Llevo en el baño diez minutos, no tengo la menor idea de lo que debo hacer, pero solo se me pasa por la cabeza una y otra vez marcharme de este lugar y lo más lejos que pueda de Lukas no quiero seguir ni un segundo más a su lado.
Salgo rápidamente del baño y me voy directamente a la puerta de salida. Luke se percata de este movimiento y se levanta y va directo a por mi. Cuando alcanzo la puerta noto como me agarra fuertemente del brazo para detenerme.
—¿Se puede saber lo que te pasa? —me dice mientras me persigue por todo el islote.
—¿Qué que me pasa?, no se dimelo tu, ¿que te ha ocurrido con aquella chica que acabas de hablar en el baño? —le clavo la mirada para que se sienta amenazado e intimidado, aunque desde dentro se que no voy a conseguir ni una cosa ni la otra.
—No pasa nada, era una antigua empleada que tuve que despedir, no nos habíamos hablado desde entonces y me estaba pidiendo explicaciones —las explicaciones no son suficientes, tengo la sensación que es una nueva mentira, una de tantas.
—Estas mintiendo, como tantas cosas —no le puedo mirar a la cara, están a punto de saltarme las lágrimas pero tengo que ser fuerte o me verá débil y no es lo que quiero conseguir.
—¿Crees que miento? —me pregunta mientras traga saliva.
—Todo lo nuestro ha sido mentira, no me cuentas ni la verdad de tu hermana —le recuerdo en este momento aquellas palabras de su hermana, del viaje, de todos los buenos momentos y empiezo a derrumbarme.
Las lágrimas caen por mi rostro y se van directas al cuello.
Luke tampoco responde, el silencio se instala en esta escena.
—Por favor, llévame al otro lado que yo me marchare andando —no articula palabra alguna.
Se marcha a pagar y nos subimos al yate, durante el trayecto ninguno de los dos cruzamos palabra alguna.
En diez minutos llegamos al puerto y me bajo lo más rápido que puedo, comienzo a andar y dejando a Luke atrás. Se queda observando como me marcho. Se queda allí abatido sin poder decir palabra alguna pero en estos momentos es lo que menos me importa. Se a donde tengo que ir, bueno no lo sé pero tiene que ser un lugar donde no encuentre a nadie que conozca para liberarme y soltar todo lo que tengo guardado. Media hora andando y después de cruzarme media Nueva York llego a la puerta de la cafetería London.
Necesito tomar algo para olvidar y aquí creo que es el mejor sitio.
—Que te pongo Mía —pregunta el camarero de barra que me conoce desde hace años.
—Ponme algo para olvidar —le respondo con la mirada perdida y pensativa.
—¿Un mal día? —me pregunta mientras me pone una copa bien cargada.
—Se puede decir que sí —respondo con pocas palabras, no tengo muchas ganas de hablar.
Mantengo constantemente la mirada perdida, pensando en todo lo que ha sucedido en aquel restaurante y en cómo ha podido llegar hasta esta situación. Sigo sin entender y sin saber quién es aquella mujer y Luke no me ha dado una respuesta convincente.
—Hola, ¿que tal estás? —interrumpe una voz que ya había escuchado antes, es de un hombre.
Sin esperar un segundo me doy la vuelta. Es Oliver, aquel chico que había conocido en la puerta de mi trabajo por accidente.
—Bueno —le respondo con cara de pocos amigos.
—Llevo un rato aquí y he observado que estabas sola, ¿te puedo hacer compañía? —me pregunta amablemente y sin querer agobiarme.
—Si, claro —aunque en el fondo lo que más quiero es estar sola pero alguien para poder desahogarme tampoco me puede venir mal.
—¿Qué te ocurre? —me pregunta Oliver directamente sin ningún tipo de tapujo mientras extiende la mano hacia arriba para pedir algo al camarero.
—¿Sabes esa sensación cuando en tu vida va todo bien, pero siempre ocurre algo o aparece alguien para darle la vuelta a todo? —le pregunto mientras observo la barra donde me encontraba sentada antes.
—Me puedo hacer una idea, pero no te voy a poder ayudar si no concretas más —me responde confundidamente.
—¿Te suena el nombre Luke Johnson? —ese nombre resonando en su cabeza hace que Oliver ponga los ojos como platos.
—Si, si que me suena —dijo poniendo los ojos en blanco.
—¿Lo conoces? —le pregunto aunque las caras que está poniendo hacen presagiar que si.
—Es mi jefe, trabajo para él desde hace cinco años, y es lo peor que te puedes echar a la cara, pero no quiero decir nada más, no quiero que me repercuta —su tono de voz cada vez es más bajo y comienza a ponerse nervioso.
—¿Se puede saber que ocurre con él?, todo el mundo le tiene miedo pero nadie dice porque —quiero sacar la información cueste lo que cueste.
—Mira he hablado demasiado, no debería de haber dicho nada —parece incómodo con la conversación.
—Muchas gracias Oliver y perdón por ponerte en un aprieto —le pongo mis manos sobre las suyas en señal de agradecimiento y pago lo que nos hemos tomado los dos y acto seguido abandono la Cafetería.