Lú-Anne

Lú-Anne

“Para el alma que ella dejo de guardia permanente;

como una lucecita encendida, bajo las rotas columnas;

entre la nada y el sueño. Para que el universo sepa de nosotros

lo que no han de contar mágicamente las hadas”.

 

Lú-Anne

Acaso está lloviendo también en tu ventana; taciturnamente así, es una lluvia lenta en el atardecer, tan lenta que hace daño, porque casi no llueve ni deja de llover. Las gotas tenues, nublan y llenan mis ojos olvidados del contento, rebosándose para disiparse en el cielo azul. Al llegar el otoño, la luz se pierde como un espejo roto; pero ah de llenar secretamente un atardecer de amargo hastió.

Y es que eres tú, Lú; la responsable de todos mis dulces sueños. Hoy la magia del clima nos sorprende, convirtiendo las hojas verdes, en los troncos secos del olvido; ayer soñé contigo y en mi esperanza cobarde, tus ojos se depositaron sobre los míos. En tus luceros oscuros, hay futuros que yo desconocía, y en semejanza cordial, deposito mis manos vacías; aún recuerdo trémulo lo que me dijiste con el eco de tu voz … “Para tu amor temprano ya es demasiado tarde”… naúfrago de espanto y pena se somete mi alma, ya tu no voz no tiene el eco; se siente la bruma de tus ojos huraños, y en mi corazón intranquilo se oye un sobresalto y un bamboleo de melancolía.

¿Y es que acaso es, porque te amé de lejos? Como a una estrella que brilla tan lejana, como el sol a la enigmática luna, como los viejos libros esperando despertar y ser leídos, y es que tal vez sea tarde; ahora con los cabellos grises y los frenéticos azares , emprendo viajes verdaderos en un sordo desacuerdo.

Lóbregamente cruzo la calle, hay cosas como el sueño que no han sido pero pudieran ser, hoy la ciudad está vacía; el frío se incrusta arduamente en el pavimento, el sendero tácitamente iluminado por las ventanillas del tren, aquel tren que se lleva algo mío; y es que son las calles vacías, motivos de un triste hastió. Distingo un árbol, sobre una alfombra de hojarasca, aquel que es removido indiferentemente por el viento, entonces con el hábito vano; miro las nubes sin pensar que te quiero.

Súbitamente, anochece; la luna suele estar callada y el ambiente mágicamente constelado, quedó inmóvil en medio del camino. Congelado de desengano y pena, y es que tu rosal está bañada de rocío, hay una buena sombra entre dos rosales, es un clavel , donde la noche duerme, y el frío intenso se pierde.

Y entonces comienzo a recordarte a ti , a tu mustia frente soñadora; a tu calor sin llamas , es de seguro que este será el último ensueño y es que hoy, con mis primeras canas, se entristecen de sombra todas las cosas bellas; y es que hoy tu vida y mi vida son como las estrellas, pueden verse juntas, estando tan lejanas…

***

Con una sonrisa lozana te conocí; una mañana de verano, y es que recorría presuroso, como el hábito sordo de un viejo marinero, las calles sin asfaltar. Llevaba conmigo una azabache y densa maleta, aquella que cargaba con gran jubilo. El día estaba eternamente sereno, el sol siempre infatigable; relucía petulantemente fluctuando gestos de desdén, las nubes siempre tenues en el verano; permanecían distantes.

Cómplice del viento, navegaba absorto por esos mustios jardines, aquellos que me dejaban embriagado por esos rencorosos aromas, sobre la rama de los árboles surgían las primeras hojas verdes bañadas de rocío. Las aves siempre con su cantar tan alegre combinaban el dulce y majestuoso contraste, produciéndole un tilteo a cualquier alma que la contemplaría. El golpe de la lluvia había deshojado lentamente las frágiles y majestuosas rosas; formando los pétalos una alfombra de perla carmesí. Estaban en el jardín diversas rosas, unas blancas, otras rojas; las rojas bañadas de vino blanco y las blancas salpicadas de vino rojo.

Y es que así apareciste tú, transfigurando el alba como una mariposa, pasando como el viento en las velas del navío cazadora de polens y viajeros; mi corazón con plena lozanía silencio su latido y se embarcó desde entonces en un sueño sonoro, del cual no puede despertar. Pasaste sin mirarme emanando una sonrisa como un dulce contraste; eran tus ojos educados como un sediento mástil, eran tus labios juiciosos como las olas del mar, y es que ella eras tú Lú-Anne, aquella que andaba con pasos lentos, y el caminar dudoso. Ese día descubrí un secreto, y fue el cariño de quererte hondo y discreto quedándome absorto de un eterno ensueño.

Yo venía entonces, de un largo y desdeñoso viaje, para encontrarme lóbregamente con mis abuelos. Ellos estaban acentuados en una vetusta morada; ubicada diligentemente a las afueras de la ciudad. Al llegar me recibieron trémulos con una mirada candorosa y afable, estrechándome dulcemente unos abrazos cálidos; esos de los que ya no hay. El emplazamiento poseía dos habitaciones, reminiscentemente marcadas; una pequeña sala de estar en el interior, acuñada al compás por errantes y apolillados sofás, quiméricas máquinas de tejer adosadas por el color del tenue metal; un veterano escritorio donde relucían los seductores libros esperando despertar ,pero sobre todo ; una culinaria cocina pintada de un rojo perla fugaz, ahí me quede yo, recordando tu lozana sonrisa en cada ocasión.




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