Luciérnagas

Capítulo 4: Recuerdo

- - - - - Aria - - - - -

Le ruego a todos los dioses existentes haberlo pensado y no dicho, pero que Deva se sonroje me dice que eso acaba de salir de mi boca.

– Luciana fue muy amable en invitarnos – digo queriendo cambiar de tema y sofocar el calor en mis mejillas.

– Me alegra que los haya invitado, tu amigo parece muy... simpático.

– Lo es, nos hicimos amigos muy rápido.

– ¿Te estás adaptando bien? No debe ser fácil cambiar de país – pregunta y suspiro profundamente antes de contestar.

– Definitivamente, no lo es, pero creo que me adaptaré – o eso espero.

– Imagino que con tu padre tienes una muy buena relación para venirte a vivir aquí – le da una calada a su cigarrillo.

– Sí, él es... Increíble. Está siendo mejor de lo que supuse vivir con él.

– Tu madre te debe echar de menos – comenta y se me hace un nudo en el estómago.

– Si, quizás – respondo con un hilo de voz – Parecen muy unidas con Luciana – intento cambiar el tema de nuevo.

– Lo somos, es más mi hermana que mi prima.

– Yo no tengo primos.

– ¿Cómo que no tienes primos? – me mira extrañada.

– No, soy hija única de hijos únicos... ¿Qué se siente? – siempre quise saber lo que es tener una familia numerosa.

Piensa su respuesta unos segundos. Apaga su cigarrillo en el cenicero y vuelve a mirarme a los ojos.

– Aunque sea irritante el noventa por ciento del tiempo, no me imagino la vida sin ella. Hemos sido muy unidas desde el comienzo de nuestras vidas y luego...– hace una pausa – y luego mi madre nos crio juntas a ambas y eso nos hizo inseparables.

– Por eso parecen más hermanas que primas.

Me dedica una sonrisa triste antes de volver a responder.

– Si...

Una brisa helada me hace abrazarme a mí misma.

– ¿Tienes frío? Podemos entrar y quedarnos en mi habitación.

– Si, por favor – respondo.

Entramos a su cuarto y no puedo evitar observar su escritorio. Es muy organizada a pesar de los papeles, bolígrafos y cables que hay allí. En la pared hay recortes, pósteres, un cuadro y fotografías.

– Iré a buscar algo de beber, ¿quieres algo? – pregunta desde la puerta.

– Una cerveza está bien, gracias – no suelo beber alcohol, pero está bien por una noche.

Sigo observando todo a mi alrededor y algo se cruza con mi vista. La esquina de un papel se asoma debajo de su armario y tengo el impulso de levantarlo. Cuando la observo, Deva entra en la habitación tomándome por sorpresa.

– Yo, eh, encontré esto aquí y solo lo levanté.

Se acerca rápidamente quitándome la fotografía de las manos.

– ¿Dónde la encontraste? Llevo meses buscándola – dice como si no pudiera creer lo que está viendo.

– Estaba allí, debajo de tu armario – sigue mirándola – ¿es tu padre? – pregunto.

Me mira.

– Si... es él.

– ¿Lo extrañas?

Deva se sienta sobre la cama.

– Mucho. Él... Falleció hace diez años y... esta es una de las pocas fotografías que aún conservo – explica.

– Lo siento, no quería incomodar – me disculpo y me parece sorprendente la habilidad que tengo para entrometerme donde no me llaman.

– No te disculpes, no lo sabías. Es por esto que con Luciana nos criamos juntas.

La miro sin entender a qué se refiere.

– Cuando mi padre falleció, la madre de Luciana entró en una depresión muy grande. Era su hermano, se criaron prácticamente solos y parecían una sola persona. A los 4 meses enfermó, no sabemos de qué, los médicos no pudieron detectar nada, a los 6 meses falleció. Tenemos la certeza de que murió de tristeza. Por eso es que mi madre nos crio juntas. Éramos muy pequeñas – suspira – Creo que lo que más nos unió fue el duelo.

– Lo siento mucho – por instinto coloco mi mano en su espalda y la acaricio.

El gesto la toma por sorpresa y se vuelve hacia mí.

– No quiero deprimirte con mi vida, mejor tomemos estas cervezas antes de que se calienten – cambia automáticamente su expresión.

– Claro – sonrío.

Brindamos y las próximas dos horas las pasamos hablando de películas, arte y libros.

– No me puedes estar diciendo que tu película favorita es Cars – río mientras me muestra un póster de la película para niños.

– No solo eso, ¿quieres saber quién es mi crush? El Rayo McQueen – comenta orgullosa.

– ¿Cuántos años tienes, diez?

– Probablemente – responde y ambas reímos – ahora tienes que contarme un secreto tuyo, así estaremos a mano.

Le muestro una fotografía en mi móvil y vuelve a mirarme con una ceja levantada.

– ¿Miedo a las vacas? Aria vives en el campo, es irracional.

– No te burles, vivo allí hace un mes.

– Es el animal más indefenso del universo – señala aguantando la risa.

– Quizás – termino mi cerveza y la dejo sobre su escritorio.

Cuando me giro, Deva tiene sus ojos puestos en mí. El silencio reina dentro de la habitación, lo único que percibo es mi corazón yendo más rápido de lo normal. Me doy la libertad de observarla de cerca, no me ha sido suficiente con mirarla tímidamente desde que abrí la puerta de su habitación para despertarla. No sé si pasan segundos, minutos u horas porque a decir verdad, no me importa nada más. Posa su mano en mi pierna, lo que, por inercia, me hace posar la vista en sus labios. Me dejo llevar y comienzo a acercarme lentamente.

– La fiesta ya acabo, ¿qué hacen aquí? – Maggs entra de un todo a la habitación.

Nos separamos bruscamente y la situación se torna incómoda.

– Sentimos interrumpir su... lo que sea que estén haciendo – Luciano me mira buscando alguna explicación. – Ari, es tarde, deberíamos volver. Tu padre ha enviado un mensaje preguntando si queríamos que pasara por nosotros.

– Genial – respondo intentando conectar de nuevo mis neuronas.

– ¿Se han ido todos? – pregunta Deva cuando Luciana aparece también en la habitación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.