Lucifer

《15》

Veía la nieve caer, esos pequeños punticos blancos, que al verlos de cerca tenían una figura inesplicable. Los pinos de los árboles estaban llenos de ellos, tanto como los arbustos del jardín. Aquellos hacían que se alumbrara extrañamente el día, y los espacios entre los pinos se viese tentador de explorar. 

 

Acomodé el gorro de tela que tenía en la cabeza. Calentaba mis brazos con fuertes movimientos encima del sueter y el abrigo que traía puesto, ya que hacia demasiado frío en esa época. 

 

Terminé de admirar la mañana invernal, para luego entrar en la cabaña, en donde estaba Nicolás echándole leña al fuego. Este también se mantenía abrigado, y llevaba un gorro marrón, que le quedaba bastante tierno. 

 

—¿Donde estabas?—preguntó de repente, mientras lanzaba un pedazo de rama encendida bajo la leña. 

 

—Salí un momento.—me quité el abrigo y el gorro, recibiendo el poco calor que estaba emanando la chimenea. En seguida se había abierto una de las ventanas, dejando pasar todo al aire frío que se concentraba afuera, apagando la chimenea y yo que estaba sin abrigo, se me congelaban hasta los huesos por el tamaño de la ventana que dejaba entrar demasiado viento. 

 

—Que extraño. ¿Cerraste bien la ventana antes de salir?—asentí, abrigando mis brazos. Se dedicó nuevamente a cerrarla, y a organizar varias de las cosas que se habían caído al golpe.— ¿Tienes frío?

 

—¿Tu que crees?, sólo tiemblo de alegría.—respondí irónica, recibiendo la primera risa se su parte, aunque no muy firme, mas bien como si se obligara a reír. 

 

—Deja te ayudo con eso.—pensando que me iba a abrigar con su cuerpo en un abrazo, simplemente sentí caer mi abrigo en mis hombros y mi gorro mal puesto en la cabeza. Volvió a encender la chimenea.— Sientate frente al fuego, te abrigaras más rápido. 

 

—¿Y tu? 

 

—Se abrigarme solo, es uno de los tantos beneficios.—sonrió superior. 

 

—¿Y por que yo no puedo hacerlo? 

 

—Claro que puedes, pero tu misma te lo impides. Noté algo en ti diferente a mi poder.—se sentó a mi lado. 

 

—¿Por que?—pregunté confusa.— ¿Por que debería impedirlo, si es un beneficio?

 

—Un beneficio para ti, pero no para los que te rodean. Tu no calientas, tu quemas, Liseth.—miró las llamas del fuego, seguido de mi, dándome cuenta de lo que se refería.— Leí algo sobre eso en el libro, uno de los tres elegidos tendría una fusión de descontrol, y lamentablemente, esa elegida eres tú. Tienes un poder mucho mas superior al de nosotros dos, pero mas destructivo.—con razón.— Por que hay algo en ti que nosotros dos no tenemos, y es ese corazón, ese sano corazón, por eso te eligieron. El control y el descontrol se llevan con el balance o un equilibrio de lo que pueda cargar el cuerpo, y tu tienes ese descontrol por tener tan poca experiencia y edad. Neri y yo somos adultos, adultos que han vivido por años en una edad, tu apenas creces, apenas desarrollas tu poder. Quisiera poder decirte que algún día controlarás eso, pero no lo harás, como creces es como quedas. 

 

—No sabía nada de eso. 

 

—Lo se, se muy bien que estas desorientada con lo que te he dicho, pero muy pronto lo entenderás tu misma.—se puso de pie.— ¿Alguna vez te dijeron que tienes unos hermosos ojos?—caminó hacía una mesa. 

 

—Eh, no.—me sonroje.— Tu tienes los ojos del mismo color. 

 

—Por eso, nuestros ojos son encantadores.—me guiñó el ojo, y reí. Sirvió un poco de chocolate caliente en dos tazas de color blanco, con unas rodajas de pan. Habíamos estado ocultándonos en aquella cabaña durante un tiempo, después de lo sucedido en la mansión. No volvimos a oír nada de ello, bueno, Nicolás no supo más nada de su difunta familia, por que era quien salía más que yo, sabía que Lucifer estaría buscándome. Habíamos conseguido aquella cabaña por la familia de él, que se la había vendido a unos viejos ancianos que habían muerto meses atrás en un accidente automovilístico con uno de sus nietos. No había televisión, bueno, no había buena señal, ni internet, ni nada que pudiese entretenerme. La librería que se encontraba allí era muy antigua, y además estaba en un idioma que no sabía, por lo cual me era imposible leer. Todos los días salía a entrenerme con la nieve, pero me intrigaba mucho irme por en medio del bosque, pero solo podía hacerlo cuando Nicolás no estaba, por que no me dejaba ni salir al jardín.— Traje algo para ti.—dijo de repente, llamando mi atención y perdiendo el hilo de mi mente.

 

—De seguro es comida, otra vez.—rodé los ojos. 




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