Lucifer. El Ángel Caído.

Capítulo Único.

¡Cómo caíste del cielo, oh, Lucero,

 hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra,

tú que debilitabas a las naciones.

Tú que decías en tu corazón: Subiré al

cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,

levantaré mi trono, y en el monte del testimonio

me sentaré, a los lados del norte;

sobre las alturas de las nubes subiré, y

seré semejante al Altísimo.

Isaías 14: 12-14

 

Montería, junio de 2005, Iglesia Central. *

No recuerdo exactamente como se hizo el anuncio, pues es costumbre en muchas iglesias publicar con anticipación todos los eventos que durante el mes se llevarían a cabo. Recuerdo que en la cartelera general reposaba el afiche del congreso con fotos, fechas y una breve descripción de los talleres a desarrollar. “1er. Congreso Evangelístico Sanador y Restaurador para Jóvenes 2005”, rezaba en el afiche, el acontecimiento se desarrollaría durante solo cinco días, aprovechando las vacaciones de muchos colegios.

Eran ya las nueve de la mañana de un caluroso martes, cuando arribamos a la iglesia. Llegamos cargados de maletas, cajas de seguridad y varios portaplanos, parecíamos más una unidad de rescate o antimotines que un grupo de educadores religiosos.

Porque eso éramos, un grupo de hombres y mujeres mayores; quienes eran los encargados de los ministerios de caballeros y damas en nuestras iglesias y quienes también eran nuestros padres, pues ninguno de nosotros venía de la misma ciudad, los adultos viajaban con nosotros para darnos respaldo espiritual y personal.

En total éramos siete jóvenes de entre los 20 y los 25 años, sin contar a nuestros padres que eran 6 adultos, qué como dije anteriormente solo venían a respaldarnos.

Recibimos una calurosa bienvenida por parte de los presentes, quienes se mostraron siempre amables y cordiales, nos brindaron un pequeño refrigerio ya que desde que habíamos salido de nuestra ciudad no habíamos podido comer ni tomar nada.

Los pastores de la iglesia, un matrimonio joven con una pequeña hija de escasos cinco años, fueron los primeros en darnos la bienvenida.

Nos condujeron fuera de la iglesia hacia una casa vecina, pero que en realidad era la casa del pastor y su esposa. No era muy grande, solo lo suficiente para albergar a trece personas extrañas en su interior.

Nos indicaron cuales eran nuestras habitaciones, las de los adultos fue individual, es decir tres habitaciones, a los más jóvenes nos dividieron en dos grupos, hombres y mujeres, es decir dos habitaciones más.

Los cuartos en los que nos ubicaron eran los que utilizaban para las clases con los miembros de la iglesia, razón por las que dormíamos en colchonetas y catres. Nuestras pertenencias personales debían recogerse los días en los que había servicio general, es decir los sábados y domingo y ubicarlos en un locker que asegurábamos con candado, los catres y colchones debían recogerse y ubicarse en un lugar donde no incomodara a nadie.

El baño era compartido, con el resto de la comunidad, pues este quedaba al final del pasillo de los cuartos.

Las habitaciones individuales habían sido distribuidas de la siguiente manera: uno pertenecía a los esposos Rivera, padres de Raúl y Saúl, dos hermanos manizaleños muy simpáticos; el primero de 20 años y el segundo de 23. Los hermanos junto a sus padres eran los encargados en sus iglesias de dirigir a los jóvenes de la comunidad. Los señores Rivera eran docentes de ciencias religiosas y filosóficas en dos universidades de su ciudad, sus hijos eran estudiantes universitarios de Sicología y Ciencias Sociales, ellos eran los encargados de instruir a los jóvenes en temas de drogadicción y alcoholismo.

Otra habitación para los esposos Causil, padres de Aura, Marcela y María Ángel. La primera de 24 años, la segunda de 22 y la última de 19, las tres hermanas son oriundas de Cali, eran estudiantes de Español y Literatura, Psicología y la última apenas estaba empezando a estudiar Teología. Las hermanas eran expertas en el tema sexual y pornográfico.

Por ultimo los esposos Ramírez, padre de Juan Alberto y mis tíos, yo soy Manuela. Juan tiene 24 años y yo tengo 21 años, somos estudiantes de Teología y Ciencias Religiosas en la ciudad de Bogotá. Nosotros teníamos conocimiento en la música, sus orígenes, sus transformaciones y sus posibles usos en el satanismo.

Todos nos conocimos por nuestra labor en nuestras iglesias, enseñar e instruir a los jóvenes a entender como el diablo, Baal, belcebú o como le llamen, se introduce en cosas muy sanas y comunes y las transforma con el propósito de dañar la mente humana hasta esclavizarlos y llevarlos a la muerte física y espiritual. Muerte que no le permite ni razonar y entender los propósitos divinos de Dios para con la humanidad, sobre todo en las personas más vulnerables, los jóvenes.

La asociación de iglesias evangélicas del país nos había contratado para capacitar a sus feligreses, a través de seminarios y conferencias acerca del satanismo, por lo que empezamos a dar la voz del congreso por medio de las iglesias que hacían parte de la asociación.




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