Luciano

Capitulo 52

—¡Qué hermoso lugar, me encanta! —emocionada, me dice y le doy la mano para ayudarla a bajar del auto —¿Allá está la hacienda de tus abuelos, cierto? —me pregunta sorprendida al alcanzar a ver la hacienda de los abuelos.

—Así es, Pero no iremos a la hacienda, sí que iremos hasta allá —le señalo la loma a la cual vamos a subir, —¿lista? —le pregunto y le tomo la mano para empezar a caminar.

—Estoy lista para caminar —dice con una sonrisa y acomodando su mochila en su hombro —respirar aire puro es lo mejor —vamos platicando por todo el camino, subimos la colina y al llegar corrió dando vueltas, me quedé parado viéndola lo contenta que se veía.

—Joven Luciano, todo está listo, su abuela envío unos aperitivos —me habla la señora Soledad señalando la mesa decorada con mucha comida y frutas.

—Gracias, señora Soledad, es muy amable —le digo y ella se despide antes de retirarse con las otras dos personas que le ayudaron.

Fui hacia donde estaba Clarita viendo al horizonte, me pongo al lado de ella viendo como tiene cerrado sus ojos disfrutando de la brisa de aire que corre en ese momento.

—Vamos a comer algo, —le digo nervioso y ella abre los ojos regalándome una sonrisa, y empieza a caminar.

—¿Esto lo preparaste tú? —me pregunta

—La verdad es que no, yo solo quería invitarte a algo especial y mi hermana me ayudó con esto, también la abuela mando todos estos aperitivos —le hablo con la verdad de que tuve ayuda, yo no sería capaz de hacer algo como esto.

—Ya veo, está muy bonito, me gusta y lo que hay en la mesa se ve delicioso —me dice sonriendo y sentándose a la mesa, —gracias Luciano por este detalle, lo atesoraré en mis recuerdos —me dice y sirve dos vasos de jugos dándome uno y el otro para ella.

Comimos y disfrutamos de ese momento juntos, hablamos de planes que tenemos cada uno, quería decirle y proponerle que fuera mi novia, no hallaba las palabras, mis manos sudaban y mi mente se estaba volviendo loca.

—Clarita, tengo que decirte algo —le digo pasándole un plato con frutas y ella me ve fijamente —este, no sé qué decir, pero estoy nervioso, mira mis manos —se las muestro que están temblando y ella comienza a reír —¿por qué te ríes? —le pregunto.

—Luciano, ¿te gustó?, ¿te podría dar un beso? —me responde con otras preguntas y la segunda me dejó con la boca abierta, ¿ella quiere darme un beso? Que le digo —a mí me gustas, me gusta platicar contigo, me gustan tus ojos y me gusta —le pongo la mano para que detenga las palabras que salen de su boca.

—Se supone que eso quería decirte, pero me sorprende que tú lo digas —le menciono y ella agacha la mirada —no, no te sientas mal, solo que no estoy acostumbrado a qué me digan que les gusto y si me gustas mucho, y quiero, quiero que —comienzo a tartamudear, Clarita se acerca a mí y muy cerca que me pone más nervioso.

—Si te gusto y tú me gustas, seamos novios y luego nos casamos —me dice y deja un beso corto en mis labios.

—Si seamos novios —le digo y tomo su mano dándole un beso en ella —primero seamos novios, si así es primero, novios y luego nos casamos —le repito y con una sonrisa se vuelve a acercar y me da otro beso, pero este duro un poco más, luego me abrazo, así nos quedamos por un rato.

Serví vino dulce que había en la mesa y celebramos nuestro noviazgo, brindando, seguimos, hablando y dándonos pequeños besos que le pedía permiso para dárselo y la abrazaba, era como lo soñé. Ahora Clarita es mi novia, nos quedamos a ver el atardecer, ella sacó sus pinturas y su libreta de dibujos, captó el momento del atardecer con nosotros dos de espaldas, me sorprende su imaginación, como logra apreciar lo que sus ojos ven y lo plasma.

Decidimos regresar antes de que nos agarrará la noche, antes de irnos a casa pasamos a saludar a los abuelos, que la abuela no quería que nos fuéramos, nos pidió que nos quedáramos, Clarita tuvo que hacer una llana su casa para avisar, y yo también le avisé a papá.

Cenamos con los abuelos y les dijimos que ya somos novios, la abuela se puso contenta y pidió que nos trajeran el pastel de manzana que me gusta. Mando a arreglar las habitaciones para que nos quedemos, la llevé al árbol donde voy a leer y pensar cuando vengo a la hacienda, nos sentamos al pie del árbol tomado de la mano, no quería soltarla tan solo tenerla cerca, me siento feliz y en paz.

Después de un rato entramos a la casa y la llevé a su habitación, nos despedimos con un beso y un abrazo deseándole buenas noches entre también a la mía, la sonrisa no se me borra de mi rostro, si es un sueño no quiero despertar.

El sonido del despertador me hizo abrir mis ojos, me levanté y me arreglé, al salir de mi habitación también Clarita venía saliendo de la de ella, la saludé. Bajamos al comedor, la abuela ya estaba sentada esperándonos, el abuelo había salido temprano a ver la cosecha de las hortalizas que estaba por embarcar y ser enviada a la ciudad.

Después de desayunar nos despedimos de la abuela para iniciar nuestro regreso a la ciudad y prepararnos para el viaje de esta tarde.

—Gracias por traerme y darme esta sorpresa, me gustó —me dice cuando arranque el auto y salimos de la hacienda —me gustaría que lo repitiéramos otro día —afirma con una sonrisa, solo asiento y fijo la mirada en el camino.

Al llegar, la dejo en la puerta de su casa, le doy las gracias a su mamá quien nos recibe al abrir la puerta y Clarita me abraza dándome un beso, me puso nervioso por qué lo hizo delante de su mamá y no quiero que piense mal de mí, pero cuando veo que sonríe más pena me da.




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