Lucifer también tiene alas

PREFACIO

Cortó camino por el campo, incapaz de acercarse a la ruta. La guiaba la luna oscura en el cielo, y las estrellas a las que no sabía leer. Por la espalda le corría una gota que bien podía ser tanto de sudor como de miedo. Mucho miedo.

Estaba cansada, las piernas le pesaban y los músculos se le tensaban del esfuerzo. Se había caído un par de veces y tenía las rodillas lastimadas. Las manos estaban iguales, o peores. En un intento por ganar terreno, había intentado saltar un alambrado que resultó tener púas. Se le habían hundido en la carne sin piedad y ahora ardía como un infierno.

Los ojos se le habían acostumbrado a la oscuridad, creía que vería alguna casa si pasaba lo suficientemente cerca de una. Pero la realidad es que el campo era más amplio de lo esperado. Y ella lo desconocía plenamente.

Quizás solo debiera tenderse y esperar al amanecer. Eso se decía, pero igual seguía caminando. Así pasaron los minutos, y con ellos, las horas. De esta manera se terminó la noche, y dio paso al día.




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