Era una noche lluviosa, donde las gotas caían cada vez más grandes y los relámpagos iluminaban la oscuridad nocturna.
Menudo lugar para andar dos personas en una calle bajo semejante aguacero. Mas estaba predestinado que algún día se encontraran, y no había mejor noche que ésta.
Las gotas golpeaban el paraguas, resbalándose hasta tocar el suelo. Un chico, caminando sin prisa aparente, seguía su camino.
Las gotas golpeaban la cabeza de una chica hasta tocar sus pies, con mucha prisa, seguía su camino.
Como un relámpago ambos se encontraron en la misma calle.