. A él.

—¿Dónde está? —mi voz retumba como un disparo apenas cruzo la puerta.

El lugar está lleno, pero el silencio que se hace es más fuerte que cualquier grito.

—¿Quién pregunta? —dice uno de sus hombres, ese que ya me miró mal una vez.

—La mujer a la que no se le planta dos veces —le clavo los ojos y retrocede.

Y entonces, como si lo hubiera invocado, aparece Mauro en la parte alta de la escalera, descalzo, con la camisa abierta y el cabello revuelto como si el caos fuera su estado natural.

—Qué sorpresa, Villalba… ¿Viniste por más cachetadas o por las tierras?

—Viniste tú por lo que te falta… ¿te da miedo que alguien descubra lo que hiciste?

—Tantas cosas he hecho… vas a tener que ser más específica.

Baja la escalera, paso entre los hombres que no se atreven a detenerme, y me planto frente a él.

—Saboteaste nuestra cosecha. Arruinaste el trabajo de familias enteras. Esto no es negocio, Duarte. Es guerra.

Él me observa… pero no con miedo, no con rabia. Con algo más oscuro. Algo que me hace temblar… y no de frío.

—Te advertí que no jugaras conmigo.

—Y yo te advertí que no me subestimaras —escupo con rabia.

Nos rodea el murmullo tenso del bar. Nadie se atreve a moverse.

—Podés destruir mis tierras —le digo—, pero no vas a quebrarme. Y mucho menos vas a quedarte con mi apellido entre tus dientes como si pudieras devorarlo.

—No necesito devorar nada, Villalba —se acerca, me habla al oído, su aliento me quema la piel—. Solo tengo que esperar… solita te estás pudriendo desde adentro.

Lo empujo. Me arde el cuerpo. Quiero matarlo. O besarlo. No sé cuál de las dos sería peor.

Mauro

La veo irse con el mismo paso con el que entró: altiva, desafiante… rota.

—¿No era que no ibas a tocarla? —dice Federico desde una esquina.

—No la toqué —respondo, aunque mi voz suena más como un gruñido que como una defensa.

—Pero la vas a destruir, ¿verdad?

—Ella viene incluida en el paquete- miro por la ventana - Es una Villalba.

—Pero no una cualquiera.

—No —admito Es un incendio con piernas. Y lo peor… es que parte de mí quiere quemarse.

—Y otra parte quiere verla arrodillada, suplicando que termines lo que empezaste —murmura mi amigo, y yo asiento sin palabras.

esto no es un juego. Es una bomba de tiempo. Y cuando explote, no habrá familia, ni apellido, ni tierra que se salve del fuego.



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En el texto hay: ranchos peleas, emociones y mas, nitanbueno

Editado: 20.08.2025

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