Lucille: La marca del Diablo

08. La victima número 9

Tomó fuertemente la mano de Lucille y la miró entre sus anteojos negros. Un brillo destelló de ellos. Lucille sujetó fuertemente el brazo del señor Gaines. Sintió la brisa marina pasar entre sus piernas cuando el habló.

-Te has sentido como si hubieses cometido el peor error de tu vida con solo decir "Sí".

Lucille no pudo notar una diferencia si eso era una pregunta o una afirmación.

-Cuando me casé.

Lucille soltó una risa.

-¿Y el "Sí" del divorcio?

-Bueno. En mi matrimonio nunca hubo amor. Literalmente me hice rico de la noche a la mañana, y entre tanto dinero nunca pude ver que esa persona nunca tuvo un verdadero interés por mí. Solo hubo desilusiones.

-¿Como te convertiste en millonario?

-Pues...-El Señor Gaines rascó su cabeza-. Herencia. Todo fue para mí. ¿Y tú como llegaste a ser bailarina?

Lucille volvió a soltar una risa y apretó la mano del Señor Gaines.

-Me metí a un taller de Pool Dance cuando sentía que perdía a mi novio, creía que así se volvería a encender aquella chispa. Y...una cosa lleva a la otra. Mi padre murió a los meses...él...

Su cuerpo apareció en su mente.

-él...se...le dio un ataque al corazón. -Mintió-. Y yo...-Formó una línea entre sus labios-...Estaba rota. Conocí Suzanne, mi jefa, y ella me ofreció trabajo. Me alcanzaba para vivir y pagarle la universidad a mi hermano menor y era la única cosa que hacía bien. Obviamente el resto de mi familia no lo tomó bien, y luego terminé rota y sola.

El Señor Gaines le puso atención a cada rasgo de su cara sin escuchar nada de lo que dijo Lucille.

-Diablos, eres preciosa.

Lucille sonrió de oreja a oreja ignorando el hecho que la había ignorado. Su celular comenzó a vibrar dentro de su cartera y ella lo atendió rápidamente al ver que era Mary quien la llamaba. Aun sin borrar aquella sonrisa de su cara dijo:

-Aló.

-¿Dónde estás? -La voz de Mary estaba quebrada-.

-En la playa.

-¿Puedes venir a mi casa? -Sintió aquellos sollozos que no provenían de Mary-.

-¿Que ocurre? -Lucille tragó saliva-.

-Es Madelaine. La encontraron muerta en su casa esta mañana.

Lucille sintió algo en el pecho y sus ojos se cristalizaron un poco sin soltar ni una lagrima.

-Eso...no puede ser. Nadie la lastimaría a ella.

Mary tomó aire antes de volver a hablar.

-Dicen que fue su ex novio. -Lucille cerró sus ojos por unos momentos-.

-Voy enseguida.

Lucille cortó y se giró para mirarlo a la cara. De sus ojos brotaron pequeñas lágrimas.

-Oh, cariño. -El Señor Gaines se acercó a ella para abrazarla-.

La mente de Lucille permaneció en blanco. Arrugó toda su cara al apoyarla en el cuello de él. Sintió aquel caro perfume en su ropa.

La llevó a casa de Mary sin decir más. Entre sollozos se despidió del Señor Gaines y salió de su coche. En la puerta de la casa, Mary corrió por el jardín y abrazó a Lucille para llorar entre sus brazos. Sus otras compañeras se asomaron a la puerta para luego ir detrás de ellas. Se abrazaron justo cuando Lucille vio marcharse al Señor Gaines.

Él colocó los ojos en blancos antes de irse mirando a Lucille por el espejo retrovisor.

Todas se quedaron en la sala de estar.

-Era la más joven, la más niña. ¿Quién podría lastimarla?

-Ese maldito ex novio que tenía. Hijo de...-Lucille le lanzó una mirada a Mary-.

Tomó un sorbo de su vaso antes de suspirar.

-¿Donde la encontraron?

-En su casa. La ahorcaron con el cordón del teléfono de su casa.

Lucille volvió a tomar un sorbo llena de dudas imaginándose el caso y el cuerpo azulado de...

Por otro lado, Robert estaba golpeando la puerta de un departamento número 53 en el sexto piso. Al tercer golpe un hombre alto, obeso y calvo abrió la puerta. Miró de pies a cabeza a Robert quien tenía las manos en sus bolsillos.

-Soy el detective Robert Lawrence y el mi compañero Edwin Swithen. Venimos a hacerle unas preguntas sobre...

-Por el domingo por la noche. -Robert quedó algo asombrado sin demostrarlo-.

-Mi jefe me dijo que vendrían. -Se hizo a un lado-. Pasen.

Se veía un hombre intimidante, gigante y con una larga barba de pelos muy delgados. Robert entró al departamento y admiró por segundos una fotografía de él junto a una mujer pelirroja, pero lo vacía que se sentía la casa lo hizo entrar en duda.

-¿Su esposa?

Aseveró asintiendo la cabeza.

-Falleció hace un año. -se dirigió a la mesa-. Tomen asiento.

Edwin acomodó las sillas y Robert sacó su libreta. Sujetó fuertemente su lápiz en su mano izquierda para comenzar a escribir el nombre de aquel sospechoso.

-Bueno. Dos cuerpos de dos hombres fueron encontrados ayer dentro de un auto en la mitad de la nada. Por la descomposición se puede decir que llevaba del domingo ahí, y tú fuiste el único camionero que pasó por esa ruta aquella noche de tu compañía. El único con una entrega. ¿Por qué pasaste por ese lugar?, digo, es muy desolado.

-Era mi trabajo. Siempre paso por ahí, es más corto. -Replicó con su grave voz-.

-¿Viste algún auto estacionado?

-Quizás, no lo recuerdo. -Robert anotó en su libreta y eso no pasó desapercibido para este hombre-.

Recordó la cara de Lucille antes de decir cualquier palabra.

-¿Qué hay de los otros que pasaron durante el día?, ¿o el lunes?

-Todos los que pasaron en la mañana dijeron que no había nada, y los del lunes dijeron que si estaba el auto. Incluso un hombre que paso en la noche con una cámara en el auto grabo cuando paso por ahí, con el auto, y de vuelta. Así que tú eres el único que contestó: "Quizás".

-No lo recuerdo. -Aseveró el camionero de forma fría-.

-¿No viste nada? -Dijo Robert-. ¿Ni a nadie?

-No vi ni un alma pasar por esa carretera.

Afirmó él con la cabeza en alto moviendo un pie. Robert notó esa reacción de nerviosismo.




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