Luccas es un niño muy especial, tierno y risueño, a su corta edad entendía situaciones que otros mayores no tenían la capacidad para hacerlo, entrar a una nueva escuela es un desafío para cualquiera pero más para un niño en silla de ruedas.
Desde primer grado Luccas anhelaba que al menos un día sus compañeros se acercaran a jugar con él, pero esto nunca sucedía, ya en cuarto grado su personalidad había cambiado.
Los compañeros de clase los ignoraban y no se acercaban a jugar o compartir con él, lo que lo ponía muy triste.
Cada día en el receso se lo pasaba solo, comía sus alimentos mirando como los varones corrían y jugaban por doquier, algunas niñas hablaban entre ellas mientras reían felices.
Pero Luccas siempre estaba aislado y solo, deseando que alguien hablara con él y al fin tener amigos; sin embargo, nunca pasaba.
El día del amor y la amistad estaba acercándose, Luccas le pidió a su madre no asistir ese día a clases, pues no quería ver como en años anteriores todos jugaban, comían chocolates y compartían regalos.
Su madre lo vio tan triste que decidió en su santa sabiduría comprar algunos chocolates para que los compartiera con sus compañeros, no obstante él no quería ser rechazado.
Unas semanas antes había entrado una nueva alumna a su salón de clases, su nombre era Natalia, una niña de cabellos dorados y mirada dulce.
Natalia observaba con gran curiosidad a su compañero, deseaba acercarse, pero los demás niños le dijeron que debía tener cuidado si lo lastimaba, además a él no le gustaba la compañía.
Algo en el fondo de su corazón le decía que las cosas no eran de ese modo, así que confiando en su instinto decidió que el día de san Valentín se acercaría y le brindaría su amistad sincera.
El gran día había llegado Luccas llego al colegio con una linda ropa nueva que le había comprado su madre, en su regazo traía una bolsa con varios chocolates y un obsequio para la maestra.
Desde que Natalia lo vio le dijo en secreto algo a sus compañeros, estos aceptaron emocionados y se dispersaron justo cuando el niño en silla de ruedas se acercaba, con la cabeza baja y algunas lágrimas amenazando con salir de sus ojos, suspiro pensando en alejarse, nadie nunca quería ser su amigo y todo por ser un niño discapacitado, giro su silla listo para ir al patio donde nadie lo viera llorar, pero entonces algunas risas y pasos a apresurados lo hicieron detenerse.
La niña de cabellos dorados venía hacia él con una gran sonrisa en sus labios, le entrego una bolsa de papel con muchos colores musitando unas simples pero profundas palabras.
—¿Luccas quieres ser mi amigo? —anonadado el niño, la miro por largos segundos, luego reaccionó y le entrego un chocolate.
—Claro que me encantaría —respondió emocionado, uno tras otro los niños se acercaron con algún chocolate o dulce, haciéndole la misma pregunta, las cuales respondió afirmativamente.
Desde ese día Luccas jamás volvió estar triste y mucho menos aislado, los recesos en el colegio estaban llenas de aventuras y todo gracias a la niña de los cabellos dorados que decidió ser su amiga.