Narra Ellie:
La verdad, me sorprendió que Helen se tomara la molestia de curarme. Pero lo que realmente me molestó fue el modo en que lo hizo.
—No tienes que dar las gracias... —me dijo.
Ok, ¿entonces para qué me lo echas en cara si no lo hago? ¡Decídete! No entiendo nada.
Cuando salió del cuarto dando un portazo, me levanté lentamente de la cama, con cuidado de no mover demasiado la venda. Caminé hacia el espejo detrás de la puerta del armario.
Wow... sí que estaba hecha un desastre. Mi rostro demacrado, los ojos aún hinchados por tanto llorar... parecía una versión rota de mí. Pero eso era lo de menos ahora.
No quería cruzarme con Helen, así que en vez de ir al baño frente a su habitación, bajé al de la planta baja. Me lavé las manos con cuidado, evitando mojar la venda, y me enjuagué un poco la cara. El agua fría me ayudó a recuperar algo de claridad mental.
Ya más tranquila, volví a mi cuarto sin hacer ruido. Necesitaba desconectarme, y sabía exactamente cómo hacerlo: dibujar.
Siempre había amado dibujar. En la computadora, en papel, incluso en ese rincón oculto de la pared que mi familia nunca miraba. Últimamente me había dedicado más en digital; me gustaba la libertad de pintar sin límites ni manchas reales.
Me senté en mi silla frente al escritorio, conecté la tableta, y abrí el programa SAI. El archivo que se cargó era uno que había estado trabajando hacía días: un fanart de Ticci Toby. Su pose tensa, el hacha en una mano, y su mirada vacía me parecía inquietante, y justo por eso me encantaba.
También tenía otro dibujo empezado de Slenderman, con su figura delgada entre sombras distorsionadas, pero no estaba segura de cuál terminar.
—Le faltan sombras... pero no sé dónde más ponerle —murmuré, frustrada.
Pensé en Helen. Le gustaban estas cosas también, ¿no? Él sí entendía esa estética.
Fui a su cuarto, dudando un poco. Iba a tocar, pero pegué una oreja a la puerta.
Silencio.
—Debe estar dormido —pensé.
Giré el picaporte con cuidado, empujando apenas. Helen estaba tirado de costado en la cama. Dormía, su respiración era tranquila. La luz de la ventana dibujaba sombras suaves en su rostro. Me acerqué. No sé qué me impulsó, pero me acosté a su lado, abrazándolo suavemente por detrás. Cerré los ojos, escondiéndome en su calor.
Él se movió un poco, murmurando.
—¿Elli? —dijo entre sueños— ¿Qué haces aquí?
—Y-yo... —dije, sin saber qué decir exactamente.
—... ¿Estás bien?
—Sí. Solo... quería saber si podrías ayudarme con un dibujo —respondí rápido, para desviar la atención.
—¿Un dibujo? —repitió, aún somnoliento.
—Sí. No me convence cómo está quedando. Me vendría bien una segunda opinión con las sombras —dije, bajando la mirada.
Helen se sentó, bostezando.
—Está bien. Vamos.
Narra Helen:
Me levanté, aún medio dormido y confundido, pero la seguí hasta su cuarto. Al ver la pantalla, me sorprendí. Era un dibujo muy bien hecho. Ticci Toby, claramente. Y no era el único archivo; también tenía uno de Slenderman (el operador) en proceso. No lo esperaba de Ellie… pero en cierto modo tenía sentido.
—Están buenos... —comenté, sincero.
—Pero les falta algo. No sé… no logro dar con las sombras. ¿Me ayudas?
Asentí y me senté frente a la tableta. Era raro al principio, pero no tan diferente al lápiz.
Ella se sentó a mi lado, tan cerca que sentía su respiración. Me concentré en marcar los contrastes de luz en el fondo y los pliegues de la ropa. Era fácil perderse en eso.
—Así está mucho mejor —dijo Ellie, mirando con atención—. Ahora sí tiene profundidad.
—Tenías la base muy bien hecha. Solo necesitaba un poco más de contraste.
Nos miramos en silencio. Había algo… cargado en el ambiente. Algo que no sabíamos cómo nombrar. Pero estaba ahí.
—Ellie… —murmuré.
Ella no respondió, pero su mirada cambió. Ya no tenía ese brillo inquieto de hace un rato. Se había vuelto más seria.
Bajé un poco la vista.
—Sobre antes… cuando te curé y me exalte… lo siento.
Ella frunció apenas el ceño, confundida.
—No estaba enojado contigo. En realidad… estaba enojado conmigo. Por no saber qué hacer, por no saber cómo ayudarte del todo sin sentir que lo hacía mal.
Guardó silencio. Me arriesgué a mirarla.
—No me gusta verte herida, Ellie —agregué, en voz baja—. Y me frustra no poder protegerte.
Ella respiró hondo. No dijo nada enseguida, pero sus ojos ya no parecían dolidos.
Asintió, apenas, sorprendida por mi sinceridad, y me miró en silencio. Su expresión se suavizó.
—Gracias por decirlo… y por ayudarme hoy. Con todo —susurró.
Nos quedamos mirándonos un segundo más. Largo. Silencioso. Pero todo estaba dicho. Y lo que no, se sentía en el aire.
Me incliné un poco hacia ella, apenas lo suficiente como para que notara lo que quería hacer, y no se apartó. Ella también se acercó, lenta, como si el momento le perteneciera. Nuestras frentes rozaron por un instante, y luego, nuestros labios se encontraron.
Fue un beso lento, tímido al principio. Como si ambos necesitáramos confirmar que era real. Que no era un impulso.
Pero cuando sentí su mano sobre mi brazo, me dejé llevar. Apoyé mi palma suavemente sobre su muslo, no con deseo, sino con ternura. Solo para sostenerla. Para hacerle saber que estaba ahí.
Ella no se alejó. Al contrario, se acercó un poco más, como si ese espacio entre nosotros ya no tuviera razón de existir.
El beso no duró mucho, pero cuando nos separamos, todo era distinto. Como si algo invisible se hubiera alineado. Como si ahora nos entendiéramos mejor… sin tener que explicarlo.