Lucifer

《16》

—Debemos irnos, Liseth.—me corría Neri de la ventana. 

 

—No, no me iré  sin Nicolás.—dije a la defensiva. 

 

—Él estará bien. Si nos quedamos, tu amiguito nos va a matar y se acabó para nosotras y Nicolás podrá salvarse solo. 

 

—Pero...—se desapareció enseguida Tom de la carretera, dejándo una pequeña mancha negra que se iba a desapareciendo.— ¿A donde se fue?—dije asustada. 

 

—No lo se, pero ya estuviera aquí, esta detrás de Nicolás. Vámonos. 

 

—No.—dije enojada mirando a través de la ventana.— Si él va detrás de Nicolás, iré detrás de su novia. 

 

—¿Que vas a...?—no volví a oírla, cuando ya había aparecido en el pueblo. Estaba un poco cambiado, habían mejorado una que otras cosas. Habían nuevas personas, y habían puesto nuevos lugares, y una nueva biblioteca. 

 

Decidida caminé por en medio de la plaza principal, sin importarme que conocidos me viesen, por que ya había visto a Wall a lo lejos con un grupo de amigas, hablando animadamente. Rodé los ojos. Como la detestaba, le había tomado odio sin siquiera conocerla pero no me importaba. 

 

—Hola, que pena molestarlas.—dije al llegar a su lado, las había tomado justo al lado de un callejón. Wall pareció reconocerme, que no sabía como reaccionar. 

 

—¿Liseth?, tu... no estas muerta. 

 

—Ehh, prácticamente no, pero metafóricamente hablando, mmh, si, estoy muerta.—dije sin alargar el asunto. 

 

—Tu madre, sufrió mucho en cuanto la policía te dio por muerta. 

 

—Lo dudo. Mmh, basta de charla, ¿señoritas no darían algo de espacio?—las lancé hacía unos basureros.— Tampoco tan amables.—reí burlona, por lo que había hecho, sabiendo que fui yo la que lo hizo.— Sigueme.—pase mi mano por su nariz, dejando que esta aspirara polvo azul y se durmiera. Con mi poder la cargué en el aire, hasta encerrarnos en una bodega a las afuera del pueblo.— Despierta bella durmiente, ya no debes dormir más. 

 

—¿Ah?—abrió los ojos desorientada.— ¿Donde estoy y por que tengo estas cadenas? 

 

—Es exactamente como convirtieron a mi mejor amigo en un maldito peligro. ¿No es horrible?—me paré frente suyo, sabía que ella no entendería nada.  

 

—¿Que esta pasando, Liseth? 

 

—Tranquila, no demoraré tanto, solo moveré algo por aquí.—puse mi mano encima de su pecho, exactamente en el izquierdo, haciendo que una de sus costillas se rompiera y pudiera apreciar con mi ojos su dolor.— ¿Sabías que las costillas son una especie de protección había lo mas sensible de nuestro cuerpo?, bueno, ahora eso esta en tu contra.—rompí otra de sus costillas, y un nuevo grito salió desprevenido de sus labios. 

 

—Me duele mucho.—lloró. 

 

—Esto es por robarte a mi mejor amigo, ah, y también es por atraerlo, necesito que vea como su novia perfecta muere frente a sus ojos, a ver si vuelve a ser él, solo que estará un poco dolido, pero para eso esta su mejor amiga.—partí otra de sus costillas. 

 

—No se de que hablas, yo no te lo robé, mucho menos tenía la intención de arruinar su amistad, yo sólo quería ser parte de algo por una vez, y me sentía bien con ustedes...—la interrumpí con otra costilla rota. 

 

—¡Patrañas!, no intentes convencerme con tus palabritas bonitas, ya no soy la Liseth que conociste. Solo el hecho de haber llegado tu escandalosa presencia a mi vida, me arruinó la existencia que ya era bastante inquietante.—me senté en una silla frente a ella.— Si no te hubieras aparecido, tal vez no morirías y seguirías con tu ridícula vida hasta morir de anciana. 

 

—No tuve... la culpa, yo no sabía que me detestabas tanto, si lo hubiera sabido creeme que me hubiera apartado.—decía con la voz rota, pero no me compadecía de ella, mi odio hacia ella era tan puro, que ni la palabras más linda del mundo me iba a hacer cambiar opinión. 

 

—Liseth.—escuché nombrarme Tom, detrás de Wall, que estaba casi apunto de agonizar con su propia sangre. 

 

—Tomas.—me puse de pie. Este venía caminando a paso lento, pero ya no estaba vestido como cazador, si no con su ropa diaria.— Que sorpresa.—dije irónica. 

 

—No creo que sea una sorpresa para ti.—su semblante permanecía sereno. 

 

—¿Viniste a presenciar la muerte de tu novia? 

 

—No creo que seas capaz. 

 

—Ay por favor, la detesto. Podría mover un dedo y ella se haría de este mundo.—levantó una ceja y apareció frente a mi, casi rozando mi cara. Movía su rostro casi como una musa de querer besarme, pero sabía que no lo iba a hacer. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.