El invierno llegó a Invierno Luz con su abrazo helado, pintando las casas de blanco y vistiendo los árboles con delicados mantos de nieve. Entre las estrechas calles empedradas, las luces de Navidad comenzaron a destellar, anunciando la llegada de una temporada única en la que el aire estaba impregnado de recuerdos cálidos y esperanzas renovadas. La neblina matutina acariciaba los tejados, revelando una capa fresca de nieve que adornaba el pueblo con su pureza. Aunque intenté alejarme lo más que pude de invierno luz, me encontraba aquí con miles de recuerdos y por un instante sentí como un nudo se formo en mi garganta, pero en algún momento tenía que enfrentarlo. Además, como le decía a mi abuela que no podía ayudarla, seria muy cruel de mi parte.
Regrese a mí pueblo natal con el corazón cargado de memorias y la tarea de iluminar no solo las calles, sino también las vidas de quienes llamaban hogar a Invierno Luz. Mis pasos resonaban en la quietud invernal mientras me acercaba a la casa de mi abuela, un lugar donde los recuerdos se entrelazaban con las sombras del pasado. Respire profundo y continue, llevaba un abrigo rojo con bufanda a juego, finalmente, llegó a la acogedora casa, donde los árboles en el jardín aguantaban con paciencia el peso del invierno.
Toqué la puerta varias veces y al abrir la puerta, un abrazo cálido me recibió, percibí una mezcla de fragancia familiar, de la chimenea y el dulce olor a galletas recién horneadas. Una lagrima adorno mi rostro.
-¡Mi niña, estás hermosa! – Dijo mi abuela con ojos llorosos.
-Gracias Abu, no llores. -Yo también quería llorar, pero fingía ser fuerte, no podía derrumbarme delante de ella.
-Son lágrimas de felicidad, mi niña, vamos a la cocina, hay galletas recién hechas, tenemos mucho que conversar. -Deje mi equipaje en la sala mientras seguía a mi abuela a la cocina, lo cierto era que olía delicioso, sin embargo, la melancolía de los recuerdos me envolvía, recordándome tiempos más simples y risas que resonaban en la distancia.
Me extendió una taza repleta de galletas horneadas, nos sentamos y empecé a degustar las riquísimas galletas.
-Abuela, hace tanto tiempo… -suspire para continuar. -Desde que me fui, gracias por entenderme y aunque delo único que me arrepiento es del tiempo que no estuve contigo.
-Tranquila mi niña, lo que importa es que estas aquí, esta navidad será diferente porque estaremos juntas, además realizaras la decoración del pueblo, sé que quedará espectacular. -Me dedico una tierna sonrisa.
- Te confieso que he extrañado este lugar, las luces, la nieves, tus historias, tus galletas recién horneadas, pero sobre todo a ti abuela, perdóname por dejarte sola fui egoísta. -Dije con ojos llorosos.
-Emma, la magia siempre ha estado aquí en tu corazón. -Coloco su mano en mi pecho. -No tengo nada que perdonarte, olvidemos esos momentos tristes ¿recuerdas cuando solíamos adornar el árbol juntas?
-Sì, con las luces centellantes y las bolasde colores. Como si cada adorno tuviera su propia historia y era contada cuando se observaba el árbol. -sonrió.
-Exacto. Esas historias nos unen, al igual que las tradiciones que construyeron al pueblo Invierno luz.
Suspiro mientras pongo mis manos en mi rostro. -Abuela no crees que es demasiada responsabilidad no podre decorar el pueblo, que tal si te ayudo, pero tú guías toda la decoración.
-Los achaques me tienen desgastada, y si viniste cuando te llame es porque quieres asumir el reto, puedes hacerlos, confío en ti, no quiero que invierno luz pierda la magia de la navidad, si alguien puede hacerlo, eres tú, mi valiente Emma.
-Lo intentare por ti abu, esto significa mucho para ti, tal vez termino encendiendo luces de navidad en mi corazón. No te dejare sola abuela. iré a llevar mis cosas a la habitación. -Le di un beso y un abrazo.
-Descansa Emma.
Me dispuse a subir las escaleras para llegar a mi adorada habitación, iba a recibir una dosis de recuerdos combinada con melancolía. Me quede observando la puerta mientras buscaba fuerza para enfrentarme a mis memorias.