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Era la segunda vez que pasaba. Y también estuviste. Vi el miedo en tu cara cuándo me encontraste. Se que me habías estado vigilando, a veces te sorprendía viéndome mientras hacíamos las actividades o cuándo el profesor explicaba otra vez algo que tú ya habías entendido.

– ¿Lo mismo de la otra vez, Lu?

Esta vez sólo pude asentir.

Dudaste. Lo supe cuándo te pasaste la mano por el pelo, luego te las guardaste en los bolsillos y finalmente te las llevaste a la boca. Pero te quedaste, tú siempre te quedabas. Finalmente te sentaste junto a mí, en las baldosas del baño.

–Mi madre se llama Gia, es super cariñosa, a veces llega a ser sofocante – parecías rebuscar en tu memoria –, y cocina de maravillas. Mi papá se llama Matteo, él es más autoritario, pero sigue siendo un buen padre, casi siempre me da dinero a escondidas, trabaja en un taller de autos de por aquí. Y mi hermano, Giovanni, es un jodido dolor de muelas, pero tiene lo suyo. Ves estas rayas de aquí– señalaste una parte que se notaba más oscura en tu pantalón azul–, pues es su última obra de arte, mamá se ha enojado muchísimo.

Me reí. Podía respirar otra vez.