Love Sonets

Capítulo 1. Recuerdos tormentosos.

Carol.

–Por favor… déjame sola… –supliqué con las lágrimas humedeciendo mis mejillas, tratando de huir de ellos.

–¿Ahora si quieres estar sola? Que extraño, no parecía, cuando te descubrimos con Tyson –respondió la chica castaña con emoción, acercándose con otras tres chicas, que me miraban con burla.

–N-no es lo que creen… no hay nada entre él y yo… sólo me pidió unas notas –expliqué rápidamente, temiendo por mi seguridad.

–¿Crees que vamos a creer en tus mentiras? Puede que esa niña las crea, es demasiado ingenua, para estar con alguien como tú. ¿Quién querría ser amiga de una huérfana, de alguien que sólo se dedica a mentir y engañar?

–N-no… yo no…

–Creo que es tiempo de darte la lección que mereces, ¿no lo creen? –les preguntó a sus compañeras, antes de abalanzarse hacia mí, con algo filoso entre sus manos, mientras suplicaba que me dejarán en paz.

Luego de tener ese recuerdo en sueños, abrí los ojos con lentitud. Parpadeó un poco, observando lo que tengo alrededor. Cuando terminó mi recorrido, suelto una bocanada de aire, cerrando de nuevo los ojos. ¿Por qué cada mañana es lo mismo? ¿Siempre voy a despertar con este hueco en mi pecho?

Tomó el celular de la mesa de noche, fijándome en la hora. 2:30 de la madrugada. Suspiró y salgo de la cama, tomando la decisión de ir por un vaso de agua a la cocina, pero mi mirada choca con el reflejo que me ofrece el espejo que tengo en la habitación. Me detengo y me observó con fijeza.

¡Cómo ha pasado el tiempo! Antes era una chica desgarbada, sin gracia alguna, y ahora, los hombres hacen fila para salir conmigo, aunque sea una noche. Mi clavícula pica y arde, haciendo que mis dedos vayan a esa zona, acariciando con ligereza mi tatuaje. Sacudo la cabeza, saliendo de la habitación para ir a la cocina por mi vaso de agua.

Al regresar, ignoró mi habitación, caminando hacia mi estudio. Al abrir la puerta, el olor a pintura seca me envuelve, haciéndome sentir más tranquila. Mientras bebo un poco de agua, observó las últimas pinturas que he hecho. Pensé que mi etapa de dolor se había ido, pero ha vuelto con mayor fuerza, sobre todo, por las fechas próximas del mes, que me traen tantos recuerdos.

No es el mismo dolor de antes, este era distinto, uno que tenía nombre.

Jhoath Elizabeth Jensen.

Ella siempre fue lo opuesto a mí. Muy alegre, muy fuerte, muy carismática, ella era la luz, pureza y alegría que necesitaba. Recuerdo bien cuando llegó a las clases particulares que tomaba después de la escuela, cómo me defendió de esa chica que tanto abusaba de mí, aun cuando era siete años menor que nosotros, ese día, la vi como mi héroe.

A pesar de mi actitud fría, oscura y amargada, ella nunca se fue, nunca se rindió en enseñarme lo mejor de mí. Sonrió con nostalgia, recordando cada momento que viví con ella, hasta ese día. Un ligero estremecimiento me sacude. Muchos dirán que fue la cobardía lo que me impulsó a hacerlo, pero no conocen la tortura del miedo, desesperación e ira, no saben lo que viví hasta los diecisiete años, no conocen mi dolor.

En ese momento, en ese punto exacto de mi vida, fue la decisión correcta, y es un pensamiento que nunca nadie arrancará de mí. Fue un nuevo comienzo, una oportunidad para escapar del dolor que me estaba consumiendo lentamente. Dejó el vaso vació en una mesa, dando unos pasos hacia un sofá, sentándome mientras volvía al pasado.

Nací en Londres, donde viví hasta los diecisiete años, con ayuda y soporte de mi tía, Lauren. Mi madre murió en el parto, mi padre en un accidente, fui huérfana desde bebé, pero Lauren me cuidó desde que era un bebé. Aun no sé porque no me registró como su hija, pero tampoco pienso preguntárselo.

Gracias a esa etiqueta, fui blanco de burlas, desprecios y abusos. Nunca olvidaré cada insulto, cada apodo, cada golpe, cada herida que debía curar a espaldas de Lauren, todo eso se marcó en mi piel. No habló sólo de las cicatrices que descansan en ciertas áreas de mi cuerpo, habló también de las heridas en mi alma, en mi corazón.

Allison Banks fue la peor de todas.

Ella nunca se cansaba de golpearme, de insultarme, de marcar mi piel de muchas formas, ella fue mi peor pesadilla. Mi físico nunca ayudó a aminorar esas burlas. Mi cabello completamente negro, lacio y corto, ya que no me gustaba peinarlo en exceso. Mis dientes eran muy grandes, mis ojos verdes que, en ocasiones, parecían marrones.




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