Lucifer, El Origen De Un Demonio

Prólogo

El olor acre mezclado con el del azufre impregnaban el ambiente haciendo que me ardieran las fosas nasales cada vez que inspiraba.

El dolor punzante que sentía en la herida del costado y la falta de oxígeno comenzaban a embotarme la mente. Mis músculos estaban cansados y doloridos, incapaces de levantar la lanza otra vez, ni  tan siquiera de mantenerme en pie.

Ante aquella situación, me había visto obligado a buscar un refugio donde resguardarme momentáneamente de la cruel batalla que tenía lugar a apenas unos metros de mi posición, por lo menos hasta que recuperara algo de fuerza.

Completamente agotado, me deslicé de espaldas contra la columna tras la que me había resguardado y acabé sentándome en el suelo. Sentía la respiración trabajosa a causa del polvo, las cenizas y la propia herida, mi corazón latía desbocado y un dolor palpitante en la cabeza me impedía pensar con claridad.  Solo un recuerdo acudió a mi mente en aquel oscuro instante, un recuerdo que brillaba entre las tinieblas de mi mente del mismo modo en que un día lo hice yo, un recuerdo tan lejano que casi me pareció una mera invención.

"Preparaba a Miguel para presentarse por primera vez desde que la vida surgiera en él ante el Creador Supremo.

Al joven ángel se le notaba nervioso; mal se le daba ocultarme sus emociones después de tanto tiempo bajo mi cuidado.

—Ya sabes, este momento es muy importante, por favor, hazlo bien.—Le advertí al percatarme de que daba una profunda inhalación, señal de que trataba por todos los medios de mantener bajo su control los nervios que amenazaban con aflorar de nuevo.

El ángel se volvió entonces para mirarme, y en su rostro de rasgos todavía infantiles pude apreciar que mis palabras no habían hecho más que empeorar su situación.

—Estoy muy nervioso. —Me confesó innecesariamente.

Lo miré a sus ojos color azul verdoso y esbocé una ligera sonrisa. En verdad, lo comprendía a la perfección.

—Pues no debes estarlo. —Repuse. —Estás más que preparado. —Le aseguré a continuación.

Él asintió, aunque era evidente que no estaba muy convencido.

—¿Tú estabas nervioso también?—Me preguntó de repente, tras un breve silencio.

—Lo mío fue diferente, Miguel.

—Se me va a olvidar lo que tengo que decir. —Aseguró alarmado a la vez que se llevaba las manos a ambos lados del rostro.

—Miguel, no, eso sí que no. Si quieres conseguir el puesto no puedes dejarte llevar por los nervios. Piénsalo, ¿no quieres llegar a arcángel, tener tu propia legión, ser tú quien  dé las órdenes?

Para mi sorpresa, cuando me miró no vi interés  alguno reflejado en sus ojos ante los objetivos que acababa de enumerarle.

—Si te soy sincero, no tengo demasiado interés en llegar a arcángel. Prefiero quedarme en Ter'khes, contigo, formar parte de tu legión. —Contestó, y mientras hablaba, vi que su mirada se iluminaba con la ilusión que le había faltado antes.

Suspiré levemente y negué con la cabeza, pero no pude evitar brindarle una ligera sonrisa.

—Eso estaría bien. —Admití.

Fijó sus ojos en mí, reflejando cierta esperanza.

—Yo no quiero dar órdenes. —Me aseguró.

Le sonreí de nuevo, en esta ocasión plenamente.

—No, no me líes, llevo mucho tiempo preparándote para este momento, no puedes echarte atrás ahora. Tú naciste para esto, es tu destino desde que fuiste creado.

Miguel asintió y pude advertir que se apagaba la alegría de su mirada.

—Lo he pasado muy bien contigo. —Dijo con resignación.

—Y yo. —Admití tras una breve pausa.

La estancia se sumió en un largo y profundo silencio.

—Maestro.—Dijo de nuevo Miguel, y pude apreciar inquietud en su tono.

—¿Sí?—Inquirí con una ceja enarcada, temiendo lo que me iba a decir a continuación.

—Se me ha olvidado lo que tengo que decir.Suspiré con desesperación al tiempo que rotaba los ojos. —Lo siento, maestro.

—No importa. Repite:

Nací de la luz.

Vivo para crear.

Porque así lo quiso el Creador,

Vivo para servirle, para serle fiel.

Juro amarle sobre todas las cosas

Y ofrecerle mis servicios hasta el final de mis días.

Aquel que incumpla este juramento será acusado de

Traidor y expulsado.

—¿Y qué venía antes de eso último?

—Miguel, me empiezas a preocupar. Venga, una vez más, tú repite conmigo y no te pongas nervioso.

—Vale.

—Nací de la luz.

—Nací de la luz.

—Vivo para crear.

—Vivo para crear.

—Porque así lo quiso el Creador.

—Porque así lo quiso el Creador.

—Vivo para servirle, para ser le fiel.

—Vivo para servirle, para ser le fiel.

—Juro amarle sobre todas las cosas y ofrecerle mis servicios hasta el final de mis días.

—Juro amarle... ¿puedes repetir maestro?

No pude evitar torcer el gesto ante su forma de dirigirse a mí, nunca me gustó aquel título.

—Luzbel, Miguel, llámame Luzbel; y más ahora, pues a partir de hoy ya no soy tu maestro, seremos compañeros, como el resto de arcángeles.

Él asintió.

—¿Crees que lo lograré?

Esbocé una amplia sonrisa.

—En ningún momento he dudado de ti.

—¿Estarás conmigo?

—Sí, pues claro.

Entonces alguien abrió la puerta.

—Luzbel, ven. —Escuché la voz de Jophiel.

Miré a Miguel.

—Vuelvo enseguida.

—Vale. "

El recuerdo terminó de forma abrupta y volví a aquella realidad invadida por la destrucción y la muerte. Desde mi posición podía escuchar a la perfección los alaridos, aunque la espesa capa de cenizas que se había levantado me impedía distinguir si provenían de un bando o del otro. Supuse que de ambos.



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En el texto hay: angelescaidos, angelesdeluz

Editado: 15.07.2023

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