- - - - - Deva - - - - -
El sol entra por la ventana y maldigo el no haber cerrado las cortinas antes de irme a dormir. Abro los ojos con toda la intención de volverme a acostar, pero mi plan se frustra cuando veo a Maggs y Luciana mirándome sentadas en mi cama. Las miro aguardando una explicación coherente.
– Buenos días, princesa – Luciana habla y no quito mi vista de ambas.
– Bien, cuéntanos. Debo volver a mi casa – pide Maggs acercándose más a mí.
– ¿Contar qué? – pregunto no entendiendo a lo que se refieren.
– Dev, estuviste encerrada con Aria toda la noche, no puedes decir que no ha pasado nada.
– En primer lugar, ¿por qué suponen que sucede algo con Aria? – todo este asunto comienza a irritarme.
– Dev...– Luciana me mira por encima de sus anteojos – te conocemos.
– No ha pasado nada – respondo con la peor de las ondas.
– Deva... – Maggs insiste.
Sé que no me dejarán en paz a menos que desaparezca de la faz de la tierra. Lo cual no me parece la idea más horrible del mundo, siendo sincera.
– Okay... Hablamos de temas totalmente random, bebimos cerveza y nada más. Lamento decepcionarlas – agrego sarcásticamente.
– ¿Para esto me quedé aquí? – se queja Maggs, bufando.
– Y quedamos para merendar juntas mañana – acoto en voz baja esperando que el comentario pase desapercibido.
Luciana brinca de la emoción y en ese momento me doy cuenta de lo que sucede... de lo que me sucede.
– Pero le cancelaré – ambas me miran como si me hubiera salido un cuerno en la frente.
– ¿Cómo qué le cancelarás? – se indigna mi prima – ¿has perdido la cordura?
– Como si pudiera perder algo que nunca tuvo – Maggs la mira y se levanta – bien, me iré si no hay nada más que sea interesante.
Maggs recoge sus cosas rápidamente y se marcha azotando la puerta. Luciana, que todavía no se ha ido de mi habitación, vuelve a mirarme.
– ¿Qué sucede? – pregunta.
– Luciana, no pasa nada, de verdad.
– ¿Te avergüenza? – insiste.
– ¿Qué? No, claro que no.
– ¿Entonces?
El premio a la insistente del año es para mi prima, sin dudarlo. Suspiro profundo porque no entiendo ni siquiera yo qué es lo que me está pasando.
– Aria no es Lorenzo, Dev.
– Lo sé, solo que me da... Miedo supongo.
– ¿Miedo a...?
– ¿Al amor? – pongo cara de asco cuando sale de mi boca – En mi cabeza sonaba menos cursi.
– Mira, soy la persona menos indicada para hablar de esto, pero estoy segura de que lo tuyo no es miedo al amor, eres bastante cursi, de hecho. Pero tienes miedo a sentirlo, a amar. Tienes miedo de amar a alguien al punto de entregarle tu corazón y que esa persona luego desaparezca o, en el peor de los casos, muera y tener que enfrentar el dolor que eso implica – toma mi mano – Pero tienes que saber que es mucho peor vivir con miedo que con el corazón roto. El dolor te mueve, puede estancarte un tiempo, quizás, pero el tiempo lo acomoda, lo absorbe y si, tal vez, cada tanto aparezca. Pero el miedo... el miedo paraliza Deva. El miedo te deja inmóvil, incapaz de vivir. Te quita las fuerzas, las ganas, te llena constantemente de ansiedad, de dudas. Te quita las ganas de querer intentar siquiera mover un pie. Pero eres tú la que decide si quieres correrlo a un lado y vivir. La vida es un riesgo y es algo que no puedes evitar. Pero cuando llegue el punto de tu vida en que solamente te quede mirar a atrás, solo tú puedes decidir hoy que es lo que quieres ver en ese entonces.
– ¿Tú tienes miedo? – pregunto.
– ¡Por supuesto que si! Todo el mundo tiene miedo, nadie puede escaparle, pero si decidir qué hacer con él.
– Entonces dices que...
– Son tus decisiones, Dev. No voy a decirte qué hacer. Y no me importa lo que elijas, siempre estaré aquí.
Quizás Luciana tenga razón, por ello decido enviarle un mensaje a Aria para decirle que nos encontramos mañana en el centro comercial, antes de arrepentirme nuevamente. Mi cabeza es un desastre últimamente y siento que si dejo entrar a Aria a mi vida, todo puede salir mal. Todo ha salido mal hasta ahora entonces... ¿Por qué esto iba a salir bien? Y aunque sé que no debería pensar así... Lo hago. Y la culpa de no poder disfrutar las cosas buenas. Es un círculo en el que estoy atrapada y que no parece tener salida.
– ¿Quieres que te prepare algo para comer? – Luciana pregunta mientras me abraza.
– ¿Ha sobrado pizza?.
– Claro, pondré la mesa – contesta y se va de mi habitación.
Aprovecho para llamar a mi madre.
– Hola mi amor – responde al otro lado de la línea.
– Hola mamá.
– ¿Qué tienes? – miro el teléfono confundida.
– ¿Nada?
– Algo en tu voz me dice que te sucede algo, ¿quieres contarme?
Es increíble la capacidad que tiene mi madre para saber lo que me sucede incluso antes de que yo misma lo sepa.
– Hay... alguien.
– Vaya, cuéntame – pide de manera serena.
– Me.... Me gusta, alguien. Es una mujer.
– ¿Y bien?
– Estoy aterrada, eso sucede, no porque sea una chica, sino porque.... Tú sabes.
– Dev, hija, una mala experiencia o una mala elección, no definen tu futuro. Que te haya ido mal en el pasado, no significa que todo será malo. No dejes de amar solamente porque algo salió mal.
– Pero y si...
– Dev, entiendo tu miedo. Lo he vivido en carne propia, mi mayor miedo era perder a la persona que más amaba, tu padre. Y aunque la vida lo quitó físicamente de mi lado, con el tiempo aprendí que no lo perdí, no perdí nada, él está, su amor y el amor que le tenemos está, me costó muchísimo entenderlo. Y tú, Dev, tienes que aprender a encontrar amor incluso en las cosas que te han hecho sufrir. Tu relación con Lorenzo fue horrible, lo sé, pero mírate ahora, has aprendido mucho de eso, sabes quién eres, sabes lo que no quieres, te valoras, no dejas que nadie quiera pisotearte. Tienes que confiar, hija, cree que la vida puede ser buena, incluso cuando te golpee. Date la oportunidad de aprovechar las oportunidades.