"El amor no tiene fronteras".
Se dijo así mismo al verla pasar una y otra vez por la mansión. Era un encanto verla con su simpleza.
La hacía enojar cuando podía, era gracioso verla frustrada con algo tonto.
—Tu mujer, soy yo.
Y ya le amargaron el día.
—¿Y? —contestó con indiferencia.
—No puedes ignorarme.
—Como si fueras el centro del mundo —la miró burlón.
Sus ojos celestes estaban llenos de furia y dolor.
—¡Mami!
Ahí estaba el otro problema. Él.
—Esta conversación no ha terminado.
—Como quieras —deja en la mesa el vaso de whisky que estaba por tomar, pero por la situación, nada lo iba a mejorar.
Veía a su mujer con ese niño, ella lo hacía reír, sus ojos estaban llenos de amor.
No le importaba, fue obligado a unirse con alguien que jamás le compartirá su corazón porque lo había entregado... y se lo habían arrebatado.
Safira. Mi dulce pequeña, mi sangre.
—¿En dónde estarás pequeña? —susurra cerrando los ojos y dejando escapar una lágrima de dolor y desesperación.
Ya había pasado un año, y tuvo que dejar de buscarla.
Él estaba decidido a entregar su amor y su fortaleza a ella... pero, ¿y si ya tiene una familia nueva? No podría darle todos esos privilegios. No tendría una madre, y él no podría ocuparse porque su trabajo le prohibiría buscarla.
—Desaste de ella —le comentó su más fiel y leal mano derecha, Jonah Leone.
—No puedo, me quitarían el poder y lo peor es que nuestro nuevo y gran enemigo podría ver esa oportunidad y atacar.
—Puedo aumentar el grado de entrenamiento de los demás.
—No.
Podía ver a su amigo que estaba frustrado. Pasaba su mano varias veces por su cabello castaño.
—Pero...
—No. Estamos muy bien. Mejor procura que tu hijo salga igual a vos, se lo ve que te quiere.
—Desde que su madre murió por quedar en fuego cruzado —suspiró negando—. Sigue hasta mis movimientos al respirar o parpadear.
—Te admira mucho.
—Y yo a él —lo vuelve a mirar a los ojos marrones oscuros, que ahora, estaban vacíos.
—Cuídalo.
—Si algún día llega a pasarme algo... hazte cargo de él.
—Siempre cumplo con mi palabra —asiente desviando la mirada al sentir la presencia de alguien más en la oficina.
"Ella, de nuevo".
—La señora necesita de su presencia.
—En un momento voy.
Espera a que se retire.
El castaño no pierde de vista la mirada que le dedica cuando ella se va.
—¿Es de herencia enamorarse de algo prohibido?
—No eres el indicado para hablar de eso —frunce el ceño con la mirada perdida.
—No te discuto eso —ríe para alivianar el ambiente.
—Ya veo que tu hijo seguirá también.
—Es un Leone —se encoje de hombros.
Vuelve a enfocar su mirada en él.
Casi juraba ver el futuro de su hijo, José Leone, al parecer podría seguir sus pasos...