Loving Me Was Your Crime

Capitulo 1

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Narra Bloody:

Era una noche tranquila, sin tanto calor. Estaba aburrido, buscando una víctima a la que torturar. De repente, noté una leve luz en el cuarto superior de una casa antigua. Trepé al árbol que estaba frente a la ventana y observé un cuarto no muy grande. Había una computadora encendida, con dos ventanas abiertas: una mostraba un programa de dibujo y la otra, una imagen del creepypasta del Moderador.

Bien... otra víctima que tendrá el honor de conocerme en persona.

Intenté abrir la ventana, pero estaba herméticamente cerrada.

Mierda... ahora tendré que entrar por abajo.

Tras asegurarme de que la ventana no cedería, bajé del árbol y rodeé la casa. Perfecto, había una puerta trasera... y, para mi suerte, estaba abierta.

¿Qué clase de personas dejan la ventana cerrada pero la puerta trasera abierta?

La casa estaba sumida en la oscuridad, pero mis ojos se acostumbraron con facilidad. Tras revisar un poco la planta baja, subí las escaleras. En el siguiente piso había tres puertas. Una estaba abierta.

El baño, supuse.

La segunda, entreabierta, dejaba ver una cama matrimonial con dos personas durmiendo pacíficamente. La tercera estaba cerrada, pero una delgada línea de luz se filtraba por debajo. Me acerqué lentamente. Era hora de comenzar la carnicería.

Al entrar, vi a la derecha la computadora, y a la izquierda, una cama desordenada. Las sábanas en el suelo, montones de ropa, envoltorios de comida, accesorios desperdigados. En medio del caos dormía una chica. Era hermosa, tengo que admitirlo. Dormía con el rostro sereno, pero sus ojos aún conservaban el rojo de haber llorado. Las marcas del llanto seguían en sus mejillas. En su mano sostenía una pequeña pieza metálica. Me subí a la cama y me acerqué a su rostro. De cerca era aún más hermosa.

Abrió los ojos lentamente. Por un instante se quedó pasmada al verme, pero luego se calmó.

—Ni siquiera gritaste. Buena chica —dije con una sonrisa que, seguramente, no pudo ver a través de mi máscara.

—Bloody Painter... —susurró apenas audible—. Si vas a matarme, hazlo rápido. Pero que no duela.

Volvió a cerrar los ojos de una forma que me hizo reír.

—Ya veo —dije con picardía—. ¿También quieres un beso, bonita?

—Quítate de encima mío, pervertido —respondió empujándome con fuerza suficiente para echarme de la cama.

—Oooh, vamos, linda, no te enojes. Solo quiero verte morir.

Reí de forma psicopática, alzando el cuchillo cerca de mi rostro.

—No eres el único. Yo también quiero morir. Mis padres estarían completamente de acuerdo con que me mataras —dijo frotándose los ojos como una niña, mientras se sentaba en la cama.

Esa frase me desconcertó. Bajé el arma y la observé fijamente.

Vamos... no digas esas cosas feas. Es aburrido.

—¿Entonces por qué no me matas de una vez? Yo no te pedí que invadieras mi casa, entraras a mi cuarto y me despertaras solo para decirme que me quieres matar.

Un ruido la interrumpió. Rápidamente se metió en la cama. Yo me escondí en el armario, dejando una rendija abierta para mirar.

Entró una mujer. Supuse que era su madre. Observó la habitación en silencio y luego empezó a maldecir en voz baja.

—Dios mío, siempre haciendo estas cosas... Ya terminó la Universidad, debería dejar de holgazanear y buscarse un trabajo. Deja la computadora encendida y duerme destapada. Vaya desgraciada... ¿quién cree que paga la luz y las medicaciones? Si quiere seguir viviendo aquí, más vale que se comporte.

Apagó la computadora, la tapó con una manta y murmuró:

—Debería dejar de hacer estas cosas...

Y se fue, cerrando la puerta tras ella.

No sé por qué, pero me dieron ganas de bajar y romperle la cara. La chica se levantó, se acercó al armario y abrió la puerta.

—Ya lo sabes todo. Puedes irte —dijo con una tristeza que se sentía como un nudo en la garganta.

Vi marcas en su muñeca. Sangre fresca. Entonces entendí lo que tenía en la mano mientras dormía.

—Me iré... pero volveré. Y terminaré con esto —le dije, sonriendo.

—De acuerdo. Pero te vuelvo a pedir que lo hagas rápido. Y sin dolor —dijo mirándome directamente.

—Lo que quieras, princesa... ¿cómo te llamas? —pregunté, sin poder apartar la vista de sus ojos almendrados.

—Ellie —respondió, con una sonrisa vacía tan triste que por poco me dieron ganas de abrazarla. Pero me contuve.

—Adiós, Ellie —le sonreí. Ella abrió la ventana para que me marchara—. Cuídate. No dejes que esas personas te lastimen.

—Ya lo hicieron. Ahora solo intento aguantar... aunque me lo recuerdan todo el tiempo. Lo que soy. Y lo que necesito dejar de ser.

Me miró. Salté al árbol frente a la ventana, y ella la cerró.




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