No hay nada más sofocante que un padre intenso y el mío, se gana el premio al mayor intenso de todas las dimensiones.
Algo que no había contado aún, es que no solo me fui del infierno porque mi vida era aburrida en ese lugar, sino que tampoco soportaba estar bajo el régimen del diablo. No me malinterpreten, me encanta torturar y hacer sufrir a las personas, en especial aquellos que llegan a las brasas del infierno por ser una mierda aquí en la tierra, pero de ahí a que me quieran controlar es algo que no puedo soportar.
Ahora, resulta que mi padre ha enviado a un demonio para llevarme de vuelta a casa. Quien se cree que soy...
—Largo de mi ciudad y de mi escuela perro faldero, si no quieres que te patee el trasero —dije al demonio.
—He recibido órdenes estrictas de llevarte por las buenas o malas —exhaló—. No puedo llegar sin ti ante el rey.
—Pues inténtalo entonces.
Él se propuso abalanzarse sobre mi, pero una barrera le impedía pasar. ¿A caso alguien estaba... orando?, escuchaba murmullos en la esquina del salón. Me fijé detenidamente en un chico extraño, siendo sincera nunca me había percatado de su presencia, parecía algo tonto y soso, del tipo que no tiene nada de carisma.
—L-luciferina... —dice el chico tartamudeando—. Que está pasando y por qué hablas en un lenguaje extraño con esa extraña cosa en la puerta
Esto cada vez se hacía más interesante, al parecer tenemos a un humano especial por aquí.