Lucía [borrador]

1. Comida mexicana

—No me interesa hablar contigo, ¿Ya te callas?– repitió Lucía mientras esperaba que su hermana llegara por ella al salón.

Había ido a una fiesta del trabajo, celebraron en la empresa que habían logrado más allá de lo estimado de ventas en medio año, el jefe había organizado un baile en un salón, pero ella no soportaba mucho tiempo estar rodeada de gente, se trataba de al menos 200 personas, entre empleados y compañeros que con ella convivían diariamente, toleraba trabajar con ellos, pero alguna actividad extra era todo un suplicio para la mujer.

Los veía todo el año, toda la semana y a casi todas horas, ¿Porqué tenía que convivir horas extra con ellos? ¿Le iban a pagar por tal cosa?

—Vamos Lucy, aún ni ponen música para bailar en pareja y ya te quieres ir, apuesto a que Joaquín desea bailar contigo– insistió Francisco, hermano del dueño y fan número uno de la rubia
—Deja de insistir– pidió de nuevo mostrando los dientes, estaba enfadada y sinceramente no quería seguir escuchando peticiones de que se quedara aunque fuera un momento.

Un carro negro había llegado, era su hermana, por fin se hacía presente para la salvación de Lucía.

No había prendido el curioso foquito que había dentro del vehículo, para evitar ser vista por el insistente fan que tenía su hermana al lado. 

—Buenas noches ricitos– sonrió Laura.
—Llegas tarde, te dije que no tardaras más de 10 minutos– contestó cerrando la puerta para acomodar su abrigo
—Lo siento, tuve que ir a una gasolinera, había olvidado que el tanque no lo traía lleno y el coche se quedó detenido casi cerca del mismo lugar
—Pudiste haberme llamado
—Ay vamos, ya no te quejes– pidió mientras agarraba carril en la carretera– ¿Quién era él? ¿Tu novio?
—No, es todo menos eso, es el encargado de finanzas– murmuró acomodando la coleta que sujetaba sus rizos– y un fanático
—Te quiere
—Está obsesionado conmigo, el año pasado me envió casi toda una florería a mi casa, el día que fui nombrada empleado del mes me compró una gargantilla de plata...
—¿Y aún la tienes?
—No, la tiré
—¿Pero que demonios?, Hermana qué alguien te demuestre su amor no significa que esté obsesionado, aparte, ¿Te puedes imaginar cuánto debió costarle ese accesorio? ¿Quién te crees que eres? ¿La protagonista de Dinastía? ¿Te sientes Alexis?
—Laura, no lo entiendes, él es...
—Romántico y sumamente detallista
—No, es...
—Está interesado en ti, ¿Acaso no lo ves?
—La gargantilla tenía encapsulado gotas de sangre en vez de joyas Laura, ¿Qué loca se queda con eso en su alajero?

Laura esquivó un auto de modo bruto al oír la interrupción de su hermana.

—¿Seca o líquida?– murmuró cuando se vio segura en un carril
—No sé cómo o dónde la consiguió, pero estaba líquida
—Entonces no era sangre mujer, no pretendas engañarme
—Sí lo era, tuve que ir a confirmarlo en un laboratorio
—Pudiste habermelo dado a mí, al menos me hubiera dado cuenta, y dime, ¿Cenaste algo pequeña paranoica?
—No, apenas estaban sirviendo la cena
—De acuerdo, pasaremos al centro comercial a cenar... ¿Tienes ganas de algo?
—Comida, con eso me basta– sobó sus párpados.

Habían llegado a estacionarse en frente de dicho lugar, había varias tiendas, vendedores ambulantes afuera y pequeños restaurantes dentro, el favorito de Laura era el de comida Hindú, pero a Lucía poca gracia le encontraba a aquel localito, si se trataba de saciar su antojo prefería sentarse en una de las mesas destartaladas del local de comida mexicana a lastimarse la lengua con los sabores fuertes del otro restaurante.

—Hay tacos, sopa roja, sopa roja más espesa y tubos de color verde– murmuró Laura viendo la vitrina de comida caliente
—Se llaman flautas, pozole, tatemado y enchiladas– regañó incómoda– un plato de tatemado por favor– pidió a la señora que amable esperaba que pidieran
—Lo mismo que ella– dijo la otra sacando la misma cantidad de dinero que la hermana mayor
—Yo pago, guárdalo para otra cosa– dijo entregando a otra joven el dinero
—Creo que ya son muchas veces que vas a una reunión y te arrepientes a los 10 minutos de estar ahí, deberías ir con un psicólogo
—No es necesario, simplemente me siento incómoda por el número de personas, te apuesto que estaría más tiempo presente si fueran 10 o 20 personas y no 200 o 500– afirmó
—Mañana es el cumpleaños de Margaret, nuestra prima quiere festejarlo en familia, ¿Irías?
—No
—¿Ah? Acabas de decir que...
—Me faltó especificar familia, tampoco me siento agusto con la familia, ve tú sola
—Hace mucho tiempo que no nos ven juntas Lucía, nuestras tías preguntan por ti, nuestros sobrinos también, desde que te volviste la gran eminencia al trabajar en esa industria todos creen que se te subió el dinero a la cabeza y ya no quieres saber de tus orígenes– quejó la menor agarrando su charola de comida
—No es eso, lo juro, son otros problemas– agarró su comida– ¿No tiene tortillas?
—En la canasta joven– asintió la señora

Ambas dejaron sus charolas en la primera mesa vacía para después agarrar un pequeño paquete de tortillas de una canasta cerrada.

—Tus “otros problemas”, cómo los haces llamar, no es más que simple costumbre de no querer convivir con nadie– regañó Laura viendo con curiosidad su comida
—Tómalo como quieras, al menos no soy tan rara como mis compañeros
—Sí él es así, no quiero imaginar que el resto del personal vaya a tener fetiches de ese tono, o peor que él– mordió un trozo de carne– yo dijo que mejor renuncies
—No seas extremista, es el único que sale con ese tipo de actitudes extrañas, no pasa de ser un simple... ¿Qué te pasa?
—Nada– suspiró una roja Laura que había dejado de comer para comenzar a sudar y ver con ojos llorosos a su hermana
—¿Está picoso?

La menor asintió tomando rápidamente de su agua fría, provocando la risa a su acompañante, mínimo le había hecho olvidar su mal momento en la fiesta.




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