Alissa.
Elías se desmaya. Rompo la tela de mi camisa y presiono contra su pecho para intentar detener la hemorragia. Miro a mi padre y con lágrimas en los ojos le grito:
—¿¡QUÉ MIERDA TE PASA!? ¡¡¡¡ÉL INTENTABA SALVARME!!!! —Le digo y sigo presionando la tela de la camisa contra su pecho.
La tela está llena de sangre. Solo quiero que Elías esté bien.
—Y-yo... creí que él... Perdón... —dice Bruce con una mirada avergonzada.
—Elías, despertá... No me dejes sola. Te necesito. —Ruego con la voz quebrada de tanto lagrimear.
Elías no responde a mis súplicas. Siento un vacío muy grande en el pecho. Tomo su mano y la aprieto. Y es que... ahora me doy cuenta de cuánto me importa este tipo, de que me encariñé con él, de que me muero si le pasa algo. Me di cuenta de que me enamoré de él...
Giro la cabeza y veo a mi papá a los ojos. Con mis ojos rotos y mi voz quebrada le digo:
—Llévalo al hospital... Te lo ruego.
Papá no dice ni una palabra, pero se acerca a nosotros y toma a Elías en sus brazos, apoyándolo en su hombro, y se lo lleva. Liam se acerca a mí y me carga en sus brazos. Enredo mis piernas en su cintura y me lleva fuera de la habitación. Escucho los gritos de mi papá peleando con alguien. No a golpes, a palabras. Insultos van y vienen, verdades que ni siquiera tenía idea que existían. Cosas que siquiera imaginaba. Mi hermano dice en un murmullo:
—Alissa... ¿O yo estoy loco o papá está gritando solo?
No sé si es idiota de nacimiento o le dieron petróleo en vez de leche.
—A ver, cabeza de corcho. Papá no es tan idiota como para gritar solo en una situación tan jodida como esta. —Digo medio burlona. Es idiota este chico.
—Dejá de joder, Alissa. Es en serio. —Liam me recrimina.
Es muy idiota... pero en este momento. No sé de dónde saqué el valor, me bajé de Liam y, como pude, caminé hacia los gritos. Casi me caigo. Me sostuve de una de las paredes y ahí... vi a mi papá. Aún con Elías en el hombro.
—¿¡¡Entonces por qué mierda no lo reclamaste cuando te di la oportunidad de decir las verdades en la cara!!? —Grita mi papá—. ¡¡Bien sabías las cosas que yo había hecho y nunca fuiste capaz de reclamar nada, porque el que más tiene para perder sos vos!!.
Héctor, el líder de todo, lo mira. No le baja la mirada y tengo que admitir que su mirada es muy pero muy intimidante. Mucho más de lo que debería ser.
—Entonces digamos las verdades ahora. ¿Por qué dar más vueltas, Bruce? —Dice Héctor y me ve de reojo. Luego mira a mi papá—. Decile la verdad a tu hija. Decile que por culpa tuya, Elías se quedó sin su padre. Decile que por culpa de tu orgullo dejaste que Jackie sufra por la muerte de mi hijo y el de ella. Decile que ella no es hija tuya.
—¿Qué...?
—...hija....
Quiero llorar, pero las lágrimas no salen. Quiero gritar, pero las palabras me traicionan.
Quiero sentir algo, aunque sea rabia, pero ni eso me sale.
Quiero desaparecer, pero sigo respirando.
Quiero romper todo, pero no tengo fuerza ni ganas.
Muy en el fondo, el grito de Liam explota en mis oídos:
—¡Alissa, abajo!
No pienso, no razono, solo reacciono. Me agacho de golpe, cubriéndome la cabeza con los brazos. Un disparo sacude el aire. El grito que le sigue es desgarrador, helado, como arrancado de una pesadilla.
Otro disparo. Esta vez resuena tan cerca que siento cómo me atraviesa el pecho... pero no hay dolor. No hay nada.
Cuando levanto la vista, veo a Héctor en el suelo. Sangrando. Y detrás, veo a... ¿Marcos? Pero no, él no le pudo haber disparado a Héctor. El primer disparo fue en dirección contraria. Detrás de mi espalda, me giro y ahí, en el suelo, la veo. La misma chica que Elías atacó, en el suelo, con una bala atravesada en el pecho. Cómo le gusta estar en el suelo a esta chica, eh. Pero... entonces, ella fue la que le disparó a Héctor, y entonces, supongo que Marcos le disparó a ella.
El silencio se vuelve una losa pesada, sofocante. La sangre de Héctor se expande en el suelo como un charco maldito. Marcos baja el arma con las manos temblorosas, su respiración entrecortada. La chica que Elías atacó sigue tirada en el piso, con la mirada perdida en el vacío, el pecho subiendo y bajando a duras penas.
—Mierda... —susurra Liam a mi lado, sin poder despegar la vista del desastre ante nosotros.
Yo tampoco puedo reaccionar. Mi cabeza todavía está atrapada en lo que Héctor dijo antes del tiroteo. "No soy hija de Bruce." Las palabras se clavan en mi mente como un cuchillo oxidado. Mi cuerpo quiere temblar, pero ni siquiera eso me sale.
De repente, un gemido ronco me saca del trance. Elías. Mi corazón da un vuelco.
—¡Papá! ¡Tenemos que llevar a Elías al hospital! —grito con desesperación.
Bruce me mira con el rostro endurecido por mil emociones que no puedo descifrar. Me pregunto cuántas verdades más esconde.
—¡Muévanse! —ordena Marcos, su voz firme a pesar de todo. Mira a Bruce—. Héctor está jodido, pero Elías sigue vivo. No podemos perder tiempo.
Bruce asiente, ajusta mejor el peso de Elías en su hombro y empieza a moverse. Liam y yo lo seguimos de cerca, mi corazón latiendo tan fuerte que me retumba en los oídos. Detrás nuestro, los hombres que supongo que son de Marcos se llevan a Héctor y a la chica moribunda. No sé si quiero saber qué harán con ellos.
Al salir del almacén el aire frío me golpea la cara, pero ni siquiera eso logra despertarme de este limbo. Subimos a un auto negro y arrancamos a toda velocidad. Las luces a medianoche de la ciudad se desdibujan a nuestro alrededor. Solo puedo concentrarme en una cosa: Elías, desangrándose en el asiento trasero.
—Aguantá, por favor... —le susurro, sosteniendo su mano con fuerza.
Pero él no responde.
Liam está tenso al lado de mí. Y por primera vez, sé qué es lo que está pensando.
—¿Qué carajos acaba de pasar, papá? ¿Y por qué mierda Héctor acaba de decir que Alissa no es hija tuya?