En un mundo apocalíptico donde solo estoy yo y mi gato, el silencio se ha vuelto una presencia casi tangible, pesada y sofocante. La peste de basura acumulada en las calles se mezcla con el olor a desesperación, y solo lo que me mantiene vivo es mi gato Lucas. Sus caricias son como un bálsamo para mi alma y sus maullidos, una melodía que rompe la monotonía del silencio. Mi gato Lucas es un siamés de pelaje brillante y ojos verdes que reflejan la vida que aún persiste en este caos. Ahora mismo, estoy yo y él, y eso es todo lo que importa.
El sol, implacable y ardiente, se cierne sobre nosotros con una intensidad que parece querer borrar hasta la última huella de vida, alcanzando temperaturas de al menos 38° grados. Afortunadamente, Lucas y yo no moriremos de hambre… al menos por un mes.
Al llegar a un supermercado, la soledad del lugar me golpea con fuerza. Nunca había visto un supermercado tan vacío, tan silencioso. Aunque no es que saliera mucho, ya que toda mi vida he estado enfermo. Pero desde el día que mis padres fallecieron, tuve que aprender a sobrevivir. Y no estoy completamente solo; lo tengo a él, a Lucas.
1 mes antes
10 de septiembre de 2022
"¡Buenos días, Lucas!"
Mi gato empieza a maullar con ternura y ala vez con cara que se muere de hambre.
La tos me sacude, pero le resto importancia. “No te preocupes, estoy bien,” le digo, aunque mi cuerpo no parece estar de acuerdo. “Vamos a hacer el desayuno.”
La rutina del desayuno se desarrolla entre el crujir de los huevos en la sartén y el sonido metálico de la lata de atún al abrirse. Es la última lata, un recordatorio de que incluso las cosas más simples ahora requieren un esfuerzo monumental.
Después del desayuno, me sumerjo en mi trabajo, diseñando sitios web desde la comodidad de mi hogar. Es un trabajo que me permite olvidar, aunque sea por un momento, la realidad que me rodea.
7 horas después
El alivio de terminar un proyecto se ve empañado por la extraña sensación de que algo no está bien. La ausencia de internet es el primer indicio de que el mundo que conocía está cambiando.
La noche trae consigo una tos más fuerte y una fiebre que me consume. Mis ojos arden y las lágrimas caen sin control. La oscuridad me envuelve y siento la sangre en mis manos. “¡Mierda, estoy tosiendo sangre!”
Intento tranquilizar a Lucas, pero mis palabras suenan vacías. “No pasa nada, Lucas, estoy bien…” Pero ni yo me creo. Sin darme cuenta me desplomo en el suelo...
Despierto con el cuerpo adolorido,
El amanecer me encuentra con los ojos pegajosos y un rayo de luz que se filtra a través de la ventana. El silencio es inquietante, sin los sonidos habituales de la vida cotidiana.
“Tranquilo, Lucas, estoy bien,” repito, más para mí que para él.
Me levanto y me dirijo al baño para limpiar la sangre. El reflejo en el espejo muestra a un chico delgado, de cabello castaño y mirada perdida. La pérdida de mis padres me cambió, me endureció, pero aún conservo un buen corazón.
Después de limpiarme y darme un baño, siento una renovación de energía. Pero al salir, me doy cuenta de que el mundo exterior es aún más sombrío de lo que recordaba.
Sin internet y sin señal en el televisor, la sensación de aislamiento es abrumadora. “Todo está más tranquilo de lo normal, es demasiado raro,” murmuro.
Con un mal presentimiento, decido salir a explorar. Al abrir la puerta principal, me encuentro con una escena que hiela la sangre…
Editado: 10.06.2024