Era la primera vez que me pasaba. La primera de muchas. La primera en que estuviste.
—¿Que tienes, Lu?
Eras mi compañero de clase, nunca nos hablábamos, ni coincidíamos al almuerzo, ni hacíamos trabajos juntos, ni hablábamos con los mismos chicos. Pero me llamabas distinto a los demás, que siempre me hablaban de <<Luisiana>>. Eso fue suficiente.
—No puedo...no puedo respirar.
Vi el pánico en tus ojos, querías huir. Vi también la decisión, cuando decidiste quedarte.
—Te va bien en historia — me gusto que supieses algo de mí, aunque fuese una estupidez— . ¿Cuándo fue la guerra de las Coreas?
Me costó responder.
—Del 50 al 53.
—Chica lista ¿La guerra del Golfo?
—Del 90 al 91.
—¿La de Kursk?
—Fue una batalla, no una guerra. Del 5 de julio al 23 de agosto del 43.
—Pero ya puedes respirar.
Era verdad. Respiraba con normalidad otra vez. Había pasado.
—Gracias— musité.
Me diste esa jodida sonrisa. Esa que años más tarde, dónde fuera que la viese, me recordaría a ti.
—Salvar a damiselas en apuros es un pequeño hobbie.
Me moleste.
—No es necesario que te burles.
Tu cara se tornó sería.
—No me burló, lo prometo —Esa fue la primera promesa que me hiciste—. Pero la verdad me preocupaste ¿quieres que te lleve a dirección?
El pánico me inundó.
—No.
Quise huir de ahí en ese instante, y lo hice. Yo siempre fui más de esconderme en mi caparazón cuándo tenía miedo, tú de salir a pelear con uñas y dientes.