Luciérnagas

Capítulo 3: Sospechas

- - - - - Deva - - - - -

– El cerebro te explotará si sigues encerrada trabajando – Luciana se asoma por la puerta de mi habitación.

– No me molestes si quieres que tenga el sábado libre – respondo sin quitar la vista de mi ordenador.

El desastre de notas y papeles a mi alrededor me está agobiando.

– ¿Para qué quieres el sábado libre? – pregunta entrando cruzada de brazos.

– Para ir a tu clase – intento sonar lo más casual posible.

– ¿A mi clase? – su mirada me escanea de arriba a abajo.

– ¿Eres sorda o qué? – la miro con mala cara esperando ahuyentarla.

– Pero fue un favor solo por ser la primera clase.

– Si, me divertí y sé que quieres pedirme que vaya, pero no quieres molestarme, así que ahora vete – me levanto y la empujo hacia la puerta.

– Pero yo no te pedí que vinieras – dice entrecerrando sus ojos como si desconfiara de mis palabras.

– Lo que digas, vete.

Cierro la puerta de mi habitación, escuchar a Luciana me quita el tiempo que no tengo. El trabajo y la Universidad apenas me dan espacio para respirar, desearía poder dedicarme solo a estudiar, pero mis cuentas no van a pagarse solas.

Miro mi móvil y decido tomarme diez minutos de descanso, tengo un mensaje de Lorenzo que elimino sin siquiera mirarlo, hay también tres mensajes de mi madre contándome su día, por lo que decido llamarla.

– Hola Devi, ¿cómo estás, hija?

– Mamá, bien, ¿y tú?

– Bien, cielo, acabo de salir de terapia. No te he llamado para no molestarte – es como si su voz desacelerara toda mi vida.

– No te preocupes, ahora estoy libre y podemos hablar.

La siguiente media hora me la paso escuchando a mi madre, me da paz saber que está bien. Lo único que deseo en este momento es poder estar con ella y abrazarla. La idea de ir a visitarla en vacaciones de invierno no sale de mi cabeza.

El resto de la semana pasa demasiado rápido, o quizás pasa lento y la que va acelerada soy yo, quién sabe. Lo único que sé con certeza es que por momentos siento que estoy en una montaña rusa de la que no me puedo bajar aunque quiera.

– ¿Qué haces? – Maggs aparece detrás de mí dándome el susto del año.

– Desayunando.

– Quiero también – toma tres bocadillos a la vez y se los traga cuando ve aparecer a Luciana.

– ¿Café?

– Claro – responde mi amiga intentando tragar todo lo que se ha metido a la boca.

– ¿Acaso son idiotas? Esa comida es para compartir, no para que ustedes dos se atraganten – camina como loca por todo el atelier ordenando cosas.

Suena el timbre y con Maggs nos miramos extrañadas, miro mi reloj y aún faltan treinta minutos más para la clase.

– Yo voy – anuncia mi amiga mientras preparo café para ambas.

La voz que aparece me resulta asquerosamente familiar.

– ¡Deva! Qué sorpresa encontrarte aquí – saluda Lorenzo apareciendo en el salón.

– ¿Qué haces aquí?

– Nada, me enteré de que tu prima está dando clases y quise venir – se apoya tranquilamente contra la mesa de café – te hubieras enterado si leyeras los mensajes que te envío.

– Qué buena idea, pero ya no hay vacantes. Quizás el próximo año – Luciana aparece visiblemente cabreada.

– O nunca – acota Maggs desde la puerta.

– Oigan, ¿qué pasa? Solo quiero pasar más tiempo contigo, Dev. Vengo en son de paz.

Respiro profundo porque no quiero iniciar una pelea en este momento y mucho menos en este lugar. Intento con todas mis fuerzas controlar mis nervios.

– Escucha Lorenzo, te voy a pedir por favor que te marches. Si no respondo tus mensajes es porque no me interesa saber nada contigo, de verdad.

– Vamos linda, sé lo que quieres – da dos pasos hacia mí y me alejo chocando con una silla.

– Lorenzo... Por favor. No quiero discutir contigo – quiero poder gritarle en la cara y que desaparezca, pero en el fondo tengo miedo de la reacción que pueda tener.

– Solo quiero arreglar las cosas.

– ¿Eres sordo o idiota? – Maggs se adelanta tomándolo del brazo – dijo que te fueras.

– De acuerdo, pero quiero que sepas que si tienes a otro lo descubriré – me fulmina con la mirada antes de azotar la puerta.

Suelto todo el aire que estaba conteniendo. No me entra en el cerebro que no sea capaz de entender un concepto tan básico como lo es el respeto.

Maldigo todos los días de mi vida el haberlo conocido, así como también maldigo el no haber puesto un límite cuando debía.

– En cuanto me des permiso, le pateo las pelotas – advierte Luciana acariciándome la espalda.

– Avísame así lo grabo todo. ¿Estás bien? – pregunta Maggs mientras toma su café.

– Sí. Tengo la esperanza de que algún día entienda por las buenas – me sincero con ambas.

– Siéntate y espera tranquila, entonces – contesta Maggs mirándome fijamente. De un momento a otro su mirada cambia completamente – A todo esto... ¿Qué haces tú aquí? – interroga arrugando sus cejas.

– Es lo que me he estado preguntando toda la semana – Luciana se cruza de brazos esperando mi respuesta.

– ¿Por qué me miran así? Solo quise venir, no es tan aburrido como parecía y no tengo nada mejor que hacer.

– Sospechoso – musita Maggs mientras me analiza de pies a cabeza.

– No tiene nada de sospechoso – me abro paso entre ambas – dejen ya de delirar, por favor, me dan miedo.

– Tengo una teoría – vuelve a hablar Maggs.

–¿Cuál? – pregunta Luciana interesada en el tema.

– "Te vi mirar la máquina de café con lujuria y supuse que te apetecía" – dice en tono burlón imitando mis palabras del sábado pasado.

Luciana levanta una ceja y me mira fijamente.

– ¿Qué? La pobre chica llegó sin piel en las rodillas y quise ser amable. Ojeaba la máquina de café cada tres segundos y le preparé uno, no entiendo cuál es el problema.

– La próxima me lastimaré a propósito a ver si eres tan amable conmigo también – protesta mi amiga




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