“No se puede encontrar
A quien no quiere ser encontrado”
Isabel Allende.
−Chicos y chicas, él es Peter – presentó la preceptora. El tiempo había evaporado como agua al sol.
−Hola, soy Peter y vengo del colegio Julio Roca – se presentó. Era un chico muy alto, cabello oscuro, espalda ancha, ojos marrones. Nadie le respondió, los grupos estaban formados ya hace mucho, a nadie le interesaba socializar con nadie nuevo.
−Siéntate, Peter –solicitó la preceptora – Elizabeth, Olivia, hablen con él. Explíquenle el funcionamiento de la institución, los horarios – ordenó – Peter – se dirigió al muchacho –Elizabeth es nuestra mejor estudiante desde siempre, para que puedas tener tus apuntes completos, tenés que pedírselo a ella y a Olivia, tenés que pedirle que te sume a los grupos de la escuela – l mujer salió como un rayo a supervisar otros cursos.
−Hola, Peter. Mucho gusto –lo saludó –mi nombre es Elizabeth. Tan pronto como entre el docente a cargo, pediremos permiso para poder llevarte a conocer las instalaciones de la escuela.
− ¿Puedes ir prestándome tus cuadernos? – solicitó.
−Claro.
Olivia agregó al nuevo compañero de curso al grupo. Elizabeth no habló con él mucho más al principio, estaba ocupada tratando de salvar a Dylan, quién terminó por perderse y ser tragado por la tierra.
−Hola ¿qué tal? – llegó un mensaje de Elizabeth –Soy Peter.
−Hola Peter – respondió ella unos minutos después.
− ¿Cómo sabes que soy yo? – el muchacho estaba sorprendido.
−Pusiste “soy Peter” – Lizi se reía del otro lado de la pantalla, porque o creía que existiera una persona más distraída que ella, y es que, a veces, vivía en las nubes.
−Ah. Saqué tu número del grupo.
−Lo supuse− ¿de qué otro lado podía haber salido?
− ¿Podrías prestarme mañana las carpetas de historia y geografía? – consultó.
−Mañana te las llevo – ya le había prestado otras dos, el chico la había devuelto en tiempo y forma ¿por qué iba a negarse?
Elizabeth creía que todo había terminado ahí, pero, diez minutos después, un nuevo mensaje llegó –En realidad, quería hablarte. Me pareces una piba genial – lanzó Peter.
−Vaya ¡No esperaba eso! – la chica, fue muy sincera. Ella no esperaba eso, porque siempre estaba metida en su mundo, en sus cosas, o estaba ocupada reclamando que la escuela cumpliera con cosas básicas, como sillas y mesas, peleando porque llevaran a cabo la copa de leche que era una obligación que la escuela tenía que cumplir con algunos estudiantes o a lo mejor, estaba leyendo o estudiando, sin notar que aquel chico tuviera un especial interés en ella.
Así sacaba de su mente, por cortos ratos, que Dylan desapareció de su vida como si se lo hubiese tragado la tierra, como si nunca hubiese existido, y el amor que sintió por él, no fuera más que una ilusión. Pero pronto, las amabilidades que Peter se tomaba comenzaron a encandilarla, definitivamente, Elizabeth era un poco ilusa, creía en las buenas intenciones y en la bondad de las personas, además, tenía una sutil tendencia a sentir más cariño del que se puede merecer.
Pronto Peter consiguió su lugar en el instituto, con los chicos más populares de la escuela. Mientras que Elizabeth era del grupo de los nerds, presidentes de clase, el chico nuevo era de los rugbiers, de los que todos quieren ser amigos. Cuando Dylan estaba en el grupo, incluso eran llamados Los marginados, pero, terminaron de perder esa categoría con su partida. Ese año, la creatividad de Lizi se disparó y comenzó a ser aconsejada por Lorena, la profesora de arte, quien comenzó a exponer trabajos de la muchacha.
Hablaban de la vida. Elizabeth, en general, es más de las personas que tienden a escuchar, más que a hablar. Sabía que el padre de Peter se marchó cuando él era un bebé. La madre de Peter era alguien amorosa, pero, trabajaba demasiadas horas. Los fines de semana, él se marchaba a practicar deporte o a competencias y entrenaba muy duro los demás días. Amaba la música, cantaba, tocaba el piano y la guitarra. Pronto comenzó a destacar en educación física, tanto como en música. Lizi era muy buena en esas áreas también, así que no era el típico cliché de ser nerd.
−Te observé hoy – envío el chico.
−…− la chica no sabía a qué se refería el jovencito.
−y, estabas hermosa. Me gustan mucho tus mejillas rosadas.
−No seas tonto –Elizabeth estaba absolutamente nada acostumbrada a los cumplidos, nunca logró acostumbrarse a ellos y, como la conozco tan bien, más que a mí mismo, puedo decir que es una de las únicas cosas en el mundo que la dejan sin respuesta.
−Tengo que irme a entrenar – avisó Peter – pero, antes, quiero mostrarte una canción que estuve practicando para el acto escolar– le envío un audio, en el que este chico cantaba un fragmento de la canción “Lluvia al corazón”.
La canción decía ¿por qué lloras mí amor? ¿qué te fluye en la piel? Te despiertas en el llanto con espantos de dolor. Son los monstruos del ayer, son tus miedos corazón, sabes bien que yo te amo y te pido tengas fe. No sufras más, eres la mariposa que vuela hacia el huracán. Cuéntame de tu pesar, suelta todo tú dolor, dímelo.
Amor…un huracán y una mariposa, llegan se dan la cara en medio de la mar.
Lluvia de esperanza, lluvia al corazón, siempre ahí estaré, no te fallaré, desde el cielo lluvia al corazón, sol que lanza la esperanza, la esperanza y la luz. No importa lo que pase, no importa jamás, no, no, lluvia al corazón.
Fluye la desilusión, muda desesperación, pero todo tiene alivio, menos el decir adiós.
Y si te vas así, yo moriré, y te amarras a tu piano y te vas a la alta mar, y te quieres escapar, y te quieres diluir…
Era la primera vez que quería tener esperanzas sobre algo, sobre alguien. No se sentía fea, no tenía que cuidar a alguien como si fuera un niño chiquito, no era menospreciada.