Días más tarde me encuentro en mi casa. Estoy esperando a Elizabeth que va a recoger el vestido y así de paso hablar de él Romeo que lo tengo en la cabeza desde aquella cita.
Estoy preparando café cuando alguien llama a la puerta. Enseguida voy a abrir.
—¿Cómo estás? —es Eli, la saludo con cariño.
—Muy bien, aquí tienes tu vestido como el primer día —el vestido esta igual a como me lo había dejado, no se nota nada el descosido.
—Que bien, ahora en irme me lo llevo. ¿Que tal con Romeo? —pregunta interesadamente mientras me muestra una mirada profunda para que confiese.
—La verdad es que bien, me llevo a la estatua de la libertad…
—¿Cómo? ¿que te llevó a la estatua de la libertad esa misma noche? —me corta Elizabeth que no se cree mis palabras.
—Si, parecía tener todo planeado, pero hay algo raro en él que no se porque no me gusta y otra parte que a su vez me encanta —quiero intentar explicarse.
—Hija, te explicas como un libro abierto, me quiero imaginar cuál es la parte que te gusta —Elizabeth empieza a mofarse.
—Esa parte no, salida —también empiezo a reírme.
—No sé, de momento lo voy a dejar en stand by y ya veré que es lo que hago —no quiero añadir mucho más.
—¿Y del carro que me cuentas? —me dice Elizabeth porque se había fijado que iba en aquel increíble coche.
—Demasiado chulo para mi gusto, tiene unos cuantos más, entre ellos dos lamborghinis, algún Porche, etc —Elizabeth queda sorprendida con mi respuesta.
—Chica, que el ferrari ese en el que te llevo tiene quinientos setenta y cinco caballos y alcanza los trescientos veinticinco kilómetros por hora —me quedo sorprendida al escuchar aquel número.
—No sabía que pudiese correr tanto, de todas formas no sé si volveré a verlo —ahora es Elizabeth la que se queda sorprendida.
—¿Que me estás diciendo que no quieres volver a ver a ese pedazo de tío? —y mientras cogo la taza de café para beberla levanto los hombros en señal de duda.
—Si te soy sincera todavía no sé lo que pasará, ¿porque le distes mi numero? —llevo rondando la pregunta todo el rato.
—Pues fue porque me miró con una mirada de cordero que no me pude resistir —dice ella mientras se enciende un cigarrillo.
—En fin… —pongo los ojos en blancos y no me sale palabra alguna.
Nos marchamos de la cocina al salón a tomarnos el café que nos queda, nos encanta sentarnos en el salón concretamente en los sillones y mientras hablamos poder mirar por la ventana y ver todas las personas que pasan por ella, es su momento de relax del estrés de nuestras vidas.
Me pica el costado y no puedo evitar rascarme.
—¿Y esa herida? —Elizabeth al verla levantándome la parte de la camiseta se da cuenta de la herida que me hice aquella noche.
—Nada, un engancho tonto cuando estaba con Luke —le respondo.
«No tenía otro día para tener mala pata que delante de aquel»
Pienso a mi misma.
—Bueno, pero ya lo tienes muy bien —dice observando el desgarro.
—Si, me lo curo —digo poniendo cara de nostalgia.
Seguimos hablando durante un par de horas, después Eli se tiene que marchar a abrir su novedoso lugar de citas y yo me quedo descansando. Es mi día libre y la verdad es que me lo he ganado.