Oscar Villalba
—¿Qué quieren decir con que hay otro sabotaje? —golpeo la mesa con el puño cerrado. El temblor en las manos no es de miedo. Es rabia. Indignación. Humillación.
Miguel Ángel entra apurado, papeles en mano.
—Cortaron el riego del campo sur. Fue intencional. Las cámaras no captaron nada, alguien las desconectó.
—¡Otra vez! —grita papá desde el fondo del despacho— ¡Nos están acorralando como perros!
—No —digo con los dientes apretados—. Nos están dejando un mensaje.
—¿Y cuál sería ese mensaje? —pregunta Miguel Ángel.
—Que no estamos a salvo. Que nos quieren quebrar de adentro hacia afuera.
Miro a Stefany, que escucha todo desde la puerta. Tiene los labios apretados, los puños cerrados. Sabe lo que yo sé.
Y sabe quién está detrás.
Stefany
—Tenés que tener cuidado —me dice Gema en voz baja mientras caminamos hacia el pueblo— Si sabés que fue él, no lo busques más.
—No necesito tu permiso para enfrentar a un cobarde —respondo sin mirarla.
—¿Y qué esperás conseguir? ¿Una confesión? ¿Una bala?
—Una grieta. La mínima rendija por la que pueda colarme y acabar con todo esto.
Caminamos hasta la plaza del pueblo. Hay feria hoy. Gente, Música y Niños corriendo. Como si el mundo no estuviera cayéndose a pedazos.
Y entonces lo veo.
Mauro Duarte. Solo.
Con una camisa blanca arremangada, apoyado contra su camioneta, comiendo una manzana como si fuera el dueño del universo.
Y claro… para él, lo es.
Gema me toma del brazo, pero ya es tarde.
Camino directo hacia él. Sin pensar. Sin respirar.
—No pensé que frecuentaras eventos familiares —le digo.
—Y yo no pensé que alguien con tu temperamento pudiera caminar entre niños sin gritarles.
—¿Viniste a ver qué tanto daño hiciste? —le disparo con la mirada.
—No, vine a ver qué tanto más podés aguantar antes de quebrarte.
Me acerco. El corazón me golpea las costillas. Él me observa con una calma que me estresa.
—Todo lo que estás haciendo, Mauro, va a volverse en tu contra.
—¿Estás segura de que soy yo?
—No hay nadie más tan cobarde- me giro para volver con gema pero me vuelvo a mirarlo - solo un cobarde hace todo por la espalda.
Él se ríe. Bajo. Cruel.
—¿Y vos tan valiente? ¿La niña rica que volvió al campo a jugar a ser fuerte? No sabés lo que es sufrir de verdad.
—¿qué sabés de mí?
—Lo suficiente para ver que te escondés detrás de un apellido… pero estás más sola que nunca.
Las palabras me atraviesan. No por lo que dicen, sino porque son ciertas. Y lo odio más por eso.
—No me conocés —susurro.
—No todavía —responde.
Nos quedamos en silencio. Mirándonos. Respirando el mismo aire denso. Cada vez más cerca. Cada vez más al borde.
—Te juro que voy a descubrir todo lo que hiciste —le digo.
—Y cuando lo hagas, Villalba… ¿vas a querer matarme o vas a querer salvarme?
Sin más me voy dejandolo solo pero sus palabras se van conmigo ¿ Que aras Stefany?
Mauro
La dejo ir. Por ahora.
Porque sé que su furia es como un cuchillo sin mango. La va a lastimar antes que a mí.
Pero cada vez que la miro, hay algo que se tuerce en mi pecho. Algo que ni siquiera mi sed de venganza puede enterrar del todo.
Stefany Villalba es mi enemiga. Pero también es el infierno que quiero tocar con las manos.
Y eso, en esta guerra, puede ser mi mayor debilidad.