Narra Helen:
—Ehm… Ellie, por favor dile a Helen que... —dijo una voz femenina detrás de mí.
Me giré justo a tiempo para ver a una mujer en la puerta.
—Oh… yo no quería interrumpir. Ehm... bueno, me retiro. Solo quería decirte, Helen... que tu comida ya está servida —agregó con torpeza, y luego cerró la puerta.
Volteé a ver a Ellie. Estaba completamente sonrojada, mirando fijamente al suelo.
—Bueno... será mejor que bajes a comer. Yo tengo que hacer algunas cosas —dijo, poniéndose de pie mientras esbozaba una sonrisa nerviosa.
Yo, en cambio, estaba demasiado frustrado como para decir algo. Me levanté de la silla y salí de la habitación sin mirarla. Me dirigí al comedor, donde me esperaba un plato humeante sobre la mesa. Me senté en silencio y comencé a comer, tratando de calmar mis pensamientos.
Cuando iba por la mitad, la madre de Ellie se sentó a mi lado. Sentí cómo se me tensaba el cuerpo al instante.
—Así que… ¿ya lo han hecho? —preguntó de pronto.
Me atraganté con el bocado que estaba tragando. Tosí y ella me dio unas palmadas en la espalda.
—¿Q-qué quiere decir? —balbuceé cuando recuperé el aliento—. N-no, claro que no. Además, ¿por qué lo haríamos?
Fue una pregunta estúpida, lo sé. Pero en esa situación, era lo único que se me ocurrió.
—Pues... porque son pareja, y eso es lo que hacen las parejas —dijo mirándome directamente. Al ver que no respondía, continuó—. No tienes que decirme si no quieres.
Y no lo haré.
—Solo te pido que uses protección.
Volví a atragantarme. Pero esta vez, cuando recuperé el aliento, ella ya se había levantado y se había ido. Como si nada.
Diablos… esa mujer es un problema. Será mejor que me aleje de ella lo más pronto posible.
Terminé la comida en silencio, con la incomodidad aún pegada a la piel. Me levanté de la mesa y regresé a mi habitación. Entré, cerré la puerta y le pasé el seguro.
Abrí el armario y tomé el cuchillo que había estado escondiendo al fondo, por si acaso. Me puse la máscara y la sudadera azul que Ellie me había dado, guardando el arma en el bolsillo. En el pecho me coloqué el pin amarillo sonriente. Mi sello.
—Listo. Hora de divertirme un rato —murmuré para mí mismo.
Salí por la ventana y salté, cayendo con la agilidad de un gato. El aire frío me despertó por completo.
Hace mucho que no paso por la Creepyhouse… seguro ya me echan de menos, pensé.
Tomé un atajo por un callejón estrecho rumbo al centro de la ciudad. Mientras caminaba, escuché pasos en la oscuridad. Me pegué a la pared y contuve la respiración. Los pasos se alejaron poco a poco. Cuando estuve seguro, retomé el camino sin mirar atrás.
No quería armar un escándalo, y menos en pleno día. Apuré el paso. Pronto llegué a la entrada del bosque.
Ahí todo volvió a sentirse familiar. Silencio, sombra, naturaleza. Avancé por el mismo sendero de siempre, uno que conocía de memoria.
Después de caminar cerca de media hora, divisé a alguien bajo un árbol. Estaba sentado… o sentada, no lo distinguía bien desde donde estaba. Me agaché y me oculté detrás de un tronco, sacando el cuchillo del bolsillo de la sudadera. Me acerqué poco a poco, moviéndome entre los árboles como una sombra.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, me detuve.
La persona no estaba leyendo un libro, como creí al principio. Estaba… dibujando.
Sus trazos eran suaves pero firmes. Estaba coloreando un paisaje del bosque con lápices pastel, usando tonos cálidos: naranja, amarillo, un poco de marrón. El dibujo era hermoso. Increíblemente detallado. Me quedé observando sin moverme, cautivado por la forma en que sus dedos daban vida al papel.
Entonces, se giró.
Y me congelé.
Era ella.
Era Ellie.
Pero… no era la Ellie que yo conocía.