𝘌𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘦𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘳𝘶𝘦𝘭𝘢, 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘩𝘶𝘦𝘭𝘭𝘢𝘴 𝘪𝘯𝘥𝘦𝘭𝘦𝘣𝘭𝘦𝘴».
𝘐𝘴𝘢𝘣𝘦𝘭 𝘈𝘭𝘭𝘦𝘯𝘥𝘦
Junio era un horno en Colorado, y a pesar que el ventilador de mi casa daba pelea a esas olas de calor, los treinta y no sé cuántos grados, eran abrasadores.
Llegó agosto, me encontraba en mi casa terminando de escribir mi novela negra. Mi mente se dividía en dos partes; una reflexionaba acerca de las visitas que debía hacer, y otra se sumergía en mi vida conveniente y falsa como profesor sustituto. No podía negar que era una agradable vida, y tampoco podía negar lo cómodo que me hacía sentir.
Estaba usando pantalones cortos y una camisa hawuayana, cuando el timbre sonó. Fruncí el ceño. Era domingo. Y lo único distintivo de ese día, eran las campanas de la iglesia sonando a horas de la mañana. Tomé la bata que estaba en el sofá, y me dispuse a abrir la puerta, esperando ver a un ávido creyente, invitándome a su comunión. No fue así. En su lugar estaban la señora Ellen y el entrenador Robert. Ellen sostenía un pañuelo es su mano izquierda, y su nariz disponía de un tono bermellón. Tenía un vestido gris que le tapaba el cuello, y sollozaba en voz baja. Era un aspecto fúnebre.
Al entrenador Robert le temblaban los labios, y aunque Ellen ya no sollozaba, las lágrimas anegaban sus ojos. Supe que algo no estaba bien.
-¿Qué sucedió? -pregunté, esperando una noticia terrible.
-Es Mimi -respondió farfullando Robert-. La hallaron esta mañana. Ella... ella falleció.
- ¿QUÉ? NO ¡NO PUEDE SER!
Lo sabía, sabía que algo no estaba bien. Pero no Mimi, eso nunca lo hubiese imaginado.
- La intentaron robar, y ella se defendió. El hijo de puta le disparó. -notaba rabia, y notaba como la voz de Robert se quebraba.
Asentí.
-Deke, me llamó. Fui a buscar a Ellen para informarle a todo el mundo. A los más cercanos primero.
-Cuanto lo lamento -dije-. ¿Cómo está James?
-Parece sobrellevarlo -respondió Ellen mirando a Robert, luego tomó el pañuelo de nuevo, con cierta aspereza-. Al menos es lo que él dice.
-Sí, está bien. -aseguró el entrenador-. Destrozado, claramente.
-Es normal que lo esté -interrumpí.
-Quiere que la cremen -Mencionó Ellen-. Dice que es lo que ella deseaba.
-Deberiamos organizar una celebrar una asamblea cuando entremos a clases, para que la gente pueda expresarse. ¿Se podría? También pueden hacerse dispositivas. Mucha gente debe tener fotos con ella.
-Es una maravillosa idea George, ¿Podrías organizarlo?
-Me encantaría hacer el intento.
-Que la señorita Kristen te ayude. No cabe duda que será beneficioso que los chicos y chicas que querían a la señora Mimi... Sepan que su nueva sustituta hizo una asamblea en su memoria.
También será beneficioso para Kristen. Ella es nueva, y que ella ayude, le dará crédito para empezar con pie derecho.
-¿Nueva sustituta? -Pregunté
-Sí, George. El día de la boda me llamó precisamente para ello. Iba a dejarme a cargo, y a realizar un viaje sabático con James. -sollozó de nuevo-. Si tan solo, estuviera acá.
-Hablaré con Kristen, señora Ellen. ¿Estarán bien?
-Claro -respondió Robert. Aún le temblaban los labios- nos las apañaremos.
Cerré la puerta, y me senté en el sofá. A mí mente llegó la señora Mimi, mencionando cómo quería que me encargara de la obra de teatro del colegio. De sus sutiles -que no lo eran- intentos por saber si estaba interesado en alguien. En nuestro primer encuentro en el restaurante. En lo refinada y feliz que se veía el día de la celebración por su casamiento. En como mencionaba, y prestaba atención a mi novela negra, siempre siendo lo más sincera posible.
Estaba en el sofá cabizbajo, con las manos en el rostro y una profunda tristeza. Pero mis ojos permanecieron secos. Tal y como dijo Adam, tampoco he sido lo que llaman un hombre llorón.
2
Kristen accedió inmediatamente a ayudarme a organizar la asamblea de celebración. Recopilamos muchas fotografías. Mi favorita era la de la señora Mimi, bailando con James, a pesar de su carácter temperamental se le veía muy alegre.
Estuvimos gran parte de agosto juntos, andando de un lado a otro.
Durante todo ese tiempo no nos besamos, nunca nos tomamos de la mano, ni nos mirábamos más de lo normalmente requerido. Ella nunca mencionó porqué se había divorciado de su esposo, y tampoco porqué había decidido venir a colorado. Yo tampoco mencioné mi novela negra, ni mis reales intenciones de estar acá. Nunca hablamos de esos temas. Pero sí hablábamos de libros, de películas, y de como empezaba a acoplarse al consejo estudiantil.
No nos hicimos amantes, pero sí buenos amigos. Kristen solía resbalarse y tropezar. Definitivamente no era torpe, sólo propensa a los accidentes. A veces ella reclamaba que necesitaba un cigarro, y yo la acompañaba a la zona de fumadores.
-Deberias venir al partido intercolegial. Allí conocerás a los estudiantes días antes de que empiecen las clases. ¿Te gustaría ir conmigo?
-Me encantaría -Calló por un momento-. Sólo que no quiero que te hagas una idea. No estoy preparada para una primera cita, George.
-Yo tampoco -Mi mente estaba más concentrada en los asesinatos de William, y en la reciente muerte de Mimi Corcoran-. Pero los amigos también van a los partidos, ¿No?
-Tienes razón; además disfruto mucho pasar tiempo contigo.
-Sólo es porque soy más alto -dije en tono burlón.
Me dio un leve golpe en el hombro, riendo.
-Tienes razón. Eres la clase de hombre al que puedo admirar.
3
Faltaban dos semanas para el ingreso a clase, y toda la asamblea ya estaba organizada. Pensaba en los chicos, ellos le tenían un aprecio un tanto extraño a Mimi. Mike, era el que más bromeaba con Mimi, era como un hijo para ella. La noticia sería algo triste. Y no porque hasta ahora se enteraran, ellos ya lo sabían. El hecho de empezar las clases sin Mimi, simplemente era algo lóbrego.
Terminada la preparación de la asamblea, le pedí a Kristen reunirnos cerca al estadío. No quería que falsos rumores salieran a la luz. Sería malo ver a una recién divorciada, andando con un hombre, cómo sí nada. Así era la gente de Colorado. Después de terminar con los últimos requisitos, no me volví a ver con Kristen. Así que aproveché el tiempo que me quedaba antes de ingreso a clases y me dirigí hacia los lugares escritos en las direcciones.