Estaba en un momento de presión. Mi cabeza quería explotar. No sabía si había tomado la mejor decisión, que no sabía que hacer, las paredes parecían cerrarse a mi alrededor, me sentía ahogada en mi propio aire. Veía el sol brillar a lo lejos, chocando contra mi rostro. Mis ojos se sentían, pero aun asi no quitaba la mirada de él.
Extrañaba mi yo de antes, extrañaba ser una niña. Extrañaba no pensar en tantas cosas, en los sentimientos. Solo pensar en juegos, risas y mas risas. Una lágrima bajaba por mi mejilla a cada recuerdo, mientras sorbía mi nariz. Me sentía perdida, con ganas de estar encerrada en mi habitación y mirar al techo, como si este me fuese a ayudar, luego ver a mi madre entrar, con una bandeja de jugos o cereales, intentando subirme el ánimo, mientras besaba mi frente y yo me acurrucaba en sus brazos. Aveces creía que me sentía mejor viviendo en un engaño, que viviendo donde sentía que no quería estar. Mi corazón latía al son de mi respiración, mis labios estaban secos, y a través del vidrio podía ver mi reflejo. Mi rostro estaba decaído, no tenía ojeras, pero mis ojos estaban hinchados de llorar. El verde de mis ojos se estaba iluminando, por el baño de lagrimas y la luz del sol, pero no brillaban con la misma intensidad. Las facciones de mi cara habían cambiado tanto, que veía en alucinaciones cambiar mi rostro desde que era una bebé, hasta lo que soy ahora, un rostro decaído por culpa de las emociones y sentimientos. ¿Por qué los sentía?, ¿por qué no podía apagarlos?, ¿podía apagarlos?
Me odiaba, y me amaba. Era un odio mezclado con amor, detestaba haberme convertido en lo que era, y amaba haber crecido, haber pasado nuevas estapas. Amaba y admiraba mi resistencia a todo, no podía creer que yo fuese capaz de contener las inmensas ganas de parar todo lo que me dañaba.
Estaba sola, sola en el mundo, sola en mi mundo. Estaba sola en mi mente, que cada día me dañaba, que no tenía salida a su dolor, no podía escapar a esa pesadilla. No sabía si era temporal, o si era permanente, pero temía, temía a cada segundo. Temía a que fuese a terminar mas mal de lo que estaba. Necesitaba un descanso, y glorioso y merecido descanso.
Tantos recuerdos del pueblo me atormentaban, las personas, las voces, las risas, las cosas, sus tiendas, sus ferias, sus eventos, sus extraños días de celebración, sus aniversarios, la escuela, los niños, los adolescentes, los inmaduros bravucones, y Tom. Su recuerdo destruía mi cabeza, simplemente el hecho de haber estado con el desde pequeños y que luego me haya dejado de lado por otra niña, incrementaba mi dolor. Mi rabia crecía cada vez que la recordaba, que solo quería acabar con su felicidad y mi sufrimiento. No sabía si iba a sentirme mejor, pero no me importaba. Era la primera vez que quería arreglar algo sin detenerme. Tom ya no estaba, mi madre tampoco, ni el padrastro de Tom, que era como el padre que nunca tuve.
Recordaba aquel día que había leído el libro de Lucifer, trayéndome tantas pesadillas. Su maldito don, yo lo tenía por dentro, apoderándose de mí, de mi ira. ¿Por qué había aceptado ir con ella?
Tenía miedo. Miedo de mí, del mundo, de mi "don".
Suspire, mirando hacía otro lado del ventanal, negando a algo. No podía explicar claramente como me sentia, solo podía saber que estaba derrotada. Me habia rendido ante mi misma, ante todo lo que pasaba. No podía, simplemente no podía cambiar lo que sentía, y eso lo detestaba, por que ya estaba agotandome, ya no lo entendía, ya no sabía el por que seguía allí.
Si no aceptaba la realidad, la realidad me haria reaccionar de la peor forma. Extrañaba a mi madre, la queria cerca, pero me temía, temía de su propia hija. Tom me había abandonado, y llorar por el dolor que sentía por dentro matarme, no ayudaría a volverlo a ver, aunque sea no en persona.
Como si pasará lo que dije, en el vidrio con el reflejo del sol, podia ver a Tom. Estaba sentado en la cama de su habitación, con una libreta. Lágrimas caían por sus mejillas. Aunque tenia ganas de usar mi don en él para que dejara de llorar, también quería destruirlo, como destruyó mi felicidad. ¿Por qué lloraba?, ¿no estaba feliz de que yo me haya marchado?, ¿no pensaba que sería diferente?
Sabía que me iba a odiar luego, pero mordí mi labio enojandome conmigo misma, arrugando las cejas en reacción, dandole vueltas a mi cabeza. ¿Por qué era tan difícil?
Cerré mis ojos, rindiendo mis fuerzas. Un cálido aire paso entre mis hombros, luego hacía mi rostro. Cuando abrí los ojos, en el reflejo de Tom, pasaba el mismo aire, este lo recibía calidamente. Era lo que necesitaba, sus ojos habian dejado de mandar lagrimas, y solo veía como sus labios dejaban de temblar, y sus ojos cerrados se relajaban, hasta su cuerpo caer en la cama. Un suspiro y quedó dormido. No sabía que podia hacer tal cosa, pero al menos había calmado su dolor por un momento.
La pelirosa me había abrazado por los hombros, viendo hacia el vidrio, donde estaba el reflejo de Tom dormido. Suspiró, haciendo que el mismo desapareciera, después de pasar una mano por encima. Y así nos quedamos, mirando hacía el horizonte, donde el sol seguía igual de resplandeciente, queriendo ya irse. Unos que otros suspiros de estrés y presion salían por mi boca.