†love of enemies†

Capitulo 9

El rancho está en total silencio, parece abandonado. La noche es la mejor para pensar, pero sobre todo para compartir con la soledad. Las estrellas se ven particularmente hermosas esta noche… o tal vez es que desde hace mucho no me tomo un minuto para mirarlas.

Mi vida, en los últimos años, ha estado llena de baches, uno más grande que el otro: el trabajo, la carrera, el compromiso fallido, la falta de amor y apoyo. Supongo que mucho de lo que pasó lo provoqué yo, o lo merecía, por ser tan arrogante y sobrada. Creía que mi apellido y mi posición económica me hacían más que los demás; darme cuenta de que no, me golpeó fuerte. Solo era una princesita que con estirar la mano lo tenía todo, sin esfuerzo propio. Esa verdad me llevó a la soledad, que en ese entonces veía como un castigo. Cada noche pesaba volver a mi departamento y descubrir que la gente estaba a mi alrededor solo por mi familia, no por lo que yo era, sino por lo que podía dar… todos, menos mis dos únicas amigas.

Suspiro y me cubro con la manta; las noches en el campo son frías. Miro a lo lejos y veo una sombra en la entrada. Me acerco al barandal, no es cualquier figura… es él. Retrocedo por instinto. No puede estar aquí, y menos a esta hora.

—Me estoy volviendo loca —murmuro, entrando a mi cuarto y cerrando con seguro el ventanal. Mi mente me debe estar jugando una mala pasada.

Me acuesto intentando dormir, pero el miedo de que él realmente me haya encontrado no me deja cerrar los ojos en toda la noche.

---

5 a.m.

Todo el rancho está despierto: los trabajadores van y vienen, las del servicio limpian, mi hermano ya está en su despacho… y yo sigo sin dormir. Me pongo las botas y bajo. Al llegar a las escaleras escucho gritos desde la oficina de Óscar.

—¡No me interesa! —se le oye decir—. ¿Cómo puede ser? ¡Tenemos gente cuidando! ¿Dónde estaban?

Del otro lado alguien responde mal, y él corta la llamada con brusquedad.

—¿Qué sucede? —golpeo la puerta.

Me mira cansado y se deja caer en la silla.

—Sabotearon la producción —dice al fin.

—¿Qué? —abro los ojos incrédula mientras entro—. ¿Cómo? Los compradores esperan eso este mes.

—Lo sé —su voz suena apagada—. Stefany, déjame solo un rato. Tengo que encontrar una solución.

—Puedo ayudar —ofrezco.

Él niega con la cabeza, señalando la puerta.

—La encontraré. Como siempre. Ve a desayunar.

Me muerdo la lengua para no discutir y cierro la puerta detrás de mí. Él siempre lo soluciona.

Camino tranquila hasta la cocina, evitando el comedor donde ya desayunan mis padres.

—Marta —susurro desde la puerta.

Ella se gira.

—¿Y Gema?

—Se fue temprano con Miguel Ángel a la empresa —respondo.

Marta me sirve una taza de café.

—¿Estás bien? No dormiste en toda la noche.

—¿Cómo lo sabes?

—Nunca apagaste la luz.

Asiento, tomando un sorbo.

—¿Qué sucede?

—Problemas con la soledad… —admito.

Ella señala la silla junto a la suya. Me siento.

—La soledad es buena, mi niña —dice—. Te enseña a no necesitar compañía, sino a elegirla.

Me quedo callada, mirando la pared. En parte tiene razón, pero también… nadie quiere estar conmigo.

—No lo pienses demasiado —añade.

—Ahí está el problema, Marta. Hace mucho dejé de pensar. Hace mucho dejé de estar con otros.

—Lo sé —asiente—. Lo que pasaste no fue fácil, pero lograste salir. Y eso no cualquiera lo hace.

—De alguna forma lo merecía. Me fui de aquí creyendo que este lugar me quedaba chico, pero la realidad es que siempre me quedó grande. Debí terminar la carrera y volver, pero me encapriché con otra vida.

—Mi niña —me abraza, y dejo que su calor me envuelva—. Siempre podrás volver a tu hogar, no importa qué.

—Lo sé —respondo, sintiendo un poco de calma por primera vez en mucho tiempo.



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En el texto hay: ranchos peleas, emociones y mas, nitanbueno

Editado: 17.09.2025

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