Son las nueve de la mañana, no llevo la hora en el reloj en la mano ni lo puedo mirar en el móvil pero tengo uno colgado en la pared que me ha acompañado durante el día y medio que llevo ingresada. Ayer por la tarde vinieron mis compañeros de la agencia a visitarme, además de Walter, Malvin, Trevor y Elizabeth. El doctor está apunto de venir para darme de alta, es algo que estoy deseando porque la comida del hospital no es precisamente muy buena, estoy deseando llegar a casa y comer algo caliente y con sabor.
Quiero comenzar a recuperarme, a moverme, a trabajar pero se que Luke no me va a dejar. Ha bajado a por un café para mi porque sabe que sin mi café no soy persona.
—Hola Mia —entra por la puerta con una medio sonrisa Phillips.
—¿Qué tal doctor? —pregunto yo para ser cortés.
—Bien… muy bien —me dice mientras observa unas hojas que supongo yo que serán las pruebas que me hicieron ayer por la tarde.
—Bueno Mia, creo que te podemos dar el alta ya, enseguida vendrá el enfermero.
Media hora después y con mi madre y Luke ya en la habitación llega el enfermero. Es un chico joven, bastante alto con lo que calculo yo que medirá poco menos de dos metros, lleva el corte de pelo recién hecho. Y no puedo evitar observar porque me llaman bastante la atención sus rasgos físicos de la cara. Es bastante guapo. Observo a Luke, creo que se ha dado cuenta de mi pensamiento. Así que lo quiero poner aún más nervioso, quiero ponerle celoso, se que no debería porque tiene unos cambios de humor bastantes agresivos.
Se acerca, comienza a quitarme la via y me da la ropa que ha traído mi madre de mi cama. Me da la risa, no lo hago sin querer, lo hago a propósito y observo a Luke. Le están chirriando los dientes. Tienes las cejas arqueadas y en los ojos escupe fuego.
—Eso es todo señorita Miller —dice el joven sin ánimo de ligar viendo la mirada fija en él de Luke.
—Muchas gracias guapo —le digo para colmo y tope.
El chico sale y Luke se me queda mirando como si su vida dependiera de ello.
—¿Que? —digo mofándome de él.
—Nada, no voy a decir ningún comentario —dice con las manos en alto.
—Así me gusta —le respondo de nuevo vacilando.
—Voy a empezar a sospechar que lo haces a propósito y que disfrutas viendome celoso —me dice achinando los ojos.
—Todas las mujeres lo hacemos, lo que pasa es que vosotros sois tan simples que entráis al trapo —es una realidad que no puede ni llegar a debatirme.
Luke sella los labios y no menciona palabra alguna.
Acto seguido me levanto con la ayuda de ellos dos, sino fuera por su ayuda no me podría llegar a levantar porque tengo las piernas débiles, como si llevara semanas sin andar y llevo menos de cuarenta y ocho horas.
Bajamos a la planta de abajo, Trevor no está esperando fuera, va tan elegante como siempre, detrás de él se muestra una limusina, es de color negro, realmente con todos los coches que tiene Trevor creo que no era necesario una limusina.
Nos montamos, mi madre, Luke y yo detrás y Trevor es el único que va delante conduciendo, en la parte de atrás tenemos tantos sitios que cada uno podría ir en tres a la vez.
—No era necesario esto, con alguno de tus coches con cinco plazas era suficiente.
—Ya pero esto es mucho más amplio y nos podemos mover mejor.
La verdad es que si que lo es, el coche está creado hasta el mínimo detalle. No quiero preguntar pero seguro que barato no es.
—¿Dónde vamos? —pregunta Trevor con el coche en marcha.
—Al apartamento de Mía —responde Luke adelantandome.
—De acuerdo.
—Espera, vamos a mi apartamento pero para coger unas cosas —le miro y cojo su mano. Me acerco y me apoyo sobre él.
—Vaya, ¿has cambiado de opinión? —me mira y tiene cara de circunstancia.
—No, es que nunca cambio —tan solo estaba enfadada con él pero también ha demostrado reaccionar y me ha salvado.
No puedo evitar mirarlo y poner cara tonta, si, esa que si se ve desde fuera puede parecer que esté loca por él pero es así. Estoy loca por Luke Johnson, con todas las cosas buenas y también las malas.
Llegamos al apartamento, al ver las escaleras se me viene el mundo encima, antes las subiría de dos en dos pero ahora me tengo que apoyar en el apoyabrazos para tener un apoyo más fuerte. Llego hasta mi rellano, Malvín con suerte no está. Entro a mi casa y cojo cuatro cosas que necesito. Oscar me ha dado una semana libre para que me recupere con lo que de momento no tengo que pensar en trabajar. La maleta de mi madre no está por ningún lado, no quiero pensar donde se encuentra o porque se ha callado en todo momento y no ha querido decir que ya se la había llevado.
—¿Mía como vas? —la voz de Luke interrumpe en mi pensamiento.
—Aquí en la habitación —le contesto en décimas de segundos.
—¿Te vas a llevar esto? —señala la maleta que he preparado.
—Si, digo observando a las rosas que están comenzando a morirse.
—¿Te gustaron?
—Si, mucho, fue un buen detalle aunque un poco exagerado, con unas cuantas hubiera sido suficiente —digo oliendo una de ellas.