Lucille: La marca del Diablo

02. El trato

Lucille sujetó su mano y se levantó del frio suelo sintiendo un cosquilleo. Se limpió aun confundida por aquellas palabras, no despegaba la vista de esos atrayentes ojos, pero luego de unos segundos quitó la mirada creyendo que ambos se pondrían incomodos, pero de pronto recordó aquellas anteriores palabras.

-¿De qué hablas? -Dijo Lucille-.

-Tengo muchos nombres. Escuché tus llantos de dolor desde el inframundo y sé que puedo hacer algo a cambio para sanarte, al igual que sé que tienes algo que yo tengo.

Lucille tragó saliva y pasó a llevar su mano izquierda contra su abrigo cual le produjo un fuerte dolor. Se decía que estaba perdiendo la cabeza por seguir hablando con él. ¿Ha bebido lo suficiente para imaginarse esto? El destello del club a lo lejos aún confundía su vista.

-¿Qué quieres? -Pregunto él quitando el agua de su cara con una sonrisa a un lado-.

Lucille se sintió cómoda junto a él, al sentir ese afecto del que se le hacía familiar, pero al mismo tiempo un sentimiento muy lejano a lo que antes estaba viviendo.

-No quiero morir. -Ella no pudo evitar no sollozar-.

Se sintió estúpida luego de decir esas palabras. Pensaba que aquel hombre era un psicópata muy descabellado creyéndoselas de ser dios. Soltó una risa luego de pensar eso riendo sola. 

-¿Por qué?, si la muerte es lo más sagrado que existe. El dulce descanso. Paz eterna.

-Me da miedo. -Dijo apenas él terminó de hablar-. No quiero morir nunca, no quiero morir ni hoy ni mañana ni en 10 años...-Repetía-...No quiero morir. No quiero morir.

Lucille dio un paso hacia atrás apretando los puños. Sintió un susurro en su hombro cual le pareció normal. Aquella voz repetía lo mismo y otra vez, pero se detuvo en cuanto Lucille dijo en voz alta:

-Quiero ser inmortal. -Ella soltó una risa luego de soltar aquellas palabras. Lo sintió como una buena idea en aquel momento-. Quiero ser inmortal.

Levantó la mirada y vio a otra persona caminar detrás del Diablo mirando a los lejos. Dos serpientes aparecieron de un árbol sin llamar la atención de Lucille.

-Para ver a tus familiares morir…-Dijo la mujer que acababa de ver recién detrás de ellos, pero ahora a un metro de distancia detrás de Lucille. No le dio ni el más mínimo de atención como si no la dejaran mirarla-…encontrar un amor diferente cada siglo y verlo fallecer.

Lucille no le creía ni una palabra a aquella mujer que acababa de aparecer junto a ellos. Traía un vestido celeste y mantenía los brazos cruzados. Lucille le dio la espalda para mirar al Diablo a la cara. Si esto era real, si esta posibilidad de evadir a la muerte era cierta, lo conseguiría, Lucille no la dejaría escapar y sin pensar comenzó a hablar convenciéndose a ella misma.

-Sé que duele. -Tambaleaba de un lado a otro por su pie que aún se mantenía inflamado-. Lo vi. Vi a mi padre como sufría en esa sala de hospital. Duele. Y no quiero sufrir, no quiero eso para mí. -Sintió un nudo en la garganta, pero no volvió a llorar-.

-Shh, shh...-Él tomó su mandíbula y le hizo un leve apretón-. Mi niña, la más preciosa de todas. -El Diablo la engatusó con sus palabras-. No puedo darte lo que me pides.

Ella borró la sonrisa de su cara enfuriándose un poco y quitó esas frías manos de encima. Le dio un leve empujón, pero ella se hizo hacia atrás sin moverlo ni un poco.

-¡Farsante! -Ella empezó a retroceder-.

Cuando ella se giró para caminar, él apareció enfrente junto con una ráfaga de viento. La mujer de celeste ya no estaba.

-¿Cómo llegaste tan rápido? -Él tomó su cuello para pasar las yemas de sus dedos sobre el lentamente-.

-No vas a dejarme aquí...-Sentía su respiración sobre ella-.

Lucille comenzó a tiritar de miedo al sentir como su tonalidad de comodidad se convertía en una más seria. Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. El dejó su cuello para quitar el hermoso cabello de Lucille sobre su hombro para acercarse a su oído.

-Te tengo una propuesta. -Ella quitó la mirada de él-.

-Mi abuela me contó una historia sobre lo malo que eres. -Dijo recordando la cara de su difunta abuela dentro de su cabeza-. Enviaste a los perros del infierno a su casa.

-...y no pude entrar ¿Cierto? -Lucille asintió lentamente con la cabeza-. Nunca olvidaría a un viejo que me faltó el respeto bajo sustancias ilícitas. Incrédulos humanos.

Él sonrió.

-Ella sentía como rasguñaban las paredes de su casa y como en cualquier momento el techo se desplomaría.

El Diablo comenzó a acercarse a Lucille mientras ella retrocedía. Paró cuando en cuanto Lucille chocó con la muralla, pero se hizo su torso hacia adelante. Él golpeó la pared haciendo que Lucille mirara hacia arriba para ver su rostro. Su pulso se aceleró y su respiración se cortó. De alguna forma se le hacía atrayente.

-¿Que tienes para mí? -Dijo Lucille actuando con normalidad, aunque estuviera muriendo de miedo por dentro-.

-A cambio de una inmortalidad temporal me tienes que dar la mortalidad de otro. Pueden ser las que quieras. Pero una vez, cada 23 de cada mes, vendré a pedirte una en particular.

-¿Quieres que...?

-Los mates. -Dijo con frialdad-.

Como si la muerte llegara de regalo en una pequeña y fría caja bien decorada de bombones a los pies de tu puerta. Un delicioso y venenoso sabor.

-¿¡Que!? ¿Estás loco?

-¿Tú que crees? -Aseveró. Él se alejó-.

-Tu inmortalidad temporal por otra para mí. Tendrás recuperación vital de golpe y cortadas o cualquier objeto incrustado siempre y cuando tengas otra vida detrás de ella. -Él inicio a dar vueltas alrededor de ella-. No envejecerás ni te contagiaras de ninguna enfermedad conocida por el hombre. Pero sabes lo que tienes que darme para conseguirlo.

Él se detuvo detrás de ella.

-Mi alma.

Sonrío cuando ella cerró los ojos y dejó salir todo el aire de sus pulmones.




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