Lucille: La marca del Diablo

07. El funeral

Ella recuerdo el primer día que bailó en un escenario junto a un fierro pegado al piso y al techo. Las luces hacían sudar y no la dejaban ver a los hombres a sus pies. Parecían perros falderos chupeteándose los dedos viendo a una nueva presa que atacar.

Los pasos que había practicado en el taller se le olvidaron al ponerse nerviosa.

Recuerdo esos gordos dedos apretar su pierna y el reflejo de una marca en ella al mirarse en el espejo. Pero, peor fue la primera vez que se fue a la casa de un cliente. Él la golpeo y apretaba su garganta y jaló su pelo con brutalidad. Ella término devastada y desolada sobre unas sabidas sucias y con el labio sangrando. Ni siquiera quiso mirar a ese hombre después de que la echara de su casa.

Sentía pena y repugnancia por cada hombre que pasó con ella una noche. Aunque no evitaba también recuerdo contar los billetes sobre la cama antes de irse. Así que todos sus problemas eran tan efímeros como el dinero en sus manos. Pero, con cada uno, con cada baile se le hacía menos difícil. Bueno, las expectativas nunca fueron altas. aun así, el mundo nunca la preparo para algo así. A nadie.

Y como cada miércoles estaba en el banco depositando el 60% de lo que ganaba para su hermano menor, quien así, podía pagar su universidad y lo demás que fuera a necesitar. Cada fin de mes la venia de visita a la misma cafetería de siempre, a la misma hora, a la misma mesa.

Lucille como siempre lo esperó veinte minutos antes ordenando la mesa esperando verlo pasar por la entrada.

Él llegó a las 12:33 p.m, tenía unos audífonos puestos y una chaqueta negra. Fue directo a ella. Lucille se levantó de su asiento para que ambos se abrazaran.

-Mira lo grande que estas. -Dijo ella sosteniéndolo en sus brazos-.

-Crecí tres centímetros este mes. -Susurró su hermano entre risas-.

-Wow. Nunca paras.

Ambos tomaron asiento y acomodaron sus sillas. Su nombre era como mundialmente se le decía el público a una de las ciudades de Brasil. "La Cuidad de las maravillas": Rio; y como debieron suponer la belleza estaba en su sangre. Era guapo al igual que su hermana, aunque no tuvieran ni un parecido.

Dos chicas de la mesa de enfrente rieron al girarse a mirarlos. Lucille quitó la mirada de ellas para sonreírle a su hermano. Siempre estaba alegre al disfrutar su presencia, aunque fueran 30 minutos.

-¿Como has estado? -Preguntó ella colocando los codos en la mesa y juntando las manos-.

-Bien. Todo bien. La universidad algo difícil, pero...todo bien. -Sonrió falsamente. Lucille lo notó e hizo un gesto-. ¿Y tú?

-Difícil...pero hay que seguir adelante. A veces siento que estoy dentro de una caja, y que alguien está ahí igual a mí, pero no al mismo tiempo. Y eso me hace pensar si es que soy la original o una copia.

-Yo...igual.

Río mordió su labio y comenzó a juguetear con sus manos. Lucille notó su nerviosismo y arrugó el entrecejo.

-Tengo que contarte algo. Pero no te enojes. -Lucille soltó una risa nerviosa, pero se detuvo al ver la cara de seriedad de su hermano-. Pienso en dejar la universidad.

La cara de Lucille se desfiguró completamente y tomó distancia echando su cuerpo hacia atrás.

-¿Que? Después de todo lo que has pasado, de que te echaran mierda y cosas así.

-Lucille...

-Es que no te lo puedo creer, ¿Por qué harías esa estupidez? ¿Por qué harías algo así? Te quedan dos años o menos y es algo que amas, Río.

-Lucille...

-¿Qué?

-Mi novia está embarazada, y quiero casarme con ella.

Ella solo se quedó boquiabierta y cerró los ojos al igual que su boca al tragar saliva. Ni un suspiro ni una palabra salieron de su boca. Mantuvo las manos lejos de la mesa.

-¿Qué edad tiene?

-Diecinueve. Esta en la universidad. Otra carrera. Nos conocimos en una fiesta.

-¿Cuánto llevan juntos?

-Once meses.

Levantó su cuerpo, pero volvió a tirarlo hacia atrás.

-Nunca me habías hablado de ella. Rio, es una niña. Al igual que tú, acabas de cumplir los 21.

Él guardo silencio. Lucille cristalizó sus ojos, pero no botó ni una lagrima.

-¿Tú madre sabe?

-Nuestra, Lucille. Nuestra. -Él tragó saliva-. Si sabe. Ya tiene cuatro meses. Igual pensamos en...

-Río. -Lucille comenzó a sacudir su cabeza lentamente-. Fuera la decisión que tomes te voy a apoyar y sé que se volverá una prioridad. Buscaras un trabajo de mierda. Esa persona va a malhumorarse porque tu estas malhumorado y te vas a dar cuenta que eso que crees que ahora es correcto no lo es. Como harás feliz a alguien si tu no eras feliz. ¿Fingiendo?

Lo que pidió Lucille antes de que su hermano llegara, lo pusieron sobre la mesa. Ambos guardaron silencio en lo que se fue el camarero y ambos le echaran azúcar a sus capuccinos. Ambos sostuvieron la mirada a casa uno de ellos.

-No tienes que dejar la universidad, ni casarte con esa chica porque van a tener un bebé. Pero si tienes que ser responsable y tomártelo 100%. Y, esto fue de dos.

Su hermano solo guardo silencio y agachó la cabeza.

-¿Por qué no me habías dicho?

-Por qué no estaba seguro.

-Y todavía no lo estas, porque o si no, no me lo dirías tan dudoso.

-No lo estoy.

-Si lo estas, Rio. Conozco a los hombres como a mí misma. E visto cada tipo diferente que yo he aprendido mucho.

-A veces pienso en como hubiese sido si no hubiesen peleado.

Lucille tomó un sorbo de su taza.

-Se que éramos muy cercano cuando me fui. Pero algún día me entenderás.

-No hables como anciana. Solo tienes 28.  

Lucille sonrió al igual que su hermano.

-¿Que vas a hacer después?

-Ahora. Tengo un funeral.

Lo poco sentida por esta pena que tenía Lucille, era lo contrario a lo que Robert sienta. Su cabeza estaba sobre la almohada y su mujer a un lado. Solo durmió cuatro horas y lo demás se mantuvo mirando el techo.




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