Estoy en mi apartamento dándole vueltas a lo que había sucedido con Luke, intento encontrar una conexión o un sentido a todo esto.
Comienzo en este momento a contar ovejas, una detrás de la otra.
— “Cincuenta y uno, cincuenta y dos… cincuenta y tres… cincuenta y…” —me quedo dormida.
A la mañana siguiente me levanto con buena energía, quiero olvidar todo lo sucedido con Luke, ha sido poco tiempo pero tengo buenos recuerdos y me quedo con ellos. Es mi último día de la semana y estoy al borde del fin de semana.
—Mierda, mi madre... no le he dicho al fin que no voy —me quedo pensando recordando cuando Luke me prometió que me iba a llevar.
Lo dejo pasar y continuo para llegar a tiempo al trabajo, ahora no tengo a nadie que me lleve al trabajo y tengo que ir al trabajo en autobús, todavía no he tenido tiempo para comprarme un coche.
Aquí estoy esperando en la parada del autobús a que llegue el número cincuenta.
En apenas dos minutos el autobús llega y me lleva hasta el trabajo, para suerte mía el autobús siempre me deja en la misma puerta.
Subo con aires renovados, no quiero parecer un zombie andante así que a todo el mundo con quien me cruzo le enmarco una sonrisa que aunque es un poco falsa es una sonrisa.
—Pero chica que te ha pasado pareces otra a la de ayer —dice entre bromas James. Es la única persona con la que me llevo del todo bien y puedo contarle todo.
—Pues que me he levantado y me he mirado al espejo y me he dicho a mi misma que para que iba a estar mal por un cabrón —es la verdad.
Él me da la razón y me cuenta que tal le fue la noche anterior, cuenta que quedó con un chico y que era la primera vez que lo hacía y que estaba muy nervioso pero que no le fue del todo mal porque al final de la noche consiguió que lo besara. Se le nota contento y en su rostro irradiaba felicidad. Algo que hacía que yo también lo estuviera.
Después de una jornada dura pero fructífera al final llega la hora de salir, salgo hablando con James sobre lo que va hacer el fin de semana y sobre todo me cuenta lo que le va hacer al chico, cosa que prefiero que se ahorre pero no puedo evitar que me lo cuente.
—¿Y tú qué vas a hacer? —me pregunta James.
—Pues supongo que irme a casa y descansar, tenía pensado ir a Seattle pero se ha jodido en el último momento —levanto los hombros.
—Pues yo no creo eso —dice señalando con la cabeza hacia la carretera. Me doy la vuelta y veo enseguida que Luke viene en nuestra dirección.
—¿Se puede saber que haces tú aquí? —le pregunto cambiando el rictus de la cara.
—Te he comprado una cosita —dice señalando el coche.
—¿Qué te crees?, ¿que comprandome me vas a tener? —digo con autoridad.
—No quiero comprarte, solo tener un detalle contigo —dice mirando de malas maneras a James.
—Bueno, esto es un tema de pareja y yo no pinto nada aquí, me marcho —dice James mirándonos a los dos y marchándose.
Me quedo mirándole fijamente a James para que no me deje sola con él pero este no se percata o no quiere darse cuenta.
Se va a enterar cuando lo pille.
—Me acompañas y te lo enseño, seguro que resuelvo el misterio de ayer —pone ojos de cordero que tanto odio pero a la vez amo.
Decido acompañarle pero no hago mucho esfuerzo por ver lo que es.
Luke en ese momento le da al mando que abre el maletero. En el se muestra dos maletas, una de color azul oscuro de tela. Otra rosa chicle de tela también.
—Que es esto Luke —estoy extrañada.
—Son maletas Mía, sirven para guardar cosas —dice irónicamente haciendo que se me dibuje una sonrisa.
—¿Ya pero para que? —insisto, aunque me lo puedo imaginar quiero escucharlo de su boca.
—Bueno, me he tomado la libertad de hacerte la maleta, la verdad es que la puerta de tu apartamento se abre fácilmente.
—¿Has entrado en mi apartamento sin mi permiso?
—Eso da igual, abre la puerta de atrás del coche —me muevo sin quitarle ojos a aquellas maletas y pensando en cómo había sido capaz de allanar mi apartamento.
Al abrir la puerta de atrás mi mirada se encuentra con un vestido rosa chicle a juego con la maleta de mi misma talla, con tirantes y volantes abajo, es un vestido que me había fijado antes y que me encantaba.
—Siempre he tenido el gusto de la moda un poco difícil, así que necesitaba ayuda de una vieja amiga —para eso necesitaba quedar con Sophia.
—Luke porque no me habías dicho nada antes —digo abriendo la boca y mirando de arriba a abajo aquel vestido.
—Porque quería que fuera una sorpresa. Mía Miller, esta noche duermes en Seattle —dice con una sonrisa en la boca.
No me creo que después de tanto tiempo vaya a volver a Seattle y de nuevo ver a mi madre.