Alissa.
.El silencio en la habitación se siente como una soga apretando mi cuello. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que Selené se fue, pero cada segundo se siente eterno. Mi respiración es agitada, mi mente es un caos.
Mañana.
Mañana vendrán por mí.
Aprieto los puños. No puedo quedarme de brazos cruzados, no cuando mi hermano también está en peligro. Debo hacer algo. Pero... ¿qué?. Levanto la vista y encuentro a Elías mirándome. Su expresión es un torbellino de emociones: duda, frustración, algo más que no logro descifrar.
—¿Tenés miedo? —su voz es baja, pero no fría como antes.
—¿Vos no? —mi respuesta es rápida, desafiante.
Se queda en silencio. La sombra de una sonrisa cansada aparece en su rostro antes de desvanecerse.
—Obvio que sí —admite finalmente.
.Sus palabras me sorprenden. Por primera vez, siento que no estoy completamente sola en esto. Pero el miedo sigue ahí, aferrado a mi pecho como un parásito.
Mañana. No puedo esperar a mañana. Debo actuar ahora. Las lágrimas que había estado conteniendo caen de golpe. ¿Por qué? ¿Por qué estoy tan sola?
No es solo el encierro lo que me mata. Es la impotencia. La desesperación de sentir que no tengo control. Que todo lo que quiero hacer —salir, salvar a mi hermano, encontrar a mi papá— se desvanece con cada maldita hora que pasa. Siento los brazos de Elías alrededor de mi cuerpo, Su mano sobre mi nuca apoyandome en su pecho. Hay silencio, Ni el ni yo entonamos palabra alguna, no hacen falta, el me abraza apoyandome en el, y me susurra al oído que me calme, que todo saldrá bien. No le respondo.
—Confía en mí Alissa... Vas a salir de acá aunque tenga que dar mi vida por ello.– Murmura a mi oído. Su voz tiembla ligeramente— Te lo juro. Te sacaré de acá sea como sea, Pero tenés que confiar en mí al 100%.
.Me quedo callada. ¿Porqué hace todo esto?,¿Porqué me quiere ayudar?¿Porqué se preocupa por mi?.... Apenas y me conoce. No entiendo nada. Además.. ¿Porqué pienso en el?¿Porqué me siento tan bien a su lado?¿Porqué siento que a su lado estoy segura apesar de la circunstancia en la que estoy?. La puta madre... Si no hubiera salido esa noche, Probablemente estaría ahora mismo discutiendo con mi hermano para que salga de bañarse. Él es hombre y tarda muchísimo más en bañarse de lo que yo tardo.
♤♤♤
Elias.
Salgo de la habitación dejando a Alissa con su miedo y su desconfianza clavados en mi pecho. No puedo culparla. Yo tampoco sé en quién confiar.
El pasillo está oscuro, iluminado solo por una tenue luz amarillenta. Mis pasos resuenan en el suelo de cemento mientras me dirijo a la oficina del jefe. Selené me ha dejado claro que tengo hasta mañana, pero no necesito esperar para saber qué viene después.
Cuando llego, toco dos veces y la puerta se abre con un chirrido.
—Entra. —La voz grave de Héctor me recibe.
El hombre está de espaldas a mí, mirando por una ventana cubierta de polvo. Se gira lentamente, su mirada fría perforándome.
—Selené me dijo que la chica sigue sin hablar.
Asiento.
—Es terca. Pero tarde o temprano…
—No tenemos tiempo para "tarde o temprano". —Me interrumpe con voz cortante. Se sienta en su escritorio y me observa con detenimiento—. No me hagas pensar que sos un problema, Elías.
Mis músculos se tensan. Ya sé a dónde va esto.
—Dame más tiempo. —Intento mantener la calma.
Héctor suelta una risa seca y sarcástica.
—No Sos un tarado, muchacho. Sabes qué sigue cuando alguien no colabora.
No respondo. Sé perfectamente a qué se refiere.
—Mañana, si la niña no habla, quiero que vos te encargues.
Mi estómago se revuelve.
—¿Encargarme?
Héctor me sostiene la mirada con una sonrisa siniestra.
—Demostrame que tu lealtad está conmigo, no con ella. Hazla hablar. Usa los métodos que sean necesarios. Torturala si hace falta.
Trago saliva. No puedo hacer esto. No a ella. Pero si me niego…
—¿Algún problema, Elías? —pregunta Héctor, con tono peligroso.
Niego con la cabeza.
—No, jefe.
—Bien. No me decepciones.
Salgo de la oficina con el pecho ardiendo. Me doy cuenta de que he apretado los puños con tanta fuerza que mis uñas se han hundido en mi palma.
Tengo dos opciones:
1. Hacer lo que Héctor quiere y quebrar a Alissa.
2. Traicionarlo y encontrar la manera de sacarla de aquí.
Solo hay una respuesta correcta. Pero si fallo, no seremos solo Alissa, su hermano y yo los que paguemos el precio.
. No la quiero lastimar, Por primera vez en años... Tengo, y siento la necesidad de proteger a alguien, Pero... No quiero morir por cuidar a una extraña. ¿Porqué me tengo que encariñar con ella?¿Porqué no es como las otras veces?. Donde nunca me encariñé ni dudé en usar la fuerza bruta contra alguien para conseguir lo que me piden, ¿Porqué con ella si?.
Mis pasos me llevan de vuelta al pasillo oscuro, pero mi mente está en otra parte. La voz de Héctor aún resuena en mi cabeza. Hazla hablar. Tortúrala si hace falta.
Aprieto los dientes. No puedo hacerle eso a Alissa. Pero si no lo hago, seré yo quien termine en esa habitación, atado a una silla, con Héctor supervisando cómo me arrancan cada pedazo de lealtad que me quede.
No es la primera vez que me ponen en esta situación. Antes no me importaba. Antes era fácil. Pero ahora…
Cuando llego a la puerta de la habitación, me detengo. Respiro hondo. Si voy a hacer algo, tiene que ser ahora. No hay tiempo para dudar.
Empujo la puerta. Sus ojos están rojos, pero su expresión es dura. Me ve, pero no dice nada.
—Mañana no tenés opción, Alissa. —Mis palabras suenan más frías de lo que quiero. No puedo mostrarle dudas.
Ella frunce el ceño.
—¿Qué querés decir?
Cierro la puerta detrás de mí y me acerco. Me agacho frente a ella, mis ojos fijos en los suyos.
—Si no hablas mañana… te matarán.
Su respiración se corta. Lo sabe. Lo ha sospechado todo este tiempo, pero escucharlo en voz alta es diferente.
—¿Y qué? —Su voz tiembla, pero su mirada es desafiante.
Me acerco más, mi voz apenas un susurro.
—Voy a sacarte de acá. A vos y a tu hermano.
Sus ojos se agrandan.
—¿Qué?
—Pero tenés que confiar en mí. Hagas lo que hagas, no muestres miedo. No dudes. Si Héctor sospecha que algo anda mal, estamos muertos.
Su mirada busca la mía, como si intentara descubrir si estoy mintiendo. No lo estoy.
—¿Cómo pensas hacerlo? —pregunta en un susurro.
—Aún no lo sé.
Frunce los labios.
—¿Y si te equivocas?
—Entonces asegúrate de que no muera por nada.
Silencio. Un silencio pesado, lleno de miedo, de incertidumbre.
Entonces, por primera vez, veo algo diferente en su mirada. Algo más allá del miedo.
ESPERANZA...