¿Recuerdan que les dije que la humanidad iba a experimentar algo que jamás habían sentido en mucho tiempo? Bueno, esa realidad iba a ser muy pronto.
Cada vez encontraba más demonios Tracks a mis alrededores. Incluso, vi como uno de ellos le succionaba el alma a un sujeto mientras caminaba por los pasillos de la escuela. Por supuesto la gente no sabía que ocurría, solo veían a un chico sufriendo un ataque de epilepsia severa, seguido de convulsiones. La realidad era otra. El Track lo estaba matando, drenaba su vida.
Los Tracks suelen atacar a los más vulnerables, personas que sufren de depresión y que sienten en sus corazones cualquier tipo de deseo negativo o triste. Personas psicóticas y esquizofrénicas también suelen ser sus favoritos. Cualquier inestabilidad mental y del alma, eso es ideal para esos demonios. Que platillos tan exquisitos, ¿no es así?
Yo lo sabía y podría haber hecho algo al respecto; pero un humano más o un humano menos en este mundo, no podría importarme mucho la verdad. Solo seguí mi camino.
El chico murió, los paramédicos llegaron. Por cierto, muy tarde, qué sistema de salud tan deficiente. Igual no hubiesen podido hacer nada, solo me quería quejar de su salubridad.
Noté a la chica, María es que se llamaba. Posada en su escritorio leyendo un libro dentro del aula de clase.
—¿Viste lo que acaba de pasar? —le pregunté.
—En realidad no, solo escuché que un chico ha convulsionado —responde sin despegar su mirada del libro.
—Algo inevitable, con todos esos alaridos —dije en tono burlón—. Aún así, ¿no te causó curiosidad, como para salir a ver? Él acaba de morir.
—No.
Una sonrisa marcó mi rostro. Impresionante, ¡simplemente esplendido! Ella no mentía, no le importaba la muerte de ese chico en lo más mínimo. Eso notaba en sus ojos. Que excitante.